El «sigiloso» asesinato de un chino en un piso burdel de Carabanchel: «¡Policía, tiro en la cabeza!»

Una compatriota dio la voz de alarma tras presenciar el asesinato en el interior de la casa

La puerta del lupanar donde se cometió el crimen GUILLERMO NAVARRO
Aitor Santos Moya

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Pasaban las 23.30 horas del pasado miércoles cuando la vecina del segundo D de la calle del General Ricardos, 157 (en el distrito de Carabanchel), salió al rellano sobresaltada por el ruido «de un patadón en la puerta». De inmediato, un Policía le pidió a gritos desde el piso de abajo «que se metiera en su casa». Allí, en el interior del primero D, un hombre de 46 años y nacionalidad china había sido asesinado de un disparo treinta minutos antes. «No escuché nada», aseguraba ayer la mujer, cuestionada por el posible ruido de bala. Tanto ella como el resto de moradores tenían claro que lo que se esconde tras la puerta donde se cometió el crimen no era un piso al uso: «Es un prostíbulo encubierto».

Acostumbrados al trasiego de personas en dirección a la vivienda, nadie en el bloque notó nada extraño en la noche de autos. «Aunque se dediquen a eso, no es una casa conflictiva», incidía otra residente, sorprendida por la sucesión de hechos. Al filo de las 23 horas, alguien entró al burdel pistola en mano y disparó a bocajarro en la cabeza a un trabajador del «negocio». Tras ello, una mujer china, de 44 años, bajó a la calle para dar la voz de alarma: «¡Policía, Policía, tiro en la cabeza!». Fue el dueño de un bar, aledaño al portal, el que observó el estado de nervios de la testigo y llamó al 091.

Agentes de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional se desplazaron hasta la vivienda y encontraron al hombre, ya fallecido. La principal hipótesis que baraja el Grupo VI de Homicidios, encargado de la investigación del caso, es un ajuste de cuentas; si bien, todas las vías continúan abiertas. La actividad en el prostíbulo se había iniciado «cuatro o cinco años atrás», época en que los vecinos empezaron a notar un flujo extraño de hombres por las zonas comunes del edificio. «Llamaban a los telefonillos a las tantas de la madrugada», remarcaba ayer el dependiente de un locutorio cercano, afincado en el bloque.

Este empleado, de origen paquistaní, señalaba a las dos cámaras de videovigilancia, instaladas en el exterior del portal y la puerta de entrada al prostíbulo, para incidir en las fuertes medidas de seguridad que los dueños del lupanar habían adoptado. «Más de una vez, abrían a los clientes antes de que estos llamaran al timbre», subrayaba una joven, sin saber con certeza el perfil de los clientes: «Venían hombres en traje, pero también vestidos de manera informal».

En la barriada era habitual ver a un individuo asiático -algunas fuentes apuntaban ayer que podría ser el finado- salir del prostíbulo acompañado de mujeres muy jóvenes, también de rasgos orientales. «Él siempre saluda, en correcto español («buenos días»), pero ellas no», recalcaba otra vecina, con la sospecha de que puedan ejercer la prostitución explotadas.

Este crimen es el cuarto que se produce en la región en lo que va de año, los tres últimos cometidos contra personas de nacionalidad china. Al filo de la medianoche del 14 de enero, una tendera era asesinada camino de su domicilio en Parla, después de ser abordada, presumiblemente, para robarle el dinero de la caja. Cuatro días más tarde, un joven de 23 años perdía la vida tras recibir una puñalada cerca de una marquesina de la calle del Santo Ángel de la Guarda, en el distrito de Moncloa-Aravaca. La víctima acabó muriendo en el Hospital de La Paz. A ellos se suma esta última muerte violenta, con la diferencia esta vez de que el arma homicida es una pistola. Los tres casos continúan abiertos.

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