Duelo diario en las islas Senkaku

Patrulleras niponas se pasan el día cortando el paso a los guardacostas chinos en este diminuto archipiélago deshabitado pero rico en petróleo, que Pekín reclama a Tokio

Buques japoneses patrullan las aguas de las islas Senkaku ABC
Pablo M. Díez

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Cada día se repite el mismo duelo en alta mar. Tres o cuatro barcos de la Guardia Costera china se acercan a las islas Senkaku, controladas por Japón y reclamadas por el autoritario régimen de Pekín, que las denomina Diaoyu en mandarín. Para que no entren en aguas territoriales niponas, les cortan el paso otras dos o tres patrulleras de la Guardia Costera de Japón. Frente a frente, se pasan el día entero navegando alrededor de las Senkaku, donde el más mínimo incidente podría desatar un choque armado.

En poder de Japón desde 1895, cuando fue incorporado a la prefectura de Okinawa, este diminuto archipiélago lo forman cinco islas y tres rocas, todas deshabitadas . Uotsuri, la mayor de ellas con casi cuatro kilómetros cuadrados, acogió desde 1896 hasta 1940 una planta de bonito y plumas de albatros del empresario japonés Tatsuhiro Koga que, en su momento de máxima actividad, llegó a albergar 248 trabajadores y 99 casas. Tras la derrota de Japón en la II Guerra Mundial (1939-1945), las Senkaku quedaron bajo la administración del Ejército de Estados Unidos, al igual que el resto de la prefectura de Okinawa, hasta su devolución a Japón en 1972.

Pero, tras un informe de la ONU avisando de «su gran potencial de reservas submarinas de petróleo» , Pekín empezó a reclamarlas en la década de los 70 y las ha convertido en una cuestión de orgullo nacional. A 330 kilómetros al este de China y 170 al nordeste de Taiwán, este archipiélago desierto es uno de los principales motivos de confrontación entre Pekín y Tokio, que las administra desde el municipio de Ishigaki, una bonita isla de 50.000 habitadas situada a 170 kilómetros que vive del turismo y la pesca.

«Nos gustaría desarrollar las Senkaku para el turismo, con barcos que se acerquen a ellas sin desembarcar, y también llevar a cabo investigaciones científicas», explica a ABC el alcalde, Yoshitaka Nakayama. Aunque pertenece al partido del Gobierno, cree que «Tokio debería ser más fuerte en la reclamación del territorio nacional» y está convencido de que hay petróleo alrededor de las Senkaku. «Como China ha montado plataformas petrolíferas en la línea divisoria, Japón debería hacer lo mismo y explotar sus propios recursos», propone el alcalde.

Según una responsable del Ministerio de Exteriores nipón, China tiene ya 16 plataformas en la zona , algunas dentro de las 200 millas náuticas que reclama Japón y otras justo fuera de su zona económica exclusiva. «De doce de ellas salen llamas, lo que indica que podría haber petróleo. Pero Japón no hace lo mismo para no alterar el statu quo», señala la funcionaria.

Con esa misión, la Guardia Costera nipona mantiene tres patrulleras vigilando constantemente las Senkaku y otras 13 listas para zarpar en Ishigaki. «Ha habido disputas y escaramuzas en torno a estas islas y se teme que puedan desencadenar un conflicto», alerta Hiroaki Ohdachi, portavoz de la Guardia Costera. Al duelo diario de las patrulleras de ambos países se suma que, hasta julio, 63 barcos chinos habían entrado 17 veces en las doce millas náuticas de Japón. Ahora que se ha levantado la veda en China, Ohdachi teme la llegada masiva de barcos pesqueros chinos protegidos por sus guardacostas, como ocurrió en agosto del año pasado.

«Los pescadores chinos son peligrosos porque van armados con arpones y se muestran muy agresivos», denuncia Kokichi Irabu, vicepresidente de la Cooperativa Pesquera de Ishigaki, junto a cinco marineros locales. Sin embargo, su mayor queja es contra un acuerdo de pesca con Taiwán en el que creen que «Japón ha cedido demasiado» . Para compensarlos, el Gobierno les apoya con un fondo de 11.000 millones de yenes (84 millones de euros), que se destina entre otras cosas a abonarles diariamente 100.000 yenes (765 euros) a los barcos pesqueros que patrullen mientras faenan, grabando las incursiones de buques extranjeros en las zonas en disputa.

«Aunque la situación ha mejorado desde 2014 y Pekín está más centrado ahora en el Mar del Sur de China, hay una posibilidad de que tome las islas si Japón baja la guardia», advierte Akio Takahara, profesor de la Escuela de Derecho y Política de la Universidad de Tokio.

Para impedirlo, Japón está reforzando sus islas más remotas. «Cada vez se siente más la amenaza china», asegura Yoshiyuki Toita, secretario general de la Asociación para la Defensa de Yaeyama, grupo civil formado por 120 miembros y 40 empresas que fomenta el reclutamiento en las Fuerzas de Autodefensa. Actualmente, Toita está haciendo campaña a favor de la construcción de un cuartel en Ishigaki que tendría entre 500 y 600 soldados y baterías antimisiles, lo que ha dividido a la sociedad. «Ya hay una base de radares con 150 efectivos en la vecina isla de Yonaguni y el cuartel general estará operativo en Miyako a partir de 2020 con entre 600 y 700 militares», explica Toita. Mientras llegan estos refuerzos, sigue el duelo diario en las disputadas Senkaku.

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