LONDRES 2012
Ruth Beitia, durante uno de sus saltos./EFE.
La cara de Ruth Beitia se podía leer como un libro. Renglones que hablaban de tristeza, de decepción por quedarse tan cerca del podio olímpico. Líneas también de orgullo. Por haber competido con las mejores saltadoras del mundo. Por haber roto un viejo muro, los dos metros que nunca antes había saltado en una gran competición. En Londres sí los saltó. Al segundo intento. Pero había tres más por encima de esa altura. Una, Barrett, estaba tras ellas por el número de nulos. Necesitaba pasar por encima de 2,03. Por primera vez en su vida. Y lo hizo. A Beitia le quedaba un intento sobre ese terreno desconocido, un centímetro por encima de su récord de España (2,02). Pero arrancó el listón. Y su cara se convirtió en un libro.
Anna Chicherova, quien puede tener el récord del mundo en sus piernas, esos muelles que la propulsaron por encima de 2,05 para colgarse el oro, dominó todo el concurso. Dejó dos medallas. Una de plata para Barret. Una de bronce para Svetlana Skholina. Las dos que saltaron 2,03 por vez primera. La altura maldita para Beitia.
La santanderina, en la víspera del Día de Cantabria, merecía despedirse en un podio olímpico. Por su dedicación plena al atletismo durante más de una década. Siempre presente en todos los campeonatos. En pista cubierta, donde halló una cosecha enorme, seis medallas entre Europeos y Mundiales. Pero le quedaban dos retos. Saltar dos metros en una gran competición y llevarse una medalla al aire libre. Todo llegó en 2012, el año de su retirada. Pero por separado. Hace un mes se proclamó campeona de Europa en Helsinki. Y en Londres saltó los dichosos dos metros, la altura que hubiera valido un podio en otros campeonatos. Pero no en Londres.
