Los demócratas acusan al director del FBI de saltarse la ley para influir en la votación

El presidente Obama multiplica sus mítines en apoyo de Clinton para frenar la subida de Trump

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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El tsunami electoral por los nuevos emails de Hillary Clinton no cesa. La candidata demócrata intenta variar el relato de una campaña que se ha vuelto contra sus intereses en el peor momento. A una semana de la elección presidencial, el ruido alrededor de la última revelación del director del FBI, James Comey, no termina de apagarse. Emerge una guerra política previa en el seno de la Agencia de Investigación; se aparta provisionalmente de la campaña la asesora personal de Clinton, Huma Abedin, de cuyo ordenador parten los enigmáticos nuevos correos, y se aprieta como un puño la diferencia con Donald Trump en las encuestas. Los nervios demócratas se traducen en una andanada de críticas a Comey, a quien acusan de saltarse la ley y variar el curso de la campaña.

El presidente Obama, mucho más comprensivo con el considerado ya enemigo público número uno por su partido, pasa a la acción y echa el resto con seis mítines en cuatro días, a los que seguirán otros durante el fin de semana. Empieza pues la cuenta atrás.

Los sondeos no son definitivos sobre cómo afectará el renovado caso de los emails. Tres de cada diez admiten que puede inducir de alguna forma a su elección final, aunque sólo un 6% lo habría decidido ya. En intención de voto, la ventaja de Clinton se ha reducido al mínimo, hasta 2,5 puntos en la media aritmética de todas las encuetas. Con un empate técnico en Florida, uno de los estados decisivos. Mientras el FBI procede ya a la revisión de los 650.000 correos, una cantidad que hace casi imposible que se pueda arrojar alguna luz antes de la votación, Comey está en la diana de algunos medios, columnistas, exfiscales generales y antiguos miembros de la Agencia de Investigación.

Pero sólo de los afines a los demócratas. En julio, el director del FBI, que fue criticado por los republicanos por su decisión de no recomendar una actuación penal contra Hillary tras la investigación de los e-mails de su servidor privado, ahora es despellejado por el bando rival. Al frente, el líder de la minoría demócrata en el Congreso, Harry Reid, quien asegura que Comey «ha cometido una ilegalidad». El presidente Obama terminó siendo ayer el mayor valedor del director del FBI. Aunque el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Josh Earnest, dejó entrever un malestar por la ruptura de la «tradición histórica» de no informar de estos asuntos en la campaña, transmitió un «apoyo pleno» y una «alta estima» del presidente hacia Comey, quien, a su juicio, «no intenta influir en la campaña». Y no digamos nada de Trump, que en un ataque de apoyo al establishment que tanto ha vituperado, ahora confía totalmente en el FBI y en su director.

Guerra en la Agencia

El agrio asunto ha destapado una guerra política en el seno de la Agencia con la vista puesta, esta vez sí, en el resultado electoral. Según unos medios, habría habido presiones desde hace semanas para que la Agencia investigara en mayor medida la Fundación Clinton. Según otros, Comey fue informado muy tarde por su propio equipo de los nuevos e-mails, al parecer intencionadamente, lo que explica que no hubiese habido una petición de autorización al juez para proceder a su revisión. El hecho es que unos e-mails encontrados en el ordenador de Abedin y de su exmarido, el excongresista dimitido e investigado por un presunto delito sexual, pero de los que se desconoce hasta qué punto implican a la candidata demócrata, se han convertido en su pesadilla final de campaña.

El presidente Obama va a intentar ahora que el foco vuelva a centrarse en el riesgo de que el rival republicano, Donald Trump, pueda terminar ganando la elección. Su agenda de mítines para movilizar al electorado no puede ser más apretada, y en aquellos estados que pueden resultar decisivos para el curso de esta inédita elección presidencial. Hoy, en Columbus (Ohio); mañana en Raleigh (Carolina del Norte); el jueves, doblete, en Miami y Jacksonville (Florida), y el viernes, en Fayetteville y Charlotte (también Carolina del Norte). El acento de Obama en este estado no es casual. Carolina del Norte puede ser crucial esta vez, algo así como un muro de contención frente a una acometida de Trump. De acuerdo con los cálculos que se hacen ahora mismo encuestas en mano, si el magnate vence en la disputada Florida, una victoria también en la norteña de las dos Carolinas le acercaría a la elección. En este estado va a ser determinante el voto de la amplia población afroamericana, que, según los datos del voto anticipado, se está movilizando a favor de Hillary bastante menos que a favor de Obama en los años 2008 y 2012.

El llamado «early voting» ha llevado a las urnas ya a más de 23 millones de estadounidenses, de los que la mitad pertenece a los estados decisivos. Se calcula que el día de la elección, el 8 de noviembre, habrán votado tres de cada diez electores. Los sondeos sobre quienes han votado arrojan algunas conclusiones: al contrario que los afroamericanos, los hispanos están más movilizados que en anteriores elecciones presidenciales, mientras que también la participación de los jóvenes sería menor.

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