La vuelta de Billy Crystal a la gala ha sido un tanto decepcionante. / Reuters
No pasó nada sorprendente en la gala del regreso de Billy Crystal como maestro de ceremonias de los Oscar. Hasta Meryl Streep ganó su más que previsible tercera estatuilla por ‘La dama de hierro’. La ceremonia, que acabó proclamando vencedora a la película francesa ‘The Artist’ tal y como figuraba en todos los pronósticos, fue un canto nostálgico repleto de guiños al pasado del cine, pero exenta del ritmo necesario para un show que necesitaba superar los 40 millones de espectadores en EEUU para mantener su estatus de gran espectáculo televisivo. En efecto, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Un Billy Crystal con la cara inmovilizada por el botox abrió la veda con su ya clásico recurso de meterse en las películas nominadas, al que siguió su también clásico número musical basado en las candidatas a mejor filme. Tierno pero poco fino en sus chistes. Y así una tras otra: las tres horas de show se sucedieron sin sorpresas ni grandes emociones, provocando un sopor y una sensación de deja vu que ni siquiera el deslumbrante pero obvio espectáculo del Circo del Sol logró hacer retroceder.
Bromeó Crystal con la media de edad cuando Christopher Plummer, de 82 años, recibió el Oscar a mejor actor de reparto. Pero desde luego que si el reto de la Academia era atraer al público joven –cosa que Crystal recordó al meter a Justin Bieber en uno de sus vídeos- el camino no era esta gala oxidada y empecinada en el pasado del cine, por muy glorioso que este haya sido.
Quizás Eddie Murphy hubiera inyectado mayor energía. El actor iba a presentar los Oscar, hasta que el productor de su show, Brett Ratner, hizo un comentario homófobo en público. Su dimisión fue inmediata. Billy Crystal, considerado valor seguro, y el segundo actor que más veces ha conducido el espectáculo, solo por detrás de Bob Hope, apareció como el único capaz de enmendar la situación.
No ha sido así sin embargo. No se alcanzó el bochorno de 2011, cuando James Franco y Anne Hathaway comandaron una gala nefasta, pero Crystal ha presentado una gala vieja y acartonada, exenta por completo de frescura.
Quizás los mejores momentos se vivieron con las féminas de 'La boda de mi mejor amiga' presentando los cortos y con los Oscar a dos veteranos: Christopher Plummer y Meryl Streep, cuyas palabras fueron emocionantes y justas. Y con un novato: Jean Dujardin, mejor actor, que se soltó saltando, gritando y entonando ese “Amo a este país”, que tanto gusta a los estadounidenses.
Que la atención haya estado en el perro de ‘The Artist’, Uggie, y en los vídeos eternos sobre glorias pasadas y la importancia de ir al cine y pagar un ticket, demuestra la falta de ingenio que la industria de Los Ángeles experimenta en su seno. No sólo ya en sus películas, Hollywood también en su noche grande necesita más que nunca nuevas ideas. Si Billy Crystal ya no es un valor seguro, ¿qué queda? Quizás resucitar a Bob Hope. O empezar a mirar hacia adelante.
