Marta Rovira, una prisión interna

Rovira ha perjudicado a Cataluña, a España, a su hija y a sí misma con unas actuaciones que no sólo no han acercado a Cataluña a la independencia sino que la han dejado sin autonomía

Salvador Sostres

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Marta Rovira ha dicho que en Barcelona vivía en una prisión interna, cuando con su deserción ha condenado a la prisión a sus compañeros de rebelión volviendo evidente el riesgo de fuga. También ha dicho que no podía arriesgarse a 20 años de prisión con una hija de apenas 7, ella que intimidó a Puigdemont cuando quiso rebajar el tono convocando elecciones autonómicas, acusándolo de «botifler» y de traidor.

Marta Rovira habla siempre con su cara de «yo no fui» y ha sido la principal agitadora del llamado proceso independentista. Fue la que más lecciones de pureza dio mientras creyó que le saldría gratis pero cuando le llegó la hora de pagar el precio de sus actos no dudó en abandonar el barco. Sin la histeria de Marta Rovira en la fatídica mañana en que Puigdemont decidió hacerle caso, no habría ni fugados ni encarcelados y la normalidad autonómica puede que no estuviera plenamente restablecida pero estaría como mínimo funcionando.

Ojalá a Marta Rovira hubieran podido contenerla en su prisión interna los que hoy pagan las penosas consecuencias de sus actos. Ojalá se hubiera acordado de su hija antes de delinquir y de obligarla a una vida de destierro y de vergüenza. Ojalá Oriol Junqueras no tuviera el mismo pésimo gusto de Artur Mas como jefe de personal.

Marta Rovira encarna la mentira del «procés», la cobardía, la esencia misma de la mentalidad que lo ha inspirado, naíf, pendiente sólo de los derechos, ajena a los deberes y a las consecuencias, inculta, mezquina, grosera y de raíz claramente totalitaria. Exigió a los demás lo que ella nunca ha dado, y como sus cómplices, nunca ha entendido qué es, cómo funciona y cómo se defiende un Estado.

Rovira ha perjudicado a Cataluña, a España, a su hija y a sí misma con unas actuaciones que no sólo no han acercado a Cataluña a la independencia sino que la han dejado sin autonomía. Forma parte de la falta de inteligencia y de sentido del honor que la ha traído hasta aquí que todavía pretenda tener razón y que no haya tenido la mínima decencia de disculparse ni que sólo sea con aquellos a los que ha condenado a la cárcel.

Se puede ser independentista, españolista, euroescéptico y hasta vegetariano. Pero no se puede ser Marta Rovira, la que todo lo desencadenó y la que a todos ha encochinado con la desfachatez incluida de mandarles ahora los más cínicos recuerdos desde Suiza.

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