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Un paracaidista de la 101ª, antes de partir hacia Normandía - ABC
Carentan

Carentan: La épica batalla que enfrentó a la 101ª Aerotransportada y a la élite de los paracaidistas alemanes el Día D

El director Laureano Clavero ha recreado en un pequeño pueblo de Cataluña el asalto norteamericano a la ciudad de Carentan para una sesión fotográfica. Por ello, repasamos esta olvidada contienda

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Decir « Día D» evoca en los amantes de la historia una serie de cruentas imágenes. La mayoría, de soldados norteamericanos siendo masacrados mientras pisan la arena de las playas del norte de Francia. Sin embargo (y a pesar de que las primeras horas de la Operación Overlord provocaron una gigantesca oleada de heroicidades) los días posteriores al Desembarco de Normandía suelen quedar difuminados en las páginas de los libros.

Y todo ello, a pesar de que en ellos se vivieron batallas determinantes para la historia de Europa como la que enfrentó a paracaidistas norteamericanos y a sus homólogos alemanes por la ciudad de Carentan. Un punto clave en el devenir del desembarco y que, tras una ingente cantidad de balas y muertes, acabó bajo bandera estadounidense.

Hasta ahora, esta contienda había sido pasada por alto en nuestro país (de hecho, poco se ha escrito sobre ella en español). No obstante, a finales del pasado mayo volvió a estar de actualidad gracias al popular director Laureano Clavero y a la productora « MIRASUD PRO». Y es que, esa fue la fecha en la que el también fotógrafo transformó un pequeño pueblo abandonado de Tarragona en Carentan como parte de su último proyecto.

La iniciativa consiste en llevar a cabo una serie de sesiones fotográficas recreando tres de las contiendas más destacadas de los Estados Unidos en la lucha contra Hitler: la ya comentada batalla de Carentan; el ataque de los Rangers americanos de las baterías nazis en el Día D (la cual se materializará en noviembre) y la defensa de Bastogne. En el caso que nos ocupa, el artista ha contado con la participación de varios grupos de recreación histórica: la « First Allied Airborne Catalunya», la « Airborne Lleida 101 Division Easy Company» y la « Asociación Normandía 101 de Benicarló».

PUEDES LEER MÁS SOBRE EL PROYECTO DE LAUREANO EN LA SIGUIENTE NOTICIA, QUE PUBLICAMOS HOY

La 101ª División Aerotransportada aterriza en Cataluña comandada por Laureano Clavero

El Día D

«La flota de invasión apareció en el horizonte como una ciudad gigantesca de grandes edificios en el mar, una cosa enorme». Así es como definió el «Obergefreiter» Alfred Sturm (un cabo primero del ejército alemán) el colosal número de buques que vio arribar a las playas de Normandía el 6 de junio de 1944.

Otro soldado se limitó a decir, simplemente, que la flota «se extendía frente a nuestra costa hasta donde alcanzaba la vista». Una afirmación que, no por ser más sencilla, dejaba de ser cierta. Y es que, los aliados habían reunido la friolera de 160.000 soldados y 7.000 barcos (6.939 según el historiador Chris Mann) para romper las defensas costeras dirigidas por el mariscal de campo germano Erwin Rommel y liberar por fin Europa del yugo nazi.

Para organizar la ofensiva, el mando combinado dividió el norte de Francia (el objetivo final de las fuerzas) en cinco zonas de desembarco: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword (ubicadas de izquierda a derecha de la costa gala). Conquistar las dos primeras sería tarea de las fuerzas norteamericanas. Los ingleses, por su parte, se encargarían de hacer lo propio en la tercera y la quinta. Finalmente, los canadienses tendrían la responsabilidad de acabar con la resistencia germana en la última zona.

Todos y cada uno de estos hombres se enfrentarían a unas defensas nazis mermadas, pero bien posicionadas. «Los alemanes habían desplegado cinco divisiones de infantería, una división aerotransportada y una división de tanques y tenían la ventaja en el posicionamiento de batalla», explica el « UU.EE. Holocaust memorial museum».

