Obama con la enfermera que contrajo el ébola, Nina Pham, el pasado viernes en la Casa Blanca
Obama con la enfermera que contrajo el ébola, Nina Pham, el pasado viernes en la Casa Blanca - reuters

Ofensiva republicana para humillar a Obama en los comicios del próximo martes

Los conservadores aspiran a controlar el Senado y la Cámara de Representantes, desde donde podrán torpedear las principales iniciativas del presidente

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Estados Unidos ha entrado en la recta final de las elecciones legislativas del próximo martes, 4 de noviembre, en las que se prevé un avance de los republicanos, que intentan anular la capacidad de maniobra de Obama en el interior del país y complicar lo más posible sus dos últimos años en la presidencia.

Si ya meses atrás se contaba con una posible victoria republicana, los acontecimientos de las últimas semanas —lucha poco efectiva contra los yihadistas del Estado Islámico y miedo a la extensión del ébola— parecen haber consolidado la tendencia. Una encuesta publicada ayer por NBC/WSJ daba a los republicanos un apoyo del 46% frente al 42% de los demócratas, distancia que llega a ser de once puntos en el caso de votantes «probables».

Lo más significativo de ese sondeo es que el 53 por ciento de los simpatizantes del Partido Demócrata aseguran que los acontecimientos de las últimas semanas les hacen ver de modo menos favorable a esta formación.

El próximo martes se celebra lo que en Estados Unidos se conoce como «midterm elections». Cada dos años se elige toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Esas elecciones quedan algo escondidas cuando coinciden con las presidenciales, pero alcanzan todo su valor político cuando tienen lugar a mitad del mandato presidencial.

En este último caso tienden a recoger cierto voto de castigo contra el ocupante de la Casa Blanca. Ocurrió en 2010, cuando los republicanos tomaron el control de la Cámara de Representantes a rebufo del éxito del Tea Party (los demócratas lo tenían desde las «midterm» de 2006, ganado contra George Bush). Ahora pueden ampliar esa mayoría y hacerse con la del Senado.

Si los republicanos logran tomar las riendas en los dos hemiciclos del Congreso, Obama quedará reducido claramente a la condición de «pato cojo», como se denomina en la jerga política estadounidense la fase final de un presidente ya sin iniciativa. Algunos analistas, sin embargo, estiman que quizás se aprueben más leyes que en el periodo previo, ya que los republicanos estarán interesados en labrar su imagen de cara a las presidenciales de 2016. En concreto se apunta a la conveniencia para los republicanos de aprobar la reforma inmigratoria, a la que hasta ahora se oponen.

La baja popularidad de Obama (alrededor del 40 por ciento de aceptación) ha llevado a lo que «The New York Times» ha llamado «pánico demócrata». La petición a Obama de muchos candidatos de su partido de que no se acerque a sus distritos electorales para participar en la campaña es realmente notorio. George W. Bush tampoco fue requerido por muchos candidatos republicanos en 2006, en medio de la guerra de Irak, pero en el caso de Obama el distanciamiento ha llegado más lejos. Ha habido candidatos demócratas que se han negado responder a la pregunta de si votaron por Obama.

En la diana de todos

El presidente tampoco se lo está poniendo fácil a su partido. Ha aceptado limitarse a aparecer junto a algunos candidatos a gobernadores (el martes se eligen también 36 de los 50 gobernadores estadounidenses, pero quedan al margen de la batalla por las dos cámaras del Congreso, que es donde está el principal pulso político) o junto a ciertos senadores sin problemas de reelección. Pero al mismo tiempo ha advertido, aparentemente llevado por cierto despecho, que quienes ahora miran para otro lado han estado defendiendo sus mismas políticas.

«Toda esa gente ha votado conmigo», dijo en un programa de radio, en referencia a los candidatos demócratas. Y en uno de sus discursos públicos indicó que son sus políticas como presidente las que «están en la papeleta de voto». Cuando todos en el Partido Demócrata están haciendo un esfuerzo por presentar cada batalla electoral como algo local, con las especificidades propias de cada sitio, Obama hacía el juego al Partido Republicano, que ha centrado en la persona del presidente los principales mensajes negativos. HastaDavid Axelrod, artífice de las victorias electores de Obama, reconoció que esas declaraciones habían sido «un error».

Símbolo del desplome de la buena estrella de Obama, según destacó la semana pasada «The Washington Post», fue la poca atención que le prestaron los asistentes a un mitin en Maryland. Antes de que terminara su intervención, muchos comenzaron a abandonar la sala.

Tampoco Michelle Obama, en otras ocasiones muy activa en la campañas electorales, está teniendo especial protagonismo. Incluso ha tenido un «resbalón». En una visita a Iowa para apoyar a Bruce Braley, candidato demócrata al Senado, la primera dama se refirió a él repetidamente como «Bailey». La siguiente vez que viajó a ese estado, Michelle Obama bromeó sobre su error, pero cuando la Casa Blanca distribuyó la transcripción de sus palabras, en ella se decía que Braley era candidato a gobernador.

A los republicanos les favorece el hecho de que en las elecciones legislativas de mitad de mandato, que no cuentan con el efecto movilizador de ir acompañadas de unas presidenciales, suele haber una mayor participación del voto republicano. En concreto, se constata un mayor porcentaje de votantes que son de raza blanca y jubilados.

En las de 2010, el 77 por ciento de quienes emitieron el voto eran blancos no hispanos, cuando esa raza suponía el 64 por ciento de la población; el 24 por ciento fueron personas de más de 65 años, también claramente por encima del 13 por ciento que supone ese grupo de edad entre la población estadounidense. Los distritos con mayor número de jubilados están en Florida, estado que por su buen tiempo atrae a la tercera edad de todo el país, al menos estacionalmente; en la mayoría de ellos ganan los republicanos.

La economía no basta

Pero basar en esto último la ventaja electoral republicana que pronostican las encuestas para el día 4 es pasar por alto la principal cuestión: para muchos estadounidenses lo que se vota el martes es la gestión de Obama, y esta no goza de elogios, razón por la que los candidatos demócratas tratan de distanciarse de la Casa Blanca. Según un sondeo de Gallup, el 52 por ciento de los votantes quiere aprovechar la ocasión para votar sobre el presidente, el 32 por ciento para expresarle su rechazo y el 20 por ciento para manifestarle apoyo.

Un estudio de Pew Research indicó la semana pasada que el 65 por ciento de los ciudadanos están descontentos sobre cómo marcha el país, siendo la política exterior y de seguridad uno de los puntos de mayor desagrado. El 47 por ciento de los estadounidenses creen que los republicanos harían mejor trabajo en la lucha antiterrorista, lo que supone diecisiete puntos por delante de los demócratas.

Ni siquiera la recuperación económica está jugando a favor del presidente. Todo indica que esa mejoría no se está reflejando en la intención de voto. Aunque el paro descendió en septiembre al 5,9 por ciento, la lenta recuperación ha impedido que la salida de la crisis haya generado un especial optimismo social.

Además, en las últimas semanas ha descendido la confianza de la ciudadanía en relación al modo con que la Administración Obama se ha ocupado de la emergencia del ébola.

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