Manolo Blahnik: «No me gusta que llamen ‘manolos’ a mis zapatos, parece el nombre de un bar de toreros retirados»

El diseñador analiza con humor y sarcasmo su trayectoria profesional durante su homenaje

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Traje de chaqueta lila, pajarita de cuadros y calcetines de rayas. «Los hombres siempre tienen que llevar zapatos anónimos». Quien así se presenta es el zapatero prodigioso, Manolo Blahnik, que ayer recibió un homenaje en la pasarela 080 Barcelona donde también presento el libro «Fleeting gestures and obsessions» y se dio un baño de multitudes antes, durante y después del acto. Con sus características gafas de montura redonda y sin ocultar lo cansado que estaba, porque no le hace mucha gracia lo de las promociones, Blahnik es canario (Santa Cruz de La Palma, 1940) pero bien podría pasar por inglés, sobre todo por ese humor tan «british» que exhibe y su pasión por Londres, donde esta semana acaba de inaugurar una tienda.

«Me aburren mucho los desfiles. Prefiero mil veces cómo se presentaban las colecciones años atrás, cuando se hacían en pequeños salones sin música y con letreros. Las modelos andaban de maravilla y se podía apreciar cada tejido. Hoy son espectáculos, con una música horrorosa muchas veces, y donde solo hay show. Pienso que ha llegado el momento de buscar otras fórmulas ya que estas pasarelas están demodé», dijo con la misma sinceridad que mostró su rechazo por el uso de las plataformas en los zapatos de las mujeres, o aclaraba que si una señora no aguanta llevar tacones es «porque no están bien hechos». Y es que si de algo se enorgullece es precisamente de haber conseguido unas buenas hormas en sus modelos tras casi 45 años dedicado a su oficio.

Los «manolos»

Apasionado del cine mudo y fan devoto de la obra «El Gatopardo» que reconoce que lee cada cierto tiempo (la película la ha visto mas de cincuenta veces), Blahnik es exquisito en todo lo que hace y dice y por eso reconoce que sus zapatos están al margen de lo que dicten las tendencias. «Tal vez esa sea la clave de mi éxito aunque esa cuestión deberían responderlas otros», asegura. Cansado de acaparar todo el protagonismo es por lo que ha preferido que sean sus amigos los que hablen y analicen cada uno de sus pasos en este libro. Pedro Almodóvar o su amigo Carlos Garcia Calvo que le acompañó por el monasterio de El Escorial durante cinco horas, son los que recogen la personalidad de un hombre que, pasados los 70, confiesa que le encantan actrices españolas como Maribel Verdú, Angela Molina, Adriana Ugarte o Paz Vega y que de las creadoras es fiel admirador de Sybilla, a la que se nota que adora.

Convertido en un icono desde que Sarah Jessica Parker sacara sus famosos «manolos» en la serie «Sexo en Nueva York», se nota que le han hecho mil preguntas de esa experiencia porque pone cara de volver a contestar. «No me hace mucha gracia que llamen ‘manolos’ a mis zapatos porque parece el nombre de un bar de toreros retirados», dice con esa ironía que no todos pillan. También. sin querer regodearse en su éxito, hay que recordarle que la Reina Letizia llevó unos «manolos» en su boda y en los bautizos de sus hijas, regalo de su ex cuñado Jaime Marichalar, socio (él o su hermana) de la tienda que el diseñador abrió en Madrid. « Creo que se está adaptando muy bien a su nueva vida», es lo que opina de Doña Letizia mientras aclara que lo único bueno de la fama es que te tratan mejor en algunos sitios. «Pero a mí la fama que me gusta es la de Unamuno o Valle Inclán. Ellos sí hacían cosas realmente importantes», puntualiza.

A Blahnik se le nota que está de vuelta de muchas cosas y que ha llegado a ese punto en la vida que uno puede decir y hacer lo que realmente le interesa. « Me gustaría que me recordaran como un hombre que disfrutó con lo que hacía», confiesa. Y ése es sin duda el gran lujo de una vida marcada por su infancia en la isla de La Palma y las lecturas que desde niño le hacía su madre, así como por la fascinación que siente por la figura del principe de Lampedusa. Precisamente en Canarias mantiene los plataneros que heredó de su abuelo y que ahora cultiva de forma orgánica adaptándose a los nuevos tiempos.

Puestos a dar la batalla Blahnik lleva años luchando por las falsificaciones de China y no cree que ya sea verdad aquello de que uno triunfa cuando le copian. «Ahora las falsificaciones son tan reales que nos hacen mucho daño», insiste. Artesano y cuidadoso en cada una de las piezas que completan sus zapatos, le gusta el trabajo manual, sin prisas y con cariño, y eso que en cada colección suele sacar cerca de 200 modelos. «Parte de mi cerebro es femenino». Tal vez por eso entienda tanto a las mujeres. En la era de los cambios de sexo lo tiene también muy claro. «No me gustan los hospitales». En cuanto a lo que está pasando en el mapa político de España, dice que nunca le ha gustado la «gente sucia» y que «los jóvenes que ven que su futuro no tiene salida han votado a unos políticos que no sé quiénes son». Más claro imposible.

Documental sobre su vida

Lógicamente crear un imperio como el suyo requiere tener una continuidad y, puestos a hablar de herederos, cuenta con su sobrina que es quien está llevando las riendas de casi todo. «No tengo ni idea de cifras o volumen del negocio. Eso lo lleva todo mi sobrina», reconoce. Lo suyo sigue siendo la inspiración, las formas y los modos. En septiembre se presentará en el festival de Venecia el documental que se está grabando y para entonces tendrá que volver a salir de gira promocional, algo que le cansa cada día más, y eso que no lleva tacones.

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