No obstante, muchas de las unidades alemanas contaban con una experiencia mínima en combate o sufrían de algunos problemas físicos. «Al “Muro Atlántico” los alemanes enviaron muchas unidades que, realmente, no eran aptas para el combate en otros frentes. Rommel consideraba que, al tener solo que defender una posición, podían solventar la situación. Así pues, había unidades con soldados mayores de 45 años o enfermos con problemas gastrointestinales» explica, en declaraciones a ABC, Joan Parés, miembro del grupo de recreación histórica « First Allied Airborne Catalunya» (especialistas en la 101ª División Aerotransportada y colaboradores en el proyecto fotográfico de Laureano Clavero).

Las órdenes de los «paracas»

Sin embargo, para cuando el sol desplegó sus rayos dando paso al 6 de junio (el momento en el que los barcos iniciaron la mayor invasión marítima de la historia) unos 23.000 hombres ya habían comenzado su ataque sobre Normandía. Estos aguerridos militares eran aquellos pertenecientes a las unidades aerotransportadas aliadas, y tenían unos objetivos determinantes para el éxito de los compañeros que iban a desembarcar en el norte de Francia: aterrizar tras las líneas de defensa germanas, tomar los puentes ubicados en retaguardia para evitar que los refuerzos nazis llegaran a las playas, neutralizar los cañones contrarios ubicados a varios kilómetros de la zona de desembarco, y -por descontado- acabar con cualquier enemigo que viesen en su camino.

Las unidades designadas para estas misiones fueron, por el lado americano, las Divisiones 82ª y 101ª (esta última, de reciente creación y entrenada específicamente para asaltar las playas de Normandía).

«El plan era que los paracaidistas de la 82ª cayeran a ambos lados del río Merderet para asegurar las localidades de Saint-Mére-Église. De este modo, habrían cortado la línea ferroviaria que conducía a Cherburgo. También debían conquistar varios puentes […] para que las fuerzas llegadas por mar avanzaran con rapidez. […] La 101ª, que saltaría más cerca de la playa de Utah, sería la encargada de ocupar las carreteras elevadas que conducían a ella a través de los pantanos inundados de agua, así como los puentes y una esclusa del río Douve», explica el historiador Antony Beevor en «El Día D».

A su vez, la 101ª División recibió las órdenes de arrebatar a los alemanes Sainte-Marie-du-Mont (ubicada en la retaguardia de la zona de desembarco Utah) y apoderarse posteriormente de la pequeña población de Carentan lo antes posible. La razón fue que el mando había establecido que, debido a su ubicación, este pueblecito sería el punto en el que se unirían las fuerzas norteamericanas tras asegurar Utah y Omaha. Todo ello para partir, posteriormente, hacia el interior de Europa.

En esta operación, tal y como explica el «Centro histórico paracaidista del Día D», participaron un total de 2.000 hombres. «El 1er y el 2º batallón del 506º Regimiento [de la 101ª], el 3er batallón del 502º y el 1er batallón del 401º Regimiento de Planeadores fueron designados para esta misión», explica la divulgadora histórica Susan Bryant en «Screaming Eagles». No obstante, también participarían en la batalla otras unidades (algunas del 501º).

Un salto desastroso

En la noche del 5 al 6 de junio de 1944, la 101ª División Aerotransportada fue llevada en volandas mediante aviones de transporte hasta la retaguardia de las líneas alemanas. Sus primeras horas en el aire fueron desesperantes, pues los pilotos de los aeroplanos tuvieron que enfrentarse al fuego de las baterías antiáereas germanas.

«En el Día D hubo cierto caos. Todo ocurrió porque los pilotos americanos de transporte siempre habían sido tratados como aviadores de segunda. Para ellos eran meros transportistas que no solían recibir entrenamiento para la batalla. Muchos entraron por primera vez en combate en el Desembarco de Normandía y se encontraron con un fuerte fuego de artillería que les iba derribando. Eso provocó que cometieran errores como dar la luz verde [permitir a los paracaidistas que saltaran] a velocidades muy altas y a alturas muy bajas. Un soldado escribió, por ejemplo, que varios de sus compañeros saltaron a tan baja altura que no pudieron abrir los paracaídas y se estrellaron haciendo un ruido similar al de calabazas estallando contra el suelo» explica, en declaraciones a ABC, Parrés.

El desconcierto hizo que una buena parte de los soldados fueran desperdigados por toda la costa de Normandía sin ton ni son (no pocos a muchos kilómetros de las zonas que debían conquistar); perdieran una buena parte de su equipo en los saltos; y -en muchos casos- murieran antes siquiera de pisar tierra.

