Alicia Koplowitz ocupa el puesto 814 de la lista «Forbes»
Alicia Koplowitz ocupa el puesto 814 de la lista «Forbes» - GTRES

Alicia Koplowitz, retrato de una coleccionista

Más de 30 años de búsqueda, largas horas de contemplación, la inversión de buena parte de su patrimonio... Sus tesoros artísticos ya se pueden ver en París. Después, irán a Bilbao

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Si al visitar una casa uno puede hacerse una radiografía sobre el gusto y las costumbres de quien la habita, lo mismo sucede al contemplar una colección privada: es una suerte de escáner del alma de su propietario. Y esto sucede siempre, por más que se trate de una recopilación de bastones, miniaturas de coches, cristalerías o, como en el caso que hoy nos ocupa, de pintura y escultura.

Su dueña es una de las mujeres más célebres y, paradójicamente, más desconocidas. A comienzos de esta semana, el nombre de Alicia Koplowitz (63 años) de nuevo aparecía en la lista «Forbes» de las 2.000 mayores fortunas del mundo, 25 de ellas españolas: en 2017, ella ocupa el puesto 814, con 2.328 millones de euros.

Ayer era en las secciones de Cultura donde se daba cuenta de la última noticia en torno a la empresaria y marquesa de Bellavista y del Real Socorro: las 53 obras de su propiedad que, al amparo de una muestra titulada «De Zurbarán a Rothko» cuelgan de las paredes del museo Jacquemart-André de París hasta el 10 de julio, viajarán después al museo de Bellas Artes de Bilbao, a cuya dirección acaba de incorporarse Miguel Zugaza, exdirector del Prado. En este caso, además, la exposición se ampliará hasta un total de 90 piezas.

Zurbarán. «La virgen con el Niño Jesús y San Juan Bautista Niño»
Zurbarán. «La virgen con el Niño Jesús y San Juan Bautista Niño»

Cuenta la propia Alicia que comenzó a coleccionar cuando tenía 17 años. Su primer tesoro lo adquirió en Drouot, destacada casa de subastas parisina: una porcelana de Sèvres. Dice mucho de su espíritu y carácter el que, a finales de los 60, una adolescente invirtiera sus ahorros en una figurita en lugar de trastear por las galerías de Bon Marché. Fue entonces cuando Koplowitz cimentó su carrera como coleccionista, que ella misma considera como «un viaje iniciático» en el arte, cuya línea de salida había sido marcada durante una primera visita al museo del Prado, una década antes, a los 7 años y siendo alumna del Liceo Francés. En cuanto podía -pues no siempre le era posible-, compraba piezas guiándose por el sentido común, sin veleidades de tendencias ni de modas, sino con un olfato que sorprende a todo aquel que se acerca al precioso hôtel particulier parisino para disfrutar de su magnífica colección en un recorrido cronológico.

Historias ocultas

En el paseo por el museo Jacquemart-André podemos contemplar a una triste condesa de Goya, un precioso retrato de corte encargado por el duque de Frías a Pantoja de la Cruz para recordar a su hija, que se casaba con el duque de Braganza; las bañistas tahitianas de Gauguin, una concentrada lectora de Toulouse Lautrec o la pelirroja de ojos negros de Modigliani. La selección tiene mucho del espíritu femenino que le ha conferido su propietaria: un ramillete de mujeres con una historia detrás, unas tímidas y vulnerables, otras seguras y provocativas. Sin embargo, Alicia Koplowitz no reparó con ese hilo conductor que sutilmente va dirigiendo al visitante por las galerías del museo Jacquemart-André.

Años de búsqueda

Lo que distingue a esta selección es la sutileza. «Intervinimos Alicia, el conservador Pierre Curie y yo mismo», explica Pablo Melendo, uno de los dos comisarios de una muestra que se gestó un año y medio antes, en el seno de la Feria de Arte Antiguo de Maastrich (TEFAF), a la que Koplowitz acude con frecuencia. «Alicia tiene una colección de arte considerable formada por unas 250 obras adquiridas durante más de 30 años, que se alojan entre la sede del grupo Capital Omega, del que es presidenta, y su propio domicilio -explica Melendo-. Ella, por supuesto, conocía este museo desde siempre. Y cuando los miembros de la junta directiva y yo mismo le propusimos organizar esta exposición durante una comida, estuvo de acuerdo, siempre con esa discreción que le es tan característica».

El comisario de «De Zurbarán a Rothko» apunta algunas claves de la faceta de Koplowitz como coleccionista: «Alicia, en persona, es quien adquiere cada obra. Sabe muchísimo, pero no compra de cualquier modo, sino que lo hace con cabeza y de una manera muy profesional. En esta muestra se ha plegado al enfoque del paralelismo que queríamos hacer entre ella y Nélie Jacquemart, gran artista y mecenas francesa del siglo XIX, cuyo apellido da nombre al museo. Por cierto, para «De Zurbarán a Rothko» impuso su voluntad en varias piezas, como fue el caso de la escultura de Giacometti, que eligió en persona, pues le parecía que iba mejor con la selección».

Francisco de Goya. «Retrato de la condesa de Haro»
Francisco de Goya. «Retrato de la condesa de Haro»

Rasgos psicológicos

Cuando se pregunta a Melendo sobre qué rasgos psicológicos de Koplowitz pueden apreciarse en su colección, el comisario explica que «tal vez sea su subconsciente, o que ha pasado mucho tiempo a solas contemplando arte, pero se detecta su personalidad elegante y serena, que transmite a su colección y a sus hijos (Alberto, Pedro y Pelayo Cortina y Koplowitz), quienes han vivido esta pasión desde pequeños y que participan de ella. Quizás el mayor, Alberto, es quien más parece seguir los pasos de su madre. Él le acompaña siempre».

Escribió Alicia Koplowitz a propósito de la «puesta de largo» de sus pinturas y esculturas en un espacio público: «Nadie elegimos dónde nacer, pero todos tenemos de algún modo la oportunidad de dirigir tu vida por los caminos que te ofrecen. Uno de los que yo he elegido ha sido el del arte, un sentimiento que me ha procurado mucha alegría, emociones y recuerdos. Cada una de las obras que aquí se presentan han suscitado en mí una emoción y una fuerte dosis de pasión».

Precisamente en esta pasión por el arte, la empresaria reconoce que ha invertido una buena parte de su patrimonio. Hasta hace unas semanas, se intuía la querencia artística de una mujer más célebre en el ámbito financiero, aunque, en su empeño de pasar de puntillas en los ámbitos mediáticos, unos pocos privilegiados habían tenido la oportunidad de conocer su verdadera dimensión. Hoy ya está a la vista de todos.

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