José María Ruiz-Mateos en 2011
José María Ruiz-Mateos en 2011 - victor lerena

ABC accede en exclusiva al testamento secreto de José María Ruiz-Mateos

El documento del polémico magnate otorga a su mujer e hijos la «indemnización» por la expropiación de Rumasa. El documento declara a Teresa Rivero y a sus trece hijos herederos universales del único bien que le quedaba, el hipotético e improbable justiprecio de la expropiación de 1983. Piden al Estado más de 2.000 millones de euros

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«El testador me entrega la cubierta sobre la que va extendida este acta, cerrada con tres sellos de lacre sobre los que figura la impresión digital de su índice de la mano derecha, de suerte que no puede extraerse su contenido sin romper aquella». Así reflejó el notario Carlos Pérez Baudín el contenido del misterioso testamento de José María Ruiz-Mateos, que el empresario fallecido el pasado 7 de septiembre otorgó en el año 2006, concretamente el 18 de septiembre. «Manifiesta que dentro de esta cubierta se encuentra un folio de papel de común, escrito a máquina, y firmado por él al final, y diversas fotocopias de actas notariales», continúa. ABC ha accedido al testamento y conoce el contenido de esa intrigante carpeta que Teresa Rivero y los trece hijos del matrimonio van a abrir dentro de unos días, cuando rompan los sellos de lacre.

El contenido del folio es muy escueto: José María Ruiz-Mateos se limita a declarar herederos universales a su esposa, a sus seis hijos varones y a sus siete hijas. ¿Herederos de qué? «Aire», dicen a este diario fuentes próximas al patriarca de los Ruiz-Mateos. El empresario gaditano ya había repartido entre sus hijos varones las empresas de Nueva Rumasa, por lo que lo único que quedaba es el justiprecio por la expropiación de Rumasa, que Ruiz-Mateos estaba convencido de que algún día cobrará, fe que sus hijos mantienen de forma intacta. No obstante, fuentes jurídicas aseguran a ABC que esa indemnización es muy improbable. Los Ruiz-Mateos mantienen el caso abierto en el Tribunal Constitucional y están dispuestos a llegar hasta Estrasburgo para que les compensen por la expropiación de 1983. Los planes de la familia pasan por obtener un justiprecio superior a los 2.000 millones de euros, aunque en las demandas de retasación de las empresas expropiadas han llegado a exigir una compensación de 18.000 millones de euros.

La mayor parte de esos hipotéticos 2.000 millones iría directamente a Teresa Rivero, ya que el matrimonio estaba casado en régimen de bienes gananciales. El resto se repartiría entre los trece hijos de la pareja. Si al hecho de que Ruiz-Mateos ya había repartido las empresas sumamos que apenas tenía bien personal alguno (todo estaba a nombre de las sociedades del «holding» de la abeja), el resultado es que solo queda por repartir el famoso justiprecio de Rumasa que se reclama desde hace más de tres décadas.

El reparto del panal

Para entender por qué este testamento de cuatro páginas es tan escueto hay que remontarse al 7 de junio de 2005, cuando se sentaron las bases del futuro que José María Ruiz-Mateos planeaba para Nueva Rumasa. El padre y sus seis hijos varones (Zoilo, José María, Alfonso, Pablo, Javier y Álvaro) llegaron a la conclusión de que «solo hay seis bocadillos», palabras textuales, y decidieron apartar del negocio a las siete hijas (Socorro, Begoña, Patricia, Almudena, Rocío, Paloma y Nuria). Ellas habían realizado una serie de actas ante notario en las que acataban la decisión, y todas se ratificaron ante notario en la citada fecha, el 7 de junio de 2005. Esas actas son, precisamente, las «fotocopias» de las que habla el testamento del 18 de septiembre de 2006, adjuntadas en la carpeta lacrada. Las siete hijas aceptaron la «providencial decisión» del patriarca de quedarse «desligadas de cualquier derecho sobre las compañías que componen o puedan componer el grupo empresarial familiar, con el objetivo principal de resguardar y mantener la sólida unión existente», según reflejan las actas.

La contrapartida que ellas recibirían era una serie de inmuebles libres de cargas y pagos mensuales de Nueva Rumasa. Pero ni el acuerdo previo ni el testamento concretan cifras, sino que todo queda «a mi única discreción y voluntad», dice el patriarca en un documento firmado en marzo de 2006, seis meses antes del último testamento. En ese mismo acto, los hijos varones entregaron a los albaceas una carta en la que dicen: «Queda a nuestro criterio, una vez fallecido nuestro padre, el fijar los límites de dicha cantidad, que deberá ser dentro del criterio establecido en vida por nuestro padre y sin que atente contra la tesorería del grupo de empresas». Todo esto se fue al traste en 2011, cuando las sociedades que componían Nueva Rumasa presentaron concurso de acreedores, declarándose en suspensión de pagos. Ninguna de las hijas está imputada gracias, precisamente, a que quedaron fuera de toda la gestión de Nueva Rumasa y, por lo tanto, de la emisión de pagarés.

En el documento de marzo de 2006, en el que manifestaba sus últimas voluntades para entregarlas al notario, José María Ruiz-Mateos hizo referencia expresa al día que le llegara la muerte: «Profesa la religión católica, apostólica, romana, fe y creencias en las que ha vivido y desea seguir viviendo y morir, y haber vivido toda su vida bajo el especial manto protector de la Virgen María, por la que siente y profesa una especial veneración; dejando todo lo relativo a su entierro y sufragios por su alma a voluntad de sus herederos».

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