Brunello Cucinelli
Brunello Cucinelli - VANDEVILLE ERIC

Brunello Cucinelli: «Lo que nunca haré es robar el alma a los trabajadores»

El «rey del cachemir» se define como un capitalista humanístico, que pretende dar dignidad moral y económica a sus empleados, ofreciendo los salarios más elevados del sector

Corresponsal en Roma Actualizado: Guardar
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Es uno de los estilistas e industriales más amados de Italia, porque siguiendo su pasión por la belleza, el arte y el humanismo ha creado una de las casas de moda más prestigiosas de nuestra época. Brunello Cucinelli (Castel Rigone, 1953), casado y con dos hijas (Camila de 34 años y Carolina de 25), conocido como el « rey del cachemir», apasionado de filosofía, ha colocado al trabajador en el centro de la empresa que lleva su mismo nombre, dándole una dignidad moral y económica. Sus célebres y delicados pullover, que se pueden vender a más de 1.000 euros, y en general su exclusiva vestimenta, informal, elegante y chic se hacen artesanalmente reflejando un lema que Cucinelli ha dado a su casa de moda: «Una empresa humanística en el mundo de la industria».

Sus colecciones se venden en 120 tiendas repartidas en los mejores sitios de las más importantes capitales del mundo. Como empresario de éxito y con gran visión de futuro, Brunello Cuccinelli es en un punto de referencia en Italia. En 1985 compró el castillo de Solomeo, el bello y pintoresco pueblecito medieval, donde nació su mujer Federica. Situado entre el verde de una colina de la región de Umbria, a unos 15 de kilómetros de Perugia, reestructuró los edificios históricos y le dio vida al castillo del siglo XII. Para conocer los secretos del éxito de su casa de modas, ABC entrevistó a Brunello Cucinelli, en la sede de su empresa, en Solomeo.

En este ambiente de serenidad y belleza, con espacios luminosos y un orden impresionante, supongo que será más fácil la creatividad. ¿En qué consiste lo que usted llama «capitalismo ético y empresa humanística»?

A la empresa hay que darle un sentido que vaya más allá de obtener beneficio, situando al trabajar en el centro. El beneficio debe ser lo justo. Yo establezco una diferencia entre costoso y caro: Hay un coste de producción, de materia prima, del trabajador, el inversor… todos deben tener su beneficio. Esto es costoso. Cuando es caro es que hay alguno que gana en una manera que no es justa, y esto yo lo rechazo. Entre el beneficio y lo que uno ofrece, debe haber un justo equilibrio.

Se ha ganado fama por el trato salarial y humano que da a sus empleados. ¿En qué consiste?

Si yo quiero hacer un buen producto italiano, yo lo debo producir en Italia. Si fabrico en otra parte del mundo, la fábrica no será Brunello Cucinelli, será otra empresa. Y para convencer a un joven de 23 años a que permanezca aquí no le puedo pagar 920 euros al mes. Le debo ofrecer un sueldo más alto, porque es fundamental dar al trabajador una dignidad económica. Aquí trabajan 1.500 personas. De ellas, mil son jóvenes entre 28-30 años. El 90 por 100 gana un 20 por 100 más que lo establecido por contrato. Y quien tiene un oficio especializado, otro 20 por 100 más. A los 23 años si tú haces el sastre y ganas 1.800 euros, ves reconocida la dignidad del trabajo. Los manager de más alto nivel, que son 15, el máximo que ganan es 8 veces más, no 40 ó 100. Y yo percibo 15 veces más, 380.000 euros al año (brutos).

A los trabajadores, ¿qué les pide?

Amor por las cosas. Yo soy un hombre de cultura benedictina. San Benito dice: Cura cada día la mente con el estudio, el alma con la oración y el trabajo. Es el primero que hace trabajar siete horas y dice a sus monjes: Ayuda a los débiles, a los enfermos y a los extranjeros. Yo no quiero robar el alma a los trabajadores como hicieron con mi padre. San Benito recomienda al prior ser riguroso y dulce, exigente maestro, padre amable. Yo no sé si soy dulce y amable, pero riguroso y exigente, seguro. Y esto debe valer para todos.

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Su padre fue campesino y luego obrero en fábrica. ¿Cómo le ha influido ese mal trato recibido por su padre?

