LA ALBERCA

El metro de medir promesas

En Sevilla hay que ver para creer. ¿Cuántos proyectos se anunciaron y no se han hecho?

Reunión del pasado miércoles entre el alcalde Juan Espadas, el consejero de Fomento, Felipe López, y el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna EFE
Alberto García Reyes

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Los acontecimientos me obligan a ser escéptico. Hasta que estos ojitos que se ha de tragar la tierra no vean la línea 3 del metro sobre los raíles, seguiré creyendo en los políticos lo mismo que creo en el Ratón Pérez. Porque el metro de Sevilla es una unidad de medida de tiempo, no de espacio. Un metro es igual a cuarenta años. En eso también va a dejar huella en la historia nuestra ciudad, que tiene su propia metrología como los podemitas del Pumarejo tienen su propia moneda, el puma, que en el mercado de divisas vale lo mismo que una promesa electoral. Cero. En la entretenida novela del metro de Sevilla se ha gastado mucha más tinta que dinero. No sólo en los medios de comunicación, sino en el propio Ayuntamiento. Todavía conservo aquel folleto genial que metieron en todos los buzones de la ciudad el gran mago Monteseirín con su paje Torrijos para vendernos una mentira pagada por nosotros mismos. Ya quisiera Copperfield alcanzar ese nivel de ilusionismo en sus espectáculos. Meternos la mano en el bolsillo para contratar los trípticos anunciadores de la red completa de metro es una genialidad que no hemos sabido ponderar bien. Hay que reconocer que aquellos señores eran unos monstruos. Encontraron una forma fantástica de salir del túnel en el que llevaban décadas metidos Del Valle, Rojas Marcos y Soledad Becerril: un papel con rayas de colores. Me quito el sombrero.

A Monteseirín hay que atribuirle, ahora sin ironía, la inauguración de la primera línea del metro aunque no fuese sólo mérito suyo. Él fue el alcalde que cortó el lazo y con eso basta. Porque para escribir todas las peripecias que desembocaron en aquella foto histórica habría que hacer un coleccionable por fascículos y eso ya no está de moda. Hay tantas cosas que han sido devoradas por esa tuneladora... Esa máquina ha horadado sobre todo la paciencia y la credulidad de los sevillanos, que ponemos la misma cara cuando nos hablan del metro que cuando nos hablan del dragado. Por eso el nuevo anuncio del alcalde sobre la reactivación de la línea 3 nos genera picor en la cicatriz. A Juan Espadas hay que elogiarle una virtud que es insólita en los gobiernos de Sevilla: es un hormiguita silencioso. Trabaja sin reloj y sólo cuenta una cuando se ha comido veinte. Pero la desconfianza que produce la palabra metro en esta ciudad ya sólo puede arreglarse con hechos. Las palabras se las lleva el tiempo. Y el metrónomo de Sevilla tiene un compás infinito para casi todo. Aquí la única ventanilla que funciona bien es la del decir. La del hacer está bloqueada. Los grandes proyectos están encarcelados en el papel de colores de la palabrería política. ¿Cuántas grandes obras se han anunciado en los últimos años que nunca se han hecho? Yo sólo digo que por ahí están las fotos de los políticos presentando el nuevo barrio de la Cruzcampo con cinco arquitectos galácticos, el nuevo pabellón para el Mundobasket, la Feria en el Charco de la Pava, el edificio de Moneo en el Prado o la Ciudad de la Ópera en Palmas Altas. Con ese metro mido yo las promesas del metro. Que se va a pagar con pumas del Pumarejo.

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