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Rueda de prensa multitudinaria que ofreció ayer el responable de la cárcel de Leipzig - AFP

El Gobierno alemán, en apuros por el suicidio del yihadista

La psicóloga del centro, sin experiencia previa con terroristas, mantuvo con él una conversación sin traductor, a pesar del pobre alemán del detenido

CORRESPONSAL EN BERLÍN Actualizado: Guardar
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La cadena de despropósitos que ha hecho posible el suicidio en prisión del sirio que planeó el pasado fin de semana atentar con explosivos en un aeropuerto de Berlín causó ayer en Alemania tanta conmoción como su muerte. Para empezar, el enemigo número uno de las fuerzas de seguridad alemanas no había ingresado en una cárcel de alta seguridad, sino en una prisión común de Leipzig, debido a un cruce de competencias entre juzgados. Tras ser detenido y entregado a la policía por otros tres refugiados de su misma nacionalidad en Leipzig, la normativa alemana obligaba a mantenerlo en ese distrito hasta el final del día siguiente, a la espera de una orden judicial de traslado. La orden había sido emitida puntualmente en Dresde, pero debido a la que la Fiscalía General se hizo cargo del caso, pasó una noche más esperando la segunda orden judicial para su traslado a Karlsruhe y ese margen de tiempo le dio la oportunidad de quitarse la vida.

En un primer interrogatorio, Jaber al Bakr, sirio de 22 años, declaró que los otros tres refugiados que le habían entregado estaban también relacionados con Daesh, dando a entender que estaba siendo víctima de una guerra interna. Pero ni esta declaración, cuya veracidad está todavía siendo investigada, ni el hecho de que se declarase en huelga de hambre en cuanto llegó a la prisión, indujeron al personal de la cárcel a pensar que su vida corría peligro.

Cadena de errores

La psicóloga del centro, sin experiencia previa con terroristas, mantuvo con él una conversación sin traductor, a pesar del pobre alemán del detenido, y estableció que no había peligro grave, por lo que no fue sometido a videovigilancia, ni se dispuso a un agente constantemente ante la celda. Durante la primera noche, descolgó una lámpara del techo y destrozó la cajetilla de un enchufe, pero fueron interpretados como actos de vandalismo en lugar de primeros intentos de suicidio. Los controles iniciales a su situación, cada quince minutos, fueron después espaciados en el tiempo hasta que su cadáver fue descubierto por una chica de prácticas. El director de la prisión estaba de vacaciones. Su sustituto había terminado el turno y el titular se reincorporaba por la mañana.

«Ninguno de nosotros, ni funcionarios de prisiones, ni médicos ni psicólogos, tenemos experiencia con este tipo de yihadistas auto-radicalizados», alegó el ministro de Justicia de Sajonia, Sebastian Gemkow, que calificó lo ocurrido de «una tragedia que no debió pasar, pero que pasó». El abogado del siucida, Alexander Hübner, considera sin embargo que el riesgo de suicidio era «de sobra conocido», y considera la muerte como un «escándalo judicial».

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