Deseos y realidades

Como los conocemos, no nos extrañaría que echasen la culpa al Gobierno español

José María Carrascal

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¿Pero qué pasa en Cataluña ?, me pregunta el vecino tras saludarnos después de tantos meses. Y el quiosquero, al comprar los periódicos y el portero del edificio donde vivo, cuya prima pensaba ir estas navidades a Barcelona, y se lo está pensando. No crean que es fácil responder. Son muchos los neoyorkinos que conocen Cataluña y no se explican que aquella gente tan amable ande ahora desgañitándose en manifestaciones, mientras sus políticos huyen o están en la cárcel. Los corresponsales de estos medios tampoco parece que hayan aclarado la situación y como explicar la crisis sería demasiado largo, les aconsejo que sigan adelante con sus planes viajeros, pues en Cataluña hay más ruido que nueces , para cerrar la faena con «Ya sabe usted lo que es el nacionalismo». Lo que convence sólo a los mayores, sobre todo si son de procedencia europea, pero el resto se queda como estaba. Para los que insisten tengo la respuesta más efectiva: «Bueno, a fin de cuentas, ustedes también han elegido a Trump », con lo que se acaba la charla aunque, por desgracia, no el asunto. Sospecho que me ocurriría lo mismo de haber ido a Alemania. De hecho, en las conversaciones telefónicas con los familiares de mi mujer, el tema Cataluña nunca falta en los últimos meses. Nadie se explica que quiera separarse con lo bien que se vive allí. Ha sido posiblemente el mayor error de los secesionistas: daban por hecho que el gobierno español se opondría . Pero confiaban que Europa les respaldaría, al menos en parte. Y ha resultado al revés: la Unión Europea ha sido mucho más tajante en el asunto que el Gobierno español, Rajoy nunca diría que el nacionalismo «es veneno» como ha dicho Juncker, que lo conoce mejor.

La prueba de que ese frente comunitario va a mantenerse cerrado a cal y canto a tal brote secesionista acaba de ofrecérnosla la negativa de trasladar a Barcelona la Agencia Europea del Medicamento, después de haber sido la principal candidata desde el comienzo. Ha quedado la última. Como los conocemos, no nos extrañaría que echasen la culpa al gobierno español. Sólo les queda la mentira, como la de Turull y Rull aceptando el 155 para salir de la cárcel sin renunciar a sus objetivos. Se les ha unido el más duro del grupo, Forn , y al final lo harán todos. Para resumir, seguirán mintiendo , negando incluso la realidad, que les sale al paso como un comendador de piedra impidiéndoles avanzar hacia su objetivo. No importa. Dirán que el traslado de la sede social de 2500 de sus empresas es también simbólico , como la declaración de independencia. Así, de simbolismo en simbolismo, Cataluña quedaría reducida a una isla a la deriva fuera de Europa. Triste destino para los tenidos por más europeos entre los españoles. Hegel decía que un geniecillo irónico mueve los hilos de la historia. ¿Irónico? Yo diría de una mala leche tremenda con quienes confunden deseos con realidades. Yo sigo aconsejando a los neoyorkinos que vayan y vean. Ni en Broadway hay mejor show.

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