Tiraboleiros en 1931 Cinco tiradores sostienen el botafumeiro alcomienzo de los años 30 del siglo pasado. La fotografía puede verse en la muestra conmemorativa de este diario en el Pazo de Fonseca de Santiago
Tiraboleiros en 1931 Cinco tiradores sostienen el botafumeiro alcomienzo de los años 30 del siglo pasado. La fotografía puede verse en la muestra conmemorativa de este diario en el Pazo de Fonseca de Santiago - ARCHIVO ABC

Neira de Mosquera se inventó el mito del botafumeiro

Que el gran incensario de Santiago servía para mitigar el olor de los peregrinos no es cierto. Un periodista compostelano lo convirtió en leyenda en el siglo XIX. Un investigador de la USC desmiente esta teoría y aporta una nueva cronología

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Cree saberlo todo el mundo y, sin embargo, es mentira. El botafumeiro no se creó para mitigar el olor de los peregrinos que dormían en la Catedral de Santiago. Su uso fue siempre litúrgico, aunque Antonio Neira de Mosquera fabulara con su origen en el siglo XIX. Él es el responsable del mito del gran incensario del santuario del Apóstol que no tardó en calar y desde entonces se ha repetido. El pasado mes de febrero, José Carro lo desmentía durante un curso para hospitaleros del Camino. Pero es el profesor de la USC Julio Vázquez Castro quien ya había estudiado esta teoría e incluso quien ha propuesto una nueva cronología que aclara desde cuándo viene funcionando.

Neira de Mosquera, que murió con 31 años, fue en 1852 quien estudió por primera vez el botafumeiro.

Periodista, ejercía de historiador con ciertas peculiaridades. «En ningún momento asume la pretensión de historiar fielmente los acontecimientos, sino que la base histórica le da la estructura a la que se añadirán las leyendas y la fantasía romántica del autor para así crear un nuevo producto, un ensayo, con el cual no sólo se busca una nueva fórmula de novela histórica, sino también, como así fue, obtener el éxito del público y unos buenos resultados comerciales», escribe Vázquez en «El rey de los incensarios. Víctor Hugo y el redescubrimiento romántico del botafumeiro».

«Hemos formulado un sistema simultáneo de escribir la historia con las galas de la fantasía y los apuntamientos de los archivos y de las bibliotecas, proporcionando al fondo de las crónicas, la forma de las leyendas», reconocía Neira. Pero esto no quiere decir que el joven santiagués fuera un embaucador que buscara engañar.

¿Por qué surgió el mito?

Fue él quien por primera vez escribió «vota-fumeiro», aunque Vázquez Castro sospecha que ese debía ser «el nombre vulgar con el que los compostelanos se referirían al gran incensario, aunque es sorprendente que ningún autor local lo reflejara con anterioridad». Algunas de las afirmaciones de Neira, como que el artilugio existe desde el siglo IX, no tardaron en ser desechadas, pero otras tuvieron eco y sobresaliente éxito al ser recogidas por voces autorizadas en la materia poco después.

Él dio una razón «higiénica» al nacimiento del botafumeiro que ha perdurado. «Los hechos sucedieron en orden inverso: el botafumeiro surgiría con un fin únicamente litúrgico y ceremonial (incensar), pero con el paso del tiempo ese fin se va diluyendo de tal modo que avanzado el XVI y durante los siglos XVII y XVIII, olvidado en parte su destino originario, se explica desde el punto de vista de la consecuencia (perfumar)», insiste Vázquez.

Una destacada aportación de Neira de Mosquera fue, en cambio, «la primera descripción del botafumeiro como objeto artístico». Otras, muy llamativas, lamentablemente tienen de nuevo pies de barro. Es el caso de la supuesta alusión de Víctor Hugo al botafumeiro. «Tiene un santo Compostela, / Y el rey de los incensarios / Que de nave á nave vuela». De su autenticidad nadie dudaba hasta época reciente. Se suponía que aparecía en la composición «Orientales» del escritor francés, pero estudiosos como Filgueira Valverde ya advertían que ni en ese texto ni en ningún otro pudo encontrar la referencia.

«¿Sería capaz Neira de inventarse esa cita como modo de engrandecer su artículo y por extensión para dignificar el botafumeiro?», se ha preguntado el investigador de la USC. «No se inventó la cita, para él era un dato correcto y creía citar exactamente lo escrito por Hugo, pero curiosamente el fragmento no le pertenecía, o al menos completamente», responde. De hecho, el galo no estuvo en Galicia. Una traducción «muy libre» es la responsable.

Primer cuarto del siglo XV

Mitos al margen, una de las últimas grandes aportaciones de Vázquez Castro es la propuesta de una nueva cronología, que sitúa el origen del gran incensario en el primer cuarto del siglo XV, en concreto, entre los años 1422 y 1423, fechas en las que confluyen, entre otros aspectos destacados, los nuevos Años Santos, la presencia del arzobispo sevillano Lope de Mendoza (y no Berenguel de Landoira) en Compostela o la construcción del cimborrio gótico. Mientras se profundiza en su estudio, el botafumeiro «sigue cautivando la admiración del hombre actual, tanto como la del medieval».

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