Viví en el campo hasta los 15 años y el recuerdo es maravilloso. No teníamos luz eléctrica, con lo cual en la noche se hacía oración y silencio. Después mi padre trabajó en una empresa de prefabricados de cemento armado donde cada día era humillado y ofendido. Yo quiero dar al trabajador la dignidad que no dieron a mi padre. Aquí se entra a las ocho de la mañana, se descansa hora y media para comer y a las 17,30 salen. Se apagan las luces y no se puede mandar ni un correo. Así pueden tener vida privada, porque el alma y la mente deben alimentarse todos los días, no solo el cuerpo.

¿Y cómo le responden sus trabajadores?

Muy bien. Aquí no se ficha a la entrada. Pero todos son muy puntuales. Se piensa en el trabajo bien hecho y con gran sentido de responsabilidad. Cuando la empresa cotizó en bolsa, en la cuenta de cada uno hice una transferencia de 6.000 euros indicando este concepto: «Por humana gratitud». Si tu recibes un bono por gratitud humana, ¿cómo trabajas al día siguiente? El ambiente humano es muy importante: Tenemos una regla no escrita: Si un trabajador ofende a otro, se le echa a la calle.

Estamos a pocos kilómetros de Asís. En esta zona se respira el aire de San Francisco. Tierra también de San Benito, que impuso la regla de «ora et labora». Impresiona entrar en la fábrica entre el verde y tener de inmediato la sensación de que aquí impera esa regla benedictina.

Aquí había una antigua fábrica que hemos reestructurado. No había ni ventanas. Se trabajaba de lunes a sábado con luz eléctrica. ¿Qué vida era esa? Coloqué grandes ventanas. Así, cuando trabajas pues dirigir tu mirada al cielo con un suspiro de alivio pensando en tu familia, en tus preocupaciones, al tiempo que coses, y después sonríes porque ves un pájaro que pasa en el parque que tienes de frente. Son pequeñas cosas, pero importantes.

¿Dónde está el secreto del éxito de la empresa Brunello Cuccinelli?

Se ha intentado gobernar a la humanidad solo con la ciencia. Y eso no es posible. Después se ha hecho con ciencia y tecnología. Pero tampoco es posible si no hay un alma. Aquí tenemos ciencia, tecnología y alma. Este es el secreto.

Ha creado una fundación con su mujer, para promover el arte y «recuperar los valores del espíritu», en el trabajo, familia y el deporte. Además de restaurar los edificios históricos ha construido un magnífico teatro con estilo clásico con 240 puestos, en el que hay bustos de grandes filósofos y emperadores, entre otros de Séneca, Adriano, Julio César, Trajano, Marco Aurelio y Cicerón. Usted sabe al dedillo frases de todos ellos. ¿Cómo nace su espíritu filantrópico?

Estamos de paso en la tierra. Y yo siento que debo ser un custodio y restaurador, escuchando el espíritu de cada lugar. Si tu ves una cosa bella, te mejora el alma. Sigo el principio de Marco Aurelio: «Favorece la humanidad, vive según la naturaleza». Y esto lo aplico también a mi empresa.

Seguramente en ese su espíritu de custodio se ve inspirado también por Adriano, del que ha colocado en la entrada al castillo de Solomeo una cerámica con esta frase: «Me sentía responsable de las bellezas del mundo». El pueblo de Norcia es una de esas bellezas, en cuya reconstrucción, tras el terremoto del 30 de octubre, usted se ha empeñado, ayudando a recuperar el monasterio donde viven los benedictinos.

Mi padre me ha enseñado a no ser el más rico del cementerio. Tiene 16.000 euros en una cuenta y me ha pedido que mañana pase a recoger su ayuda para Norcia. Soy muy amigo de los monjes benedictinos. Me he batido por que la Unión Europea se haga cargo de restaurar la basílica, porque ahí nació San Benito, el padre espiritual de Europa. Y el presidente de la Comisión, Juncker, lo ha escuchado y ha prometido esa reconstrucción.

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A su alrededor hay muchos libros. Significativamente, en la entrada de su teatro en Solomeo hay una frase de Adriano: «Los libros me han enseñado la vía de la vida».

