Los narcos que huyen de la Cañada construyen una urbanización ilegal en Chinchón

Cuatro de los clanes históricos están en la zona de la Vega, de tipo no urbanizable. La Policía atribuye el éxodo a la presión y al deseo de conservar todas sus pertenencias

Vista aérea de algunas de las lujosas construcciones, piscina incluida, en Chinchón ABC
M. J. Álvarez

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Aabandonar el barco antes de que se hunda. Eso es lo que han hecho tradicionalmente los principales clanes de venta de droga a pequeña y mediana escala de la región. Poner tierra de por medio y asegurar sus trapicheos y sus propiedades para seguir engordando sus arcas, lucrándose de un comercio mortífero. Así, han ido cambiando de emplazamiento a medida que los planes urbanísticos o de realojo de la población marginal obligaban a derribar los asentamientos en los que se habían instalado: La Celsa, La Rosilla, Los Focos, El Salobral, El Cañaveral, Las Barranquillas...

Ahora, lo están haciendo los de grupos radicados en un tramo del sector 6 de la Cañada Real Galiana , situada en el distrito de Villa de Vallecas. Los nombres de los poblados han ido variando, pero el de las familias encargadas de este mercado ilegal apenas lo han hecho. La mayoría se han mantenido y otras nuevas se han incorporado. Porque, como en los viejos oficios, este «negocio» no solo se hereda de padres a hijos sino que se amplía, se extiende y se transforma. El motivo no es otro que el de las pingües y rápidas ganancias que obtienen a bajo coste.

Reubicados en la A-3

El desmantelamiento de la Cañada Real tiene fecha prevista: antes del fin de la legislatura, en 2019, tal y como prevé el plan que se negocia entre el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Por eso hace tiempo que los «señores de la droga» , asentados en un tramo del sector 6 de la Cañada, el más próximo al vertedero de Valdemingómez. comenzaron a expandirse hace cuatro años. Eligieron zonas cercanas situadas en la autovía de Valencia (A-3), como el casco urbano de Morata de Tajuña y Chinchón .

La expansión de las «familias de la droga» comenzó hace años y sigue de forma paulatina en municipios como Chinchón y, últimamente, Arromolinos

En el último municipio siguen varias históricas familias –las cuatro más fuertes– con estrechas relaciones entre sí:la de los Gordos , los Bruno, los Saavedra y los Fernández Fernández, diseminadas en la denominada zona de la Vega, en suelo rústico no urbanizable. Y todo ello, en las inmediaciones del kilómetro 13 de la M-313.

Como hicieron en la Cañada, en las parcelas han levantado construcciones de distintas características. No obstante, todos los que manejan el mortífero negocio de las drogas mantienen sus puntos de venta en el «mercado central» de Villa de Vallecas , en los «yanquis» –casetas de obra o «roulottes» muy económicas (cuestan entre los 800 y 2.000 euros)–, en función de sus prestaciones. Su objetivo es evitar los perjuicios derivados de los derribos de los costosos y laberínticos búnkeres tras la detención de los clanes, fruto de la presión policial, otro de los motivos del éxodo. No obstante, todo indica que esta zona es su lugar de residencia, una especie de «urbanización de lujo», alejada de la zona marginal y de la degradación que acompaña a los estupefacientes. Además, su inversión les sirve para blanquear su sucio dinero.

Al margen de Chinchón, algunos traficantes se han instalado en un núcleo chabolista situado en Arroyomolinos, en la cuenca del río, de forma puntual. Ahí comparten territorio con aluniceros, chatarreros y delincuentes de distinto pelaje. Un foco marginal que está creciendo en los últimos tiempos y donde se trafica a pequeña escala. El núcleo que más preocupa a los agentes es el de Chinchón y así lo han explicado a ABC fuentes policiales: « No nos consta venta ni actividad delictiva , no hay trasiego de toxicómanos al estar en un espacio mal comunicado. Es su lugar de residencia, ahí tienen sus preciadas pertenencias y bienes y, de este modo, se aseguran de que se mantendrán intactas, sin el temor de que acaben destruidas entre los escombros tras un golpe policial».

