Esperanza Aguirre habla con Luis Eduardo Cortés y Rafael Simancas el día del «tamayazo». Debajo, Gallardón
Esperanza Aguirre habla con Luis Eduardo Cortés y Rafael Simancas el día del «tamayazo». Debajo, Gallardón - chema barroso
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Doce años del «tamayazo»: así comenzó la «guerra fría» entre Aguirre y Gallardón

Un 10 de junio de 2003, dos diputados socialistas dieron la espantada de la elección de presidente de la Asamblea, lo que desembocó en unas segundas elecciones y el inicio de «aguirrismo» y dos maneras distintas de hacer política en el PP

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9 de junio de 2003. Han pasado exactamente dos semanas desde que la suma de diputados PSOE-IU arrebatara la mayoría absoluta en las urnas al PP. Catorce días en los que el socialista Rafael Simancas se ve como presidente de la Comunidad de Madrid. Incluso en alguna entrevista televisiva confiesa que se ha comprado varios trajes, para afrontar el nuevo cargo.

En todo ese tiempo, Simancas adelanta que reformará la Ley del Suelo. Que destituirá a Miguel Blesa de la Presidencia de Caja Madrid. Que acabará con la ampliación de los horarios comerciales. Los ruidos de sables entre los poderes fácticos de la región rechinan, pero nadie se espera lo que va a ocurrir. O casi nadie, si nos atenemos al guion oficial.

Ese 9 de junio, ABC titula: «IU consigue la vicepresidencia primera de la Asamblea de Madrid y un senador». Es parte del peaje que los socialistas tienen que pagar a cambio de una coalición de izquierdas. También, se dice, el control de la Consejería de Ordenación del Territorio; Urbanismo, en otras palabras.

Dancausa, presidenta de la Asamblea

Pero no todo el mundo, incluida la lista socialista, está de acuerdo con ese pacto. Veinticuatro horas después, la Asamblea de Madrid se viste de gala. Se va a producir la constitución de la Mesa, con la elección de José Cabaco (PSOE) como presidente del Parlamento y Fernando Marín (IU) como segunda autoridad. Pero, al final, será Concepción Dancausa (PP) la que tome el mando de la Cámara.

Porque justo antes de empezar el pleno, comienzan a escucharse los pitidos de los teléfonos móviles de la época. Hay dos diputados socialistas, dos de los más beligerantes con el pacto con los comunistas, que no aparecen: Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez.

En un principio, se dice que se han quedado encerrados en el ascensor. Simancas habla con Esperanza Aguirre y le pide paciencia, que espere unos minutos. El candidato socialista se parapeta en su recién estrenado escaño y para la posteridad quedará su instantánea hablando por teléfono con la cara descompuesta y tapándose la boca con la mano. Le están dando la noticia.

¿Gallardón lo sabía?

En la otra punta del hemiciclo, Alberto Ruiz-Gallardón, presidente saliente y alcalde en ciernes de la capital, mantiene su gesto serio. Algún periodista ha publicado años después que el político madrileño sabía desde hacía unas jornadas que se preparaba algo por el estilo. Esa afirmación no gustó nada a su compañera de filas Aguirre, de quien entró de la mano en la oposición municipal veinte años atrás.

Tamayo y Sáez no aparecen. Se han refugiado en un hotel de la capital. Los cimientos de la política madrileña se descomponen y, nueve días después, el propio Simancas reconoce: «He planteado a la presidenta de la Asamblea que no voy a someterme a un debate de investidura como candidato mientras estos dos sujetos estén en el Parlamento». Pero luego da marcha atrás.

Porque los dos tránsfugas, en lo que ya se conoce el «tamayazo», recogen su acta de diputados. Y no la sueltan, sino que se pasan al grupo mixto, con lo que dinamitan las opciones del pacto PSOE-IU. Tamayo esgrime que no está de acuerdo con que a la coalición comunista se le cedan las competencias urbanísticas. Otros dicen que se le prometió, previo a la investidura, la Consejería de Justicia, cosa que no iba a ocurrir, y que por eso dio la espantada.

Granados preside la investigación

Pero la sombra de la sospecha de que hay algo más detrás de todo nunca se disipará, por mucha comisión de investigación (presidida, por cierto, por el presunto cabecilla de la trama Púnica, en prisión preventiva, Francisco Granados) y pesquisas judiciales que no llevan a ningún sitio.

Esperanza Aguirre insiste en la convocatoria de nuevas elecciones. Y Alberto Ruiz-Gallardón, en una decisión sorprendente, decide seguir asumiendo el cargo de presidente regional, en una legislatura, la VI, que será la más corta de la historia. Apenas cinco meses.

Con ello, Gallardón se convierte durante todo ese tiempo en presidente de la Comunidad y alcalde de la capital, algo que escuece, y mucho, a Aguirre, que no entiende cómo no cede el primer cargo a un lugarteniente, como por ejemplo el vicepresidente, Luis Eduardo Cortés.

Finalmente, el 26 de octubre de 2003, se celebran las segundas elecciones en seis meses. Esta vez, Aguirre se hace con la mayoría absoluta. El choque de trenes con Gallardón durará hasta finales de 2011, cuando el político se convierta en ministro de Justicia y ceda la Alcaldía a Ana Botella.

Más de ocho años de enfrentamientos

En medio, peleas por el control del partido en la región; por la titularidad del Metro; por la Presidencia de Caja Madrid; por el Eje Prado-Recoletos; por estar en la lista del Congreso de los Diputados; por el caso de supuesto espionaje en la Comunidad...

Ahora, Aguirre ve frustrada su ambición de ser alcaldesa y se siente cada vez más lejos de mantener la Presidencia del PP madrileño; Gallardón, para quien Ciudadanos reclama su salida del Consejo Consultivo regional a cambio de pactar con Cifuentes, vive retirado de la política tras su controvertido paso por el Gabinete de Rajoy. La vida, la política, les ha cambiado hasta casi ni reconocerse. Pero siguen lejos el uno del otro. La «guerra fría» que empezó aquel 10 de junio de 2003 ya se ha cobrado a sus dos víctimas, cada una de un bando.

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