Miembros de la comunidad turca conmemoran el primer aniversario del fracaso del golpe de estado turco
Miembros de la comunidad turca conmemoran el primer aniversario del fracaso del golpe de estado turco - EFE

Un año del golpe de Estado que no pudo derrocar a Erdogan

La sublevación militar acabó con la vida de 249 turcos y la posterior respuesta del Gobierno ha llevado a la cárcel a más de 50.500 personas

Corresponsal en Estambul Actualizado: Guardar
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Épicas imágenes de civiles plantando cara a soldados, tanques e incluso a aviones de guerra pueblan las marquesinas de las carreteras turcas y las paradas de transporte público del país eurasiático. La memoria del sangriento y fallido golpe de Estado ya está presente en las calles incluso antes de que se celebren los actos oficiales durante la madrugada del sábado 15 al domingo 16 de julio.

La fallida sublevación militar producida la misma noche hace doce meses terminó con 249 personas muertas y otras 2.193 resultaron heridas. Una sangrienta y caótica noche que ha determinado el futuro reciente del país, siempre a las puertas de Europa.

Durante aquella madrugada de tensión máxima, algunos medios internacionales llegaron a informar de que el presidente Recep Tayyip Erdogan había pedido asilo político en el extranjero.

Nada más lejos de la realidad. Apenas diez minutos después de que los militares golpistas obligaran a la presentadora de la televisión pública a leer un comunicado en el que declaraban el el triunfo del alzamiento y el estado de excepción, el líder islamista consiguió pronunciarse en una televisión privada y pedir a los ciudadanos que salieran a las calles a defender el orden democrático. Al mensaje de Erdogan se unieron el de las mezquitas de prácticamente todo el país, que a través de los altavoces de los minaretes urgían a los turcos a plantar cara a los tanques.

Tras horas de incertidumbre y violencia en Ankara y Estambul, en las que el Parlamento fue bombardeado y aviones de guerra aterrorizaron a la ciudad del Bósforo sobrevolando a alturas muy bajas y rompiendo la barrera del sonido, el golpe de Estado fracasó. Erdogan se hizo rápidamente dueño de la situación y señaló a Fethullah Gülen como responsable de la asonada militar. El clérigo musulmán residente en Estados Unidos, antiguo aliado de Erdogan y líder de un poderoso movimiento social con negocios en prácticamente todo el mundo, negó y sigue negando ser el cerebro de lo ocurrido aquella noche.

Masivas purgas

Desde entonces se han desatado en Turquía unas purgas masivas en contra de los gülenistas, es decir, aquellos vinculados a escuelas, universidades, fundaciones o empresas de personas relacionadas con Fethullah Gülen. Según datos ofrecidos por el Ministerio de Justicia, desde el 15 de julio del año pasado, 50.510 personas han sido encarceladas. Entre ellos se incluyen 168 generales, 7.098 coroneles y soldados de menor rango, 8.815 miembros de los cuerpos policiales, 24 gobernadores y 2.413 miembros de la judicatura.

«Turquía ha cambiado positivamente durante el último año», explica a ABC Ibrahim Karatas, columnista del periódico progubernamental Yeni Akit. «FETO [Organización Terrorista Fethullah Gülen, manera con la que las autoridades turcas se refieren a los seguidores del polémico clérigo] era como un cáncer dentro del país. Se habían conseguido infiltrar en cada sector de la sociedad: policía, ejército, sector judicial… El 15 de julio fue la cirugía para quitarse ese cáncer».

Como forma de terminar con ese «cáncer», Ankara decretó el 20 de julio de 2016 un estado de emergenciaque todavía continúa en vigor. Bajo este marco legal extraordinario, más de 140.000 personas han sido despedidas o suspendidas de empleo por presuntos vínculos gülenistas. Una medida tan extrema que la oposición ha calificado de «golpe de Estado civil».

Ls purgas promovidas por el presidente Erdogan han alcanzado incluso a gente poco sospechosa de estar relacionada con el poderoso clérigo musulmán. Uno de esos casos es el del periodista Ahmet Sik, quien en 2010 fue arrestado por escribir un libro en el que denunciaba la infiltración de gülenistas en las instituciones públicas bajo el Gobierno del entonces primer ministro Erdogan.

«Has mencionado a este periodista izquierdista. Sí, escribió ese libro en contra de FETO, pero, curiosamente, después de ello se alió con ellos y FETO se disculpó por haber ido contra él, -responde Ibrahim Karatas. «Yo he escrito sobre él, al final resulta que no era tan inocente. Pero si sí es inocente, la justicia lo liberara. La justicia de este país es libre».

No obstante, no todos piensan como este columnista. Para otros ciudadanos turcos la justicia se ha visto golpeada tras casi doce meses de estado de emergencia. Precisamente, la semana pasada el líder de la oposición, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, completó una marcha a pie de más de 400 kilómetros, desde Ankara a Estambul, reclamando «adalet» (justicia en turco). Cientos de miles de personas le secundaron en el cierre de esta protesta.

«Desgraciadamente el país se ha vuelto más autoritario». Así valora el año transcurrido desde el golpe de Estado Istar Gozaydin, una destacada académica y profesora de derecho que ha sufrido en primera persona las purgas. Acusada de «pertenencia a organización terrorista», pasó 94 días en una cárcel de Esmirna (oeste de Turquía), y ahora espera a que su juicio continúe en septiembre. «Por ejemplo, ayer, sin ir más lejos, un grupo de defensores de los derechos humanos fueron detenidos mientras se encontraban en una reunión».

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