El Apunte

Un drama diario en nuestra tierra

La llegada de pateras a las costas de Cádiz esconstante y apenas reparamos en ello

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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En este mundo globalizado en el que vivimos en la actualidad se producen fenómenos curiosos. Somos capaces de solidarizarnos con cualquier causa, por lejana que nos quede, simplemente porque nos llegan a través de las imágenes de televisión o de las redes sociales. En la inmensa mayoría de los casos, se trata de dramas humanos que sufren millones de personas en muy distintos lugares. A todos nos horrorizó la imagen del pequeño Aylan yaciendo muerto en la orilla de una playa de Turquía tras intentar huir de la guerra de Siria con su familia. O las de los campos de refugiados en los que se vive en condiciones infrahumanas. Es lógico que se produzca esa reacción de dolor y de empatía con las víctimas de los desastres causados por los humanos, como las guerras, o por la propia naturaleza, como el reciente terremoto de Italia.

Sin embargo, cuando el drama ocurre justo a nuestro lado, en nuestro propio país, en nuestra propia provincia, reaccionamos con muchas más frialdad. O lo que es aún peor: con indiferencia.

Desde hace años, muchos años, las costas de Cádiz reciben un goteo constante de embarcaciones con hombres, mujeres y niños a bordo que tratan de huir de sus pésimas condiciones de vida en África. Cuando la climatología acompaña, la llegada de pateras es prácticamente diaria. Y muchos de ellos mueren en el intento. Sin embargo, son prácticamente invisibles a los ojos de la ciudadanía. Son casi rutinarios. «Otra patera», pensamos. Y seguimos a otra cosa.

Pero a bordo de esas pateras viajan sueños que casi siempre acaban en pesadilla o, en el mejor de los casos, en el regreso al país de origen con las ilusiones rotas. La historia que hoy cuenta en primera persona en estas páginas Miguel Blanco, uno de los marineros de Salvamento Marítimo, debe servirnos para tomar conciencia de que no todo es colgar una pancarta en el balcón del Ayuntamiento con mensajes de solidaridad hacia los refugiados sirios. Todos, los ciudadanos y sobre todo las instituciones, debemos tomar mayor partido para ayudar a esos miles de seres humanos que tratan de huir del horror que les ha tocado vivir simplemente por su lugar de nacimiento.

El movimiento se demuestra andando, y no a través de twitter o de una frase ocurrente en una camiseta.

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