El Apunte

Ahora sí que Cádiz es vieja

La caída de la natalidad ofrece un panorama social preocupante a medio plazo

La Voz de Cádiz

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Por ahora, es un dato provisional, que afecta a medio año. Pero es novedoso, rompe una tendencia y crea otra. La provincia de Cádiz entra en crecimiento negativo. No hablamos de empleo ni de riqueza, de dinero en las familias ni siquiera de jóvenes que culminan sus estudios. Es mucho peor, hablamos de vida. En Demografía, el crecimiento negativo significa que muere más gente de la que nace. Eso es lo que sucedió en los primeros seis meses de 2017. Hay una razón feliz y otra preocupante. La que tenemos que celebrar es que, pese a tener una de las esperanzas de vida más cortas de España, ha crecido notablemente en los últimos diez años. En este tiempo, los gaditanos han elevado en unos 24 meses el tiempo de vida medio de sus habitantes. Ha pasado de los 79 años a los 81. En el aspecto negativo de la balanza, cada vez nacen menos niños. Las cifras de natalidad pueden calificarse como derrumbe. Casi 3.000 menos, de media anual, en 2017 respecto a 2007, en esa misma década. La conclusión es de una seriedad severa. La población gaditana envejece a gran velocidad. Su equilibrio entre trabajadores y pensionistas se resentirá en apenas dos generaciones. El hecho de que esa realidad afecte a toda España (a más de media Unión Europea) no resta gravedad a la situación.

A esta tendencia nueva, se une otra con más trayectoria, más localizada: la pérdida de población en ciudades como Cádiz. Es evidente que la fuga la protagonizan los jóvenes que buscan mejores horizontes laborales lejos de una ciudad con limitaciones de todo tipo, de geográficas a industriales.

La realidad numérica nunca permite la discusión pero el uso que se haga de esas circunstancias marca tanto como los límites físicos mismos. Así, esas limitaciones conviven con un asombroso desperdicio de recursos, de patrimonio cultural e histórico, de tiempo en minúsculas porfías políticas, de solares y grandes edificios que permanecen baldíos.

Cada proyecto gaditano que se retrasa una década (echen las cuentas de los que son) se le ofrece a una sociedad en la que hay menos niños, menos jóvenes, menos habitantes, menos futuro y más ancianos decepcionados con ese retraso. Es un fracaso que comparten todas las instituciones de todos los partidos políticos. Siempre vivimos en una ciudad vieja. Ahora cada vez lo es más su población.

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