Análisis

Brexit sobre arenas movedizas

Ya nadie sabe qué significa, porque la idea de una ruptura completa con el mercado interior es rechazada por los votantes

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El discurso de la Reina ante el Parlamento ha dejado claro que la agenda del Gobierno de Theresa May se reduce a una prioridad, la salida de la Unión Europea. Todas las demás promesas electorales se han evaporado tras el mal resultado de los conservadores en las elecciones. El problema añadido es que ya nadie sabe qué significa Brexit, porque la idea de una ruptura completa con el mercado interior, el cordón umbilical con la Unión Europea, es rechazada por los votantes. El ministro de Economía, Philip Hammond, en su día defensor de la permanencia, ha tomado la iniciativa para declarar que el Brexit duro pertenece al pasado y que es imprescindible lograr un acuerdo constructivo con Bruselas al final de las negociaciones.

Así que de asomarse al precipicio de un no acuerdo, nada. Mientras se impone el pragmatismo dentro del partido conservador y la corriente moderada reorganiza sus huestes, ningún aspirante por ahora se propone desafiar el maltrecho liderazgo de May. Su continuidad cierra las posibilidades de ascenso de otros ministros de la línea anti-europea.

En el partido laborista, Jeremy Corbyn aún no se cree su buen resultado electoral. La paradoja es que lo han votado los jóvenes, las personas con estudios universitarios y, en general, las clases medias y profesionales. No ha recibido el apoyo de muchos trabajadores, más partidarios de May, heredera del nacionalismo inglés del UKIP. Es difícil que Corbyn entienda que en el fondo sus votantes buscan un centrista como Tony Blair y no un populista con promesas de gasto público para arreglarlo todo. Si los liberales son capaces de reconstruirse, a medio plazo se puede llevar muchos votos, porque ningún partido es abiertamente pro-europeo. La negociación sobre Brexit ha empezado esta semana en Bruselas con la misma formalidad que tendría lugar si el Reino Unido fuera ya un país tercero y lejano que viene a reclamar compresión al club europeo. La interdependencia económica seguirá muy presente a ambos lados del Canal de la Mancha y la Unión Europea hará bien en recompensar el pragmatismo que empieza a despuntar en algunos despachos de Londres.

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