Me gusta regalarlos. Hace dos años a todos los empleados regalé el «El Quijote» de Cervantes, porque hacen falta hombres con grandes ideales. El año pasado, «Las mil y una noches», y este año regalaré una pequeña cosa, pero maravillosa: «Cartas de felicidad» de Epicuro, porque tenemos necesidad de un renacimiento espiritual, moral, civil, ético y humano, ya que hemos vivido durante los últimos años una crisis de civilización. A mis dos hijas y dos nietas he regalado a cada una mil libros, que son copias del millar de mis libros preferidos.

Hay en usted un interés por ayudar a la juventud. Ha creado una escuela en la que se aprenden siete oficios, entre ellos el de sastre, corte y confección, con alumnos que ganan, dependiendo de sus horarios y oficio, una media de 850 euros. Buena parte de los jóvenes se ha rebelado votando contra el gobierno en el referéndum del pasado domingo sobre la reforma constitucional. ¿Cómo ve la situación de Italia y su juventud?

Con gran esperanza. Es normal que los jóvenes se rebelen. Está en su naturaleza. Yo fui un revolucionario de paz y lo sigo siendo. Pero lo importante es que hoy se vuelve a discutir de todo: De bella política, de grandes ideales, de la familia, de la espiritualidad… Hay además un gran tema: Los jóvenes han desterrado la palabra consumismo. Yo no la utilizo ya nunca.

¿Cómo se conjuga el rechazo al consumo con una empresa que produce para consumir?

Hablamos de utilizar las cosas. Yo no quiero consumir la tierra, ni los animales del mundo, ni el agua… Yo solo quiero utilizar lo que la madre naturaleza me da. Esto supone una gran renovación muy fuerte en los jóvenes y es una gran aportación. Hoy se debe vivir de una manera diversa el consumo, las relaciones… primando la calidad de vida. Y estos principios los aplico en mi vida y en mi empresa: Quiero vivir y trabajar con respeto a la humanidad y sin hacerle daño.

Por su espíritu joven y estilo de vestir nadie le echaría 63 años. Otro de sus principios es «mens sana in corpore sano». ¿Qué estilo personal sigue?

Deportivo, chic de lujo, un poco italiano… Si uno está dispuesto a cuidar el cuerpo, está preparado también para cuidar la mente y el alma. Al cuerpo le dedico dos horas y media. Hago una hora de piscina, después el ejercicio «Los cinco tibetanos» (una antigua gimnasia definida como «el secreto de la eterna juventud») y juego al fútbol con un grupo de amigos. No veo televisión. Prefiero leer un libro ante el fuego de una chimenea.

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¿Cómo se definiría y le gustaría ser recordado?

Quiero ser un pequeño revolucionario de paz que trabaja por un capitalismo contemporáneo humanístico. Anoche me encontré una anciana de 83-84 años, de aspecto humilde, que me paró en la calle y me dijo: «¿Puedo darle un beso? Usted es una brava persona». Con eso me basta. Solo pretendo ser una buena persona, que vive según la naturaleza en el respeto de todos.

Los empleados de Cucinelli obtienen muchos beneficios de esa visión humana y empresarial. Se puede comer en el restaurante de la fábrica, que no tiene que envidiar nada a la mejor trattoría. Nos acompaña a comer su hija Carolina. Se paga 3,20 euros por la comida, que este miércoles tenía estos platos: Una entrada con abundantes verduras a la plancha, un primer plato de pasta, un segundo de carne (stracetti), quesos variados (parmesano, ricota y un tercero de oveja). Fruta y una tarta con mermelada. Todo ello elaborado con productos de kilómetro cero. La comida se acompaña de vino, agua y se concluye con café. Después, muchos empleados aprovechan para darse un paseo por el «valle de la belleza» que ha creado Cucinelli. En sus 72 hectáreas hay un campo de fútbol, gimnasio, y recorrido de 7 kilómetros para correr o pasear entre árboles frutales. Carolina Cucinelli, empleada como su hermana en la empresa, es una más en este ambiente trabajadores jóvenes, con vestimenta de colores discretos o neutros. Carolina nos explica esta uniformidad en el vestir de los empleados: «Todos pueden comprar cualquier modelo de las colecciones a precio especial. La ventaja de la vestimenta de nuestra casa de moda es que la puedes tener en el armario y utilizarla quince años porque nunca pasa de moda». Es una clave de Brunello Cucinelli: Ser un clásico, siempre contemporáneo y actual.

Brunello nos despide con una frase: «Parte sereno, quien te despide está sereno». Es de su libro y autor preferido: Marco Aurelio.

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