Editorial ABC

La ley se cumple o se impone

El éxito nacionalista no está en lograr una independencia imposible, sino en disponer impunemente de las competencias que está empleando para agredir a España día tras día

ABC

Los dirigentes separatistas catalanes ya han anunciado que administrarán a su conveniencia el calendario y la toma de decisiones para aprobar las falsas leyes del referéndum del 1-O y de la posterior «república catalana». Pero el tiempo apremia y el margen para jugar con la incertidumbre se agota. Este miércoles se reúne el pleno del Parlamento de Cataluña y la mayoría separatista podría imponer la aprobación fulminante de la ley del referéndum. El guión de la trampa nacionalista está escrito y es conocido. Ahora falta saber cuál es el guión del Gobierno de la Nación para hacer frente al proceso secesionista. El tiempo de la táctica política basada en la inútil «operación diálogo», de las cautelas para no victimizar a los nacionalistas y del consenso vacío con el PSOE ha pasado ya . Es cierto que la justicia penal ha dictado condenas leves de inhabilitación, pero sin efecto disuasorio. También es cierto que el Tribunal Constitucional (TC) ha suspendido y anulado todas las normas del «procés», pero han sido sustituidas por otras sin solución de continuidad. Da la impresión de que la respuesta del Estado se mueve en círculo y no avanza, mientras la del separatismo sigue su curso.

Ya no es momento de preocuparse por los costes políticos de una u otra decisión frente al separatismo, porque el problema es, ahora mismo, la supervivencia misma del Estado constitucional español. Todos los poderes públicos tienen el doble mandato de cumplir y hacer cumplir la ley, según sus competencias. A ninguno, sea el Gobierno o el Tribunal Constitucional, le está permitido no respetar ese mandato. También el TC está vinculado a la ley que lo faculta para inhabilitar a todo funcionario o autoridad que incumpla sus decisiones. Un Estado que no hace cumplir la ley en su territorio deja de ser Estado . Las leyes, si no se cumplen, se imponen. Si el miércoles el Parlamento catalán aprueba la ley del referéndum, quedará claro que la estrategia del Gobierno de Rajoy de limitar la reacción a los tribunales es insuficiente. El Constitucional suspenderá esa ley, pero ya pasó lo mismo el 9-N y al final hubo urnas en las calles. Los jueces no siempre llegan a tiempo ni deben ser los que asuman la respuesta a un conflicto que los supera.

Que Cataluña no va a ser independiente es una certeza que asumen hasta los soberanistas más optimistas. Pero su objetivo es otro. Su objetivo es demostrar que el Estado se condena a sí mismo a convivir con una situación insurreccional en Cataluña, a la que no se atreve a poner fin drásticamente. El éxito nacionalista no está en lograr el propósito que persiguen –una independencia imposible–, sino en disponer impunemente de las competencias que está empleando para agredir a España día tras día.

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