Michael Clark, a la izquierda con sombrero gris, durante una fiesta de las juventudes conservadoras británicas
Michael Clark, a la izquierda con sombrero gris, durante una fiesta de las juventudes conservadoras británicas

Una turbia historia de acoso sacude a los cachorros de Cameron

Dimite el expresidente tory por no haber parado a Michael Clark que abusó de jóvenes militantes

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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A Cameron le ha surgido un problema inesperado, un incendio en la cocina del partido, un dramático culebrón que denuncia al unísono y con delectación la prensa de derechas e izquierdas. Un acosador temerario campaba a sus anchas por las juventudes conservadoras, pero la cúpula tory desoyó las quejas de varios militantes, hasta que uno de ellos se arrojó a las vías del tren. Ayer rodó la primera cabeza. Downing Street forzó la dimisión como secretario de Estado de Grant Shapps, que era co-presidente del partido cuando sucedieron los hechos e hizo oídos sordos.

Mark Clarke, londinense de 38 años, casado y padre de dos hijos, ejecutivo de márketing en Unilever, protagoniza una turbia historia, uno de esos escándalos recurrentes en las cañerías del poder inglés: chantajes, sexo adúltero en la mesa de billar de un pub, acoso a un militante de 21 años que acabó en suicidio, cocaína, abusos sexuales… El problema para Cameron es que las andanzas de Clarke eran del dominio público, pero tres presidentes del Partido Conservador hicieron caso omiso a las denuncias de los militantes, que incluso se filtraron al propio acusado, quien se vengó chantajeando a sus detractores.

El primer ministro llegó a invitar al joven valor a un té en su residencia campestre de Chequers, donde se celebraría la victoria electoral. Era un modo de agradecerle su labor como activista en la campaña de mayo. El té se suspendió tras el suicidio del acosado Elliott Johnson, que se arrojó el 15 de septiembre pasado a las vías de un tren tras las presiones y humillaciones de Clarke, que lo niega todo. El partido finalmente lo suspendió de por vida la semana pasada, cuando todo era un clamor.

Ancestros caribeños

Criado en el sur de Londres, Mark Clarke es hijo de un alcohólico casi siempre ausente, de ancestros caribeños, y de una psicóloga inglesa. Estudió en un buen colegio y se graduó en Historia en Durham. Tras varios puestos como ejecutivo de márketing, descubrió la política como un modo de medrar socialmente y tuvo éxito. Era carismático, encantador, aunque un poco postizo. En 2006 se convirtió en el presidente de las juventudes tories, «Conservative Future», con veinte mil afiliados. Permaneció dos años en el cargo y lo dejó en 2008, cuando a media voz ya se le acusaba de acoso sexual a algunas militantes. Aun así, el partido corrió un velo y le dio otra oportunidad: candidato al Parlamento por la circunscripción de Tooting, en el sur de Londres. Parecía una buena apuesta, hasta el punto de que la revista «Tatler», biblia de la alta sociedad, lo recomendaba en un reportaje como futuro ministro. De ahí su mote: el Tatler Tory.

Pero Clarke perdió las elecciones frente al hijo de un conductor de bus pakistaní, Sadiq Khan, hoy aspirante laborista a la alcaldía de Londres. Para seguir cercano al poder, el año pasado presentó al partido un proyecto de apoyo callejero a la campaña de Cameron, que llamó el «Road Trip 2015». Un grupo de jóvenes repartiría folletos puerta a puerta en las circunscripciones más reñidas. Clarke le imprimió color, ataviándolos a veces con la etiqueta de Ascot: chistera y levita ellos y tocados barrocos ellas.

Ganadas las elecciones, Cameron los felicitó y anunció un «Road Trip 2020». Pero las barbaridades del Tatler Tory comenzaron a rebosar las paredes del vestuario. Elliott Johnson, de 21 años, miembro del «Road Trip», fue amenazado con violencia en un pub por Clarke, un tipo de mirada intensa y sonrisa alocada. Johnson se suicidó, pero antes dejó una nota en la que decía «he sido acosado por Mark Clarke y traicionado por Andre Walker» [otro controvertido militante que ya había sido expulsado]. Además, el chico grabó a sus acosadores.

No hicieron nada

El padre del suicida ha denunciado que el entonces presidente del partido, Grant Shapps, así como sus predecesores, «sabían desde hace años de la reputación de Clarke y no hicieron nada». El diputado conservador Ben Howlett lo apoya y asegura que en las juventudes imperaba «una cultura institucionalizada de acoso a los militantes».

La cúpula tory alega que solo conoció la situación este verano, tras el suicidio. Pero «The Guardian» acaba de destapar una carta de enero de la expresidenta del partido, Sayeeda Warsi, alertando ya a Shapps de los desmanes de Clarke. La misiva forzó ayer la renuncia de Shapps.

El folletín acumula carnaza. Durante el Road Trip, Clarke, casado y padre de familia, compartía dormitorio con India Brummitt, una chica rubia de 25 años que trabajaba para la secretaria de Estado de Transporte, asesora de Cameron. Clarke y Brummitt llegaron tan lejos que en la campaña de 2010 hicieron el amor en la mesa de billar de un pub. En otra ocasión él la abofeteó tan fuerte que le dislocó la mandíbula. Ella también ha sido expulsada.

Otro salpicado es Robert Halfon, casado y de 46 años, que acude a las reuniones del Gobierno británico como oyente. Halfon fue grabado por Clarke saliendo y entrando con su amante del East India Club, en Mayfair, barrio fino de Londres. Se ha destapado que se gastó 30.000 libras del erario público en sus estancias allí con su amiga, Alexandra Paterson. En excusa candorosa, Halfon alega que ella no se quedaba a dormir.

Clarke chantajeaba a todo compañero de partido que creía que podía interponerse en su camino. A uno lo grabó esnifando cocaína. En otro caso hizo llegar a la prensa amarilla el vídeo de un rival manteniendo relaciones sexuales. Aficionado a la serie «House of Cards», intentó hacerla real. La policía investiga el suicidio de Elliott y el futuro del Tatler Tory es lúgubre.

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