Hasta que comenzara a correr con De la Rosa en el equipo Sauber, Kamui Kobayashi era un desconocido para la afición española. Había disputado con Toyota dos carreras la campaña anterior, alcanzando buenos resultados, pero empezó a destacar cuando se convirtió en aquel piloto capaz de ponerle las cosas muy difíciles al barcelonés. Y es que el nipón fue mejor, al menos con la estadística en la mano, en sacar rendimiento de un coche con muy poco potencial. También superó a Nick Heidfeld cuando a partir del Gran Premio de Singapur el germano sustituyó a De la Rosa.

Todos los expertos coinciden en que su forma de adelantar fue la clave para conseguir sus 32 puntos de la temporada. Una cifra nada mala para ser su primera campaña completa. De ser un «loco» (así lo definió Jenson Button en el estreno del japonés) pasó en medio año a ser uno de los grandes atractivos de la F1.

Kamui, un tipo muy simpático, dio en una entrevista su particular visión sobre sus espectaculares adelantamientos: «Como tengo los ojos rasgados no veo a los rivales y arriesgo más que los demás». La broma, muy bien acogida en el circo de la F1, demuestra que en el hermético mundo de esta competición los pilotos no dejan de ser personas.

Al nipón se le conoce fuera de la pista por sus habilidades culinarias. No en vano, el 'camarero volador' tiró de nuevo de ingenio cuando Toyota abandonaba la Fórmula 1 en 2010. «Si no encuentro equipo tendré que ponerme a preparar sushi en el restaurante de mi padre», afirmó. Por suerte para él y el espectáculo, Sauber le ficharía.

Lejos de otros compañeros, que confían en seguir haciendo carrera pública más allá del automovilismo -ahí está Schumacher como actor en Asterix en los Juegos Olímpicos o Alguersuari en las discotecas más importantes del Estado-, Kobayashi busca de nuevo el chascarrillo para expresar que su mayor deseo es llevar una vida tranquila después de su carrera automovilística: «Quiero levantarme todos los días en mi apartamento de una playa desierta». Lo dicho, todo un genio...