Tribuna abierta

¡Doble nacionalidad, please!

«La legislación española no permite a los británicos acogerse a la doble nacionalidad, sino que los obliga a renunciar a la británica»

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La sorpresa ha sido mayúscula y el desasosiego también. En Europa millones de personas han basado sus proyectos de vida en la creencia de que nuestro continente se acordaría para siempre de los siglos de luchas fratricidas que terminaron en dos guerras mundiales y que, por eso, nadie sería tan atrevido como para intentar romper la Unión Europea. Sin embargo, llegó un conjunto de políticos británicos que puso sus intereses personales y partidistas por encima de todo lo demás y trajo el Brexit. El precio de su insensatez lo pagaremos otros.

Los más perjudicados y preocupados son, sin duda, los dos millones de ciudadanos comunitarios que viven en el Reino Unido y los 1,3 millones de británicos que residimos en otros países de la Unión.

Estamos preocupados por nuestras cotizaciones a la Seguridad Social, por nuestras pensiones y futuros derechos en cuanto a salud pública, los derechos de hijos nacidos y criados en países distintos al de su pasaporte, etc. Y con razón, porque por mucho que los gobiernos insisten en que estemos todos tranquilos, nadie había previsto esta situación (ni siquiera los malditos «brexiters»).

Pero hay que seguir adelante y salvar lo que se pueda. Muchos de nosotros -españoles en el Reino Unido, británicos en España- sentimos una doble identidad. Los dos firmantes de esta Tribuna llevamos, conjuntamente, más de 50 años residiendo en España, compartiendo alegrías, penas y mucho más con los españoles. Nuestro apego a España es tal que ya no concebimos vivir en otro sitio. Echando sal en nuestra herida, los británicos que llevamos más de quince años fuera del Reino Unido hemos perdido el derecho de voto en referéndums y elecciones allí y, por lo tanto, nos sentimos doblemente estafados porque todos habríamos votado a favor de quedarnos.

La opción de doble nacionalidad solo existe para los latinoamericanos y los ciudadanos de países con convenios especiales sobre el asunto, como Filipinas

Muchas veces se nos ha preguntado que, si nos gusta tanto España, ¿por qué no pedimos la doble nacionalidad? A uno de nosotros se lo preguntó, hace unos días, un ministro del Gobierno de España cuyo hijo estaba haciendo trámites para acogerse a la doble nacionalidad en Inglaterra. Se tuvo que explicar al sorprendido ministro que, mientras que la legislación británica permite a los españoles en el Reino Unido acogerse a la doble nacionalidad, la legislación española prohíbe hacer lo mismo a los británicos en España. Si nos queremos convertir en españoles, tenemos que renunciar a la nacionalidad británica. La opción de doble nacionalidad solo existe para los latinoamericanos y los ciudadanos de países con convenios especiales sobre el asunto, como Filipinas. Así que el hijo del ministro puede pedir la doble nacionalidad por haber vivido más de cinco años en el Reino Unido, pero muchos británicos nacidos y criados en España no pueden hacer lo mismo, aunque lleven años trabajando aquí, pagando impuestos, etc.

Nuestra petición es muy sencilla. Se pide al Gobierno español un acto de generosidad con los británicos de aquí para nivelar los derechos de unos y de otros. Somos 300.000 personas residentes, el tercer grupo de inmigrantes (se emplea el término a propósito, ya que lo de «expatriados» nos va a durar poco) en España y la mayor comunidad británica en la Unión Europea. España es un país que nos encanta y nos emociona. Llevado al extremo, algunos pediríamos la nacionalidad española y renunciaríamos a la británica, aunque nos cueste deshacernos de esa otra mitad de nuestra identidad. Permitir la doble nacionalidad a los británicos residentes de larga duración en España no requiere un convenio especial con el Reino Unido ni grandes cambios. En un gesto de gran cordura, tolerancia y civismo, el Gobierno de José María Aznar ofreció la doble nacionalidad a los combatientes voluntarios de otros países que participaron en la Guerra Civil española y aprobó una normativa que les permitiera mantener su nacionalidad de origen (incluso a los británicos). Y en 2015, el Gobierno de Mariano Rajoy ofreció la doble nacionalidad a los descendientes de los judíos expulsados en el año 1492. Creemos que aplicando la normativa británica (de cinco años de residencia) o la española (de diez años) con los requisitos ya existentes en cuanto a conocimientos de la Constitución, el idioma, lugar de nacimiento, etc., seríamos algo así como dos docenas de miles de británicos los que tendríamos posibilidades de acogernos a esa doble nacionalidad.

No queremos que este asunto se convierta en un tema de discrepancia entre partidos. Los que pediríamos la doble nacionalidad seríamos de todos los colores políticos. Ya, con el Brexit, hemos visto el daño que pueden provocar los intereses puramente partidistas. Los partidos españoles que apoyan esta iniciativa, sin embargo, sí sentirían la gratitud de los votantes británicos en las próximas elecciones europeas. Llegaremos demasiado tarde para vestirnos de rojo y compartir el orgullo futbolístico de dos Copas europeas y una mundial, pero seguramente habrá muchas cosas para festejar juntos en el futuro.

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