Las nuevas construcciones que se alzan en este municipio también inquietan, y mucho, al Ayuntamiento de la localidad, que está ojo avizor desde que comenzó el éxodo en 2013. No faltan los contactos con el Instituto Armado, la Policía Local y la Delegación del Gobierno, que está al tanto de lo que sucede. En las juntas locales de seguridad siempre se aborda el asunto.

«Están controlados»

«Les tenemos controlados de forma relativa. Ahora hay más edificaciones diseminadas por la zona de la Vega de distinto tipo, prefabricadas o de ladrillo. El núcleo está compuesto por varias clases de asentamientos , algunos con dos o tres casas juntas», indicaron fuentes municipales.

En Villa de Vallecas el comercio sigue en casetas o «roulottes» que cuestan entre los 800 y los 2.000 euros, precios más económicos que los antiguos búnkeres

La mayoría de los habitantes que están empadronados son gitanos españoles, aunque también hay personas del este de Europa. «No sabemos lo que hacen o dejan de hacer en el interior ni nos consta oficialmente que sean puntos de venta de droga. Sí es cierto que la mudanza es por goteo». No obstante, su preocupación principal es si la actividad que realizan está relacionada con el tráfico de drogas . La Policía Local y el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) inspeccionan periódicamente esta zona para ver si se levantan más construcciones o se amplían las existentes.

Lo que más inquieta al ayuntamiento chinchonense, además de que pueda ser un mercado de compraventa de drogas, es la propia existencia del asentamiento ilegal. El proceso de eliminación es largo, ya que no se puede derribar de forma rápida . «Iniciamos un expediente de regulación de obra. El tema se trata como una infracción urbanística, dado que se trata de construcciones levantadas en suelo protegido, con la calificación de agrícola». El objetivo, añaden las mismas fuentes, es devolverlo a su estado original :«Pero si en la Cañada Real está constando lo indecible, aquí ni te cuento»..

Freno a la «invasión»

El origen de las edificaciones en la comarca de la Vega es parecido al de la Cañada, había huertos en la franja de tierra y la gente tenía casetas que, poco a poco, convirtieron en casas en suelo rústico . En 2013, las policías locales de la zona y la Guardia Civil lograron neutralizar el crecimiento de estos clanes de la droga, que adquirieron catorce parcelas a la a altura del kilómetro 13 de la M-313, a raíz de la denuncia del Seprona. Los municipios afectados entonces (Chinchón y Morata) paralizaron y precintaron algunas de estas obras con ayuda de los municipales de Aranjuez. La calaña de los «nuevos vecinos» , tras medio año de investigación por parte de agentes del Instituto Armado, era para echarse a temblar. Su presencia requería de una acción rápida y la actuación policial frenó su «invasión».

Con todo, la mayoría siguen en la zona, donde tienen montada una especie de «urbanización». Por ello, aunque sea por goteo, prosigue el éxodo a esa zona de sus antiguos vecinos de Villa de Vallecas. Las investigaciones policiales no cesan y sus conclusiones llevan a la misma dirección: la intención no es trasladar ahí un mercado de droga. Más bien, tratan de «invertir» y alejarse de una zona que tiene los días contados. Alberga, según el último censo, a 2.953 personas a lo largo de sus 6,6 kilómetros.

En sus tiempos de esplendor, el asentamiento que ahora está en horas bajas, llegó a tener entre 50 y 55 puntos de venta y 300 comerciantes. Ha llegado a tener un millar de clientes que acudían a diario al poblado a comprar sus dosis de heroína y cocaína para hacerse sus chinos, sus picos, sus rayas... Eso, sin contar con los «machacas», los esclavos de los narcