El equipaje que se lleva Kirchner

Un perro «chavista», una valiosa esmeralda... la lideresa argentina quiere quedarse con los obsequios que recibió durante su mandato

CORRESPONSAL EN BUENOS AIRES Actualizado: Guardar
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A Carlos Saúl Menem se le recuerda en Argentina, entre otras razones, por una lista de anécdotas que provocaban una sonrisa o, directamente, la gran carcajada. Una de ellas describe la imagen del expresidente, al borde del ataque de nervios, al grito de: «¡La Ferrari es mía, mía!». Menem se refería a un Testarossa 348 de 1991, regalo del empresario italiano Massimo Del Lago. El peronista, muy a su pesar, tuvo que desprenderse de su «chiche» (juguete) por el aluvión de críticas que recibió (quizás por ir a toda velocidad sin respetar los semáforos más que por el valor o lo exótico del obsequio). Cristina Fernández de Kirchner, que se sepa, nunca recibió un automóvil parecido al famoso Ferrari.

La presidenta de Argentina conoce la historia y nunca aceptaría un obsequio tan ostentoso que pueda estar a la vista de todos (si fuera el súper coche invisible sería otra cantar).

A ella, le gustan más los artículos de otra naturaleza como el gorrito de piel de zorro que le regaló el expresidente ruso Dimitri Mevdeyev en su visita a Moscú en el 2008. Cuando lo recibió, Cristina –como se refieren a ella sus seguidores– posó feliz como si fuera protagonista de su auto coronación.

Otro de los obsequios que le entusiasmó y debe entretenerla mucho en sus ratos de ocio, es el perrito que le regaló Adan, el hermano de Hugo Chávez, a finales del 2013. Lo recibió durante su recuperación, tras someterse a una intervención quirúrgica en la cabeza para drenarle un coágulo de sangre provocado por un tropiezo que nunca se llegó a aclarar. Fernández, en su primera comparecencia tras aquella operación, se mostró en un vídeo con el cachorro que, juguetón, intentaba mordisquear su melena y, de paso, clavarle los dientes en la mano a su nueva ama. «No, no con el pelo que rompemos relaciones con Venezuela. No, Simón, que van a acusar a los chavistas de malos», decía sonriente la presidenta en cámara.

El caso es que aquellos obsequios, como el MacBook Air que le regaló el multimillonario mexicano Carlos Slim o la esmeralda de cinco mil dólares que le entregó un admirador en la provincia de Salta, resulta que no son propiedad de la viuda de Néstor Kirchner. Todos, (también la Virgen de la ternura que le entregó el Papa Francisco) pertenecen al patrimonio nacional de Argentina y en diciembre, cuando termina su mandato, no se los puede llevar por mucho que piense que son suyos.

Los argentinos conocen algunos de estos regalos pero ignoran la lista completa y lo que la presidenta se llevará en su equipaje. Laura Alonso, diputada del Pro, ha solicitado al Gobierno en varias ocasiones que detalle los obsequios que ha recibido desde que llegó a la presidencia en diciembre del 2007. La respuesta del consistorio hasta la fecha ha sido el silencio administrativo. El secreto de la mujer que tiene un pie más fuera que dentro de la Casa Rosada y de la llamada quinta de Olivos, sede del Ejecutivo la primera y residencia presidencial la segunda, no debería permanecer guardado mucho más tiempo.

El diario «La Nación» recordaba hace poco que el artículo 18 de la Ley de Ética Pública, sancionada en 1999, establece que «los funcionarios no podrán recibir regalos» por ejercer su función aunque si se trata de obsequios de «cortesía o costumbres diplomáticas» deberán incorporarse al patrimonio estatal para «ser destinados a fines de salud, acción social y educación o al patrimonio histórico-cultural» de Argentina.

Sin reglamentar en todos estos años la mencionada ley la presidenta y sus colaboradores se hacen los despistados y siguen embalando cajas con destino incierto. Alonso asegura que algunos de estos objetos ya han encontrado su lugar en el mundo de… Cristina y están decorando alguno de los hoteles que posee la mandataria quien, como Menem, debe pensar que todos son suyos. Incluido Simón, hoy un ejemplar dispuesto a clavarle el colmillo a quien intente demostrar lo contrario.

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