Aquel contratiempo provocó también que los «paracas» no pudieran reunirse en grandes fuerzas de combate con las que asaltar las posiciones alemanas. Por el contrario, los miembros de la 101ª (al igual que la 82ª) tuvieron que juntarse en pequeños grupos y atacar a los nazis como si fueran comandos.

Con todo, las baterías germanas también dieron lugar a momentos curiosos como los protagonizados por el capitán Francis Sampson, capellán de la 101ª. Este religioso cayó por error sobre una marisma y, con el ajetreo, perdió su misal bajo las aguas y el barro. ¿Cuál fue su reacción? Tal y como afirma Cornelius Ryan (presente en el Día D) en su obra « El día más largo», obviar el fuego enemigo y bucear «repetidamente buscando el saco que contenía sus objetos de culto».

Hacia Carentan

Más allá de los curiosos saltos que se produjeron durante el Día D, tras el desconcierto inicial (y después de organizarse en regimientos) los miembros de la 101ª se pusieron manos a la obra. Así fue como partieron desde Sainte-Marie-du-Mont (su principal lugar de aterrizaje) hasta el siguiente pueblo, Saint-Côme-du-Mont, ubicado a menos de 8 kilómetros de la posición.

En aquella región los combates fueron sumamente cruentos debido como se explica en la obra « Utah Beach to Cherbourg, 6 - 27 June 1944») al fuego de «armas de pequeño calibre, ametralladoras y a los disparos de los antitanques y cañones de 88 mm». A pesar de todo, los paracaidistas (entre los que se destacaron los miembros del 3er batallón del 501º) lograron conseguir que los alemanes (la mayoría, también paracaidistas germanos a las órdenes del «Major» Von der Heydte) se retiraran hasta Carentan. Por entonces, el calendario marcaba ya el 8 de junio de 1944.

Así narró el mismo Heydte aquella huida hacia el pueblo: «Fue al segundo o tercer día cuando a todas las fuerzas que estábamos al norte de Carentan, [...] se nos mandó retirarnos hacia el sur, ante el temor de que nos rodearan. Los americanos atacarían hacia el oeste y tal ataque podría colocarles al sur y detrás de mi. Por ello pensé que no tenía ningún sentido el permanecer en St. Come du Mont y que era preferible, en su lugar, defender Carentan. En mi opinión, ésta localidad era mucho más importante. ¿Pero como demonios podríamos llegar a Carentan? Todos los puentes habían sido volados. Por eso […] tuvimos que meternos en el agua. Nos cubría hasta el pecho y teníamos que llevar las armas pesadas con nosotros. Pero no teníamos más remedio que hacerlo así».

Las defensas de Carentan

Después de la pérdida de Saint-Côme-du-Mont, Carentan (enclave de vital importancia para los estadounidenses y -por ende- para los alemanes) acabó traba defendida por dos regimientos de paracaidistas alemanes. Los llamados Fallschirmjäger. Ambos al mando de Heydte. En principio (durante los años en los alemanes habían dominado Europa), unidades de élite entrenadas para llevar a cabo todo tipo de operaciones especiales.

«Formaban una tropa de élite basada en el alistamiento voluntario, la instrucción y el espíritu de cuerpo. Características todas ellas imprescindibles, puesto que las condiciones técnicas del salto de combate, en pequeños grupos, debían hacerlos capaces de poder tomar por sí mismos decisiones de gran importancia para la marcha de las operaciones», explican los divulgadores históricos Miguel del Rey y Carlos Canales en su obra « Fallschirmjäger» (editada por Edaf).

Sin embargo, durante el Día D las principales fuerzas de Heydte estaban formadas por soldados novatos pertenecientes al 6º Regimiento Paracaidista. «Para entonces, ni la formación de los paracaidistas era ya la adecuada para ser considerados auténticos Fallschirmjäger, ni la aviación alemana tenía posibilidades de lograr el control del espacio aéreo», añaden los expertos.

Además, las unidades habían quedado mermadas durante los combates en las regiones cercanas. «El 2º batallón llegó con bajas. Del 1º, aniquilado durante la retirada, solo pudieron regresar a Carentan 25 paracaidistas», determinan los españoles.

