LA VOZ - EL APUNTE

El símbolo de la decadencia

Los diez años del cierre de Delphi marcan una época de la industria gaditana

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Las fechas son números y las cifras no vienen a ser más que símbolos. El sufrimiento y la realidad que cada día encierran son idénticos cuando llega un aniversario concreto. No dejan de ser unos dígitos más que sirven para recordar y recalcar pero no alteran nada. La prueba está en el décimo aniversario del cierre de la factoría Delphi, el mayor golpe –de los muchos– que la industria de la Bahía ha recibido en las últimas décadas. En realidad, no fue el final de nada. Supuso el inicio de un calvario que han vivido desde entonces, diez años completos, medio millar de los 2.000 afectados.

Fueron, son, los últimos extrabajadores de la planta Delphi que han visto como se esfumaban los compromisos de recolocación, los cursos de formación y las esperanzas, cómo eran rechazados los recursos interpuestos por los trabajadores que suspendían las prestaciones o subsidios de desempleo.

A ese último grupo se le fueron cayendo, uno tras otro, los sustentos, los pocos apoyos. Cualquier auxilio económico fue sistemáticamente cuestionado por la administración que prometió y falló, que firmó y abandonó. Una a una expiraron las ayudas, hasta la de los raquíticos 420 euros de Ayuda Familiar. Cada salario, cada subsidio, poco a poco, dejó de entrar en sus casas. Esos hogares quedaron rotos por la marcha de una factoría que la Junta de Andalucía pretendió tapar con un acuerdo electoralista. Les prometió, les firmó, un pacto por el que se les garantizaban todo tipo de indemnizaciones, cursos y recolocaciones.

Ha pasado una década completa y los últimos afectados, los cientos que no pudieron solventar su situación, que se llegaron a encerrar durante meses y meses, aún se encuentran sin nada. Literalmente sin nada. Radicalmente sin nada. Es cierto que pudieron recibir un trato preferente respecto a otros desempleados, que les prometieron ayudas y salidas que ningún otro trabajador desempleado tiene. Pero fueron otros, los dirigentes de la Junta, los que redactaron y presentaron ese documento, los que se comprometieron a dar imposibles por tal de no perder un puñado de votos. Es un recuerdo, un símbolo, la mayor cuchillada de una especie de linchamiento contra el mercado laboral a manos de la burocracia. Sólo era un grupo de trabajadores que buscaba una salida, algo de ayuda. Diez años después, ninguna.

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