A pesar de ello, estos hombres tenían de su parte el número (eran 6.500 efectivos, según el «Centro Histórico Paracaidista») y la historia, pues los Fallschirmjäger habían participado a lo largo de la Segunda Guerra Mundial en batallas como la de Montecassino donde habían demostrado su destreza. Por si fuera poco, Heydte había recibido la orden del mismísimo Rommel (quien, a su vez, la había escuchado de los labios de Hitler) de resistir «hasta el último hombre» en Carentan.

Primer contacto

Poco después de hacer retroceder a las fuerzas alemanas hasta Carentan, la 101ª División Aerotransportada hizo los preparativos para asaltar la ciudad. Algo difícil, pues la situación del pueblo (construido sobre varios ríos) hacía que, prácticamente, solo se pudiese acceder a él mediante cuatro puentes construidos en línea.

De ellos, los primeros habían sido derrumbados. Y el último, por su parte, había sido bloqueado. «El 9 de junio, el Coronel Sink -del 506º- hizo un reconocimiento de las afueras de la ciudad. Un avión informó de que la ciudad había sido evacuada [de civiles] y que habían sido volados sus accesos», se determina en la obra «Utah Beach to Cherbourg, 6 - 27 June 1944».

El ataque, a pesar de todo, se ordenó. Y la unidad encargada de llevarlo a cabo fue el 3er batallón del 502º regimiento de la 101ª División Aerotransportada. Este grupo, al mando del Coronel Cole. Cuando el reloj dio aproximadamente la media noche del día 9, una patrulla se dirigió en barco hasta el cuarto puente (el que daba acceso a las afueras de la ciudad) para ver en qué condiciones se encontraba. Para su desgracia, había sido bloqueado con un artilugio metálico (una «puerta belga»).

Ataque inicial

Tras informar de la situación en la que se hallaba el terreno, se estableció que se lanzaría el ataque esperado en la tarde del día 10. Un asalto que se llevaría a cabo con apoyo de artillería.

Gracias a una pasarela, los norteamericanos lograron superar los primeros puentes. No obstante, los alemanes, que de tontos no tenían ni un pelo de la «kartoffel», esperaron hasta que la línea de los «paracas» americanos estuvo sumamente extendida para disparar sus conocidas ametralladoras MG42 desde una casa de campo ubicada más allá del último puente.

Así fue como se desató el infierno y comenzó un tiroteo gigantesco que provocó que la 101ª viera su avance sumamente ralentizado. Para terminar el día, además, se unieron al combate dos aviones nazis. Algo sumamente extraño en aquellos días debido a que el dominio de los cielos era totalmente aliado.

A la carga

A las cuatro de la madrugada del 11 de junio, y tras lograr acabar con el obstáculo que impedía el paso por el puente número 4, se ordenó al 3er batallón del 502º tomar por las bravas aquella casa de campo infernal que daba acceso a la ciudad de Carentan. Cansado de tanto disparo para arriba, y ametralladora para abajo, Cole ordenó a sus hombres cargar con la bayoneta calada contra la dichosa posición.

Al las 6:15, Cole hizo sonar su silbato y dirigió el asalto. De los 250 hombres que deberían haberle seguido, tan solo 20 se levantaron para acompañarle. Aunque 50 más se unieron después. Al menos, así se afirma en «Utah Beach to Cherbourg, 6 - 27 June 1944»: «A pesar del desorden inicial, los hombres avanzaron hasta la casa de campo».

El combate siguiente, tanto en la casa como en las inmediaciones de la misma, fue brutal tanto para los Fallschirmjäger y para los hombres de la 101ª. Con todo, los norteamericanos lograron finalmente abrirse paso a base de cuchillos y granadas. Cuando el humo se disipó y los gritos cesaron, los estadounidenses habían logrado tomar la posición, pero las bajas habían sido tan sumamente brutales que Cole solicitó ser reforzado con otra unidad.

A partir de ese momento comenzó una nueva pesadilla para los americanos. Y es que, aunque habían logrado conquistar un enclave de suma importancia para acceder posteriormente al centro de Carentan, tuvieron que resistir una serie de sangrientas embestidas de los «paracas» nazis. «La lucha fue tan dura que […] entraron en el pueblo 700 hombres y la noche del 11 solo quedaban 132», destacan los autores españoles. En la tarde del día 11, los estadounidenses sometieron a los alemanes a un intenso fuego de artillería.

Mientras todo aquello sucedía, los hombres del 327º Regimiento de Infantería Aerotransportada (reforzados por el 1er batallón del 401º de Infantería Aerotransporada) avanzaron hacia el sur para tratar de entrar en Carentan. Terminaron el desplazamiento a última hora de la tarde y crearon un perímetro defensivo para atrapar a los paracaidistas enemigos en un movimiento de pinza cuando recibieran la orden de ataque.

Posteriormente fueron reforzados por más paracaidistas. Otro tanto hicieron los combatientes del 501º y el 506º. Los momentos finales se acercaban para los defensores de la ciudad. Los alrededores habían sido tomados y solo era cuestión de tiempo que las defensas flaqueasen.

La retirada alemana

Sin comida y con un gran número de bajas a sus espaldas, Heydte entendió que todo estaba perdido y ordenó la retirada. La fecha en la que se tomó esta decisión genera a día de hoy controversia. Así pues, Beevoor afirma que la marcha se sucedió el día 10; Canales y del Rey sentencian que fue el 11 y, finalmente, otras tantas fuentes hablan del 12.

«Heydte tenía escasez de municiones y no podía establecer contacto con el Cuartel General […] así que ordenó al 6º regimiento paracaidista que se retirase. […] Su retirada debía ser protegida por una retaguardia, encargada de mantener a raya a los paracaidistas americanos la mañana siguiente», determina Beevor. Fuera como fuese, cuando los americanos iniciaron su asalto, apenas tuvieron que enfrentarse a 80 enemigos. Habían ganado la batalla de Carentan.

Por su parte, Heydte (cuya defensa le granjeó a sus hombres el apodo de «Los leones de Carentan») tuvo que enfrentarse a una vergüenza mayor que la de retirarse: la de ser denigrado por sus superiores. «Por la noche, mientras estaba realizándose la retirada, el Brigadeführer Ostendorff, al mando de la 17ª División de Granaderos Acorazados de las SS Götz von Berlichingen, apareció en el puesto de mando de Heydte, haciéndole saber que [la unidad] había pasado a sus órdenes. Debían conservar Carentan a toda costa. Heydte dijo que ya había ordenado la retirada, pues desconocía que la 17ª de las SS estaba de camino», añade Beevor. El oficial se quejó de no haber sido avisado, pero el alto mandó le reprochó haber huido.

¿Reconquista?

El 13 de junio, ávido de arrebatar Carentan a los paracaidistas americanos (y a sus pertinentes refuerzos) los alemanes recién llegados trataron de recuperar la ciudad. Pero poco pudieron hacer. Y es que, la aparición de la 2ª División Acorazada (formada principalmente por carros de combate Sherman), al mando del general de brigada Rose decantó la batalla del lado estadounidense.

Después de ello, los ojos se posaron en Heydte. «Aunque acusado de cobardía, Heydte se libró del consejo de guerra poruque acababa de ser condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble», añade Beevor.

Desde entonces, se reconoce a nivel internacional la valentía de los paracaidistas americanos en la toma de Carentan. Un coraje que no se concede a los alemanes defensores. Por ello, hace pocos años, uno de los germanos supervivientes al ataque (Jo Dahms) publicó un libro recordando que, a pesar de que defendían a Hitler, el valor militar de sus compañeros.

«Lejos de las escenas de espectacularidad de la invasión, el 6º Regimiento Paracaidista se batió día y noche, abandonados a su suerte y sin víveres, viviendo el más sangriento combate de su historia. Unido en la vida y la muerte a su comandante, fue la única unidad cuya intervención en la zona del Desembarco de Utah fue ininterrumpida. Pese a la superioridad en material y en número del enemigo, el avance de las tropas aliadas pudo ser momentáneamente detenido. La energía con la que el 6º Regimiento hizo frente a la potencia enemiga permitió retrasar el reagrupamiento [la unión] de los cuerpos de ejército de Utah y Omaha durante más de diez días».

Todo ello, según determina el alemán, a pesar de que las fuerzas enemigas eran entre cuatro y cinco veces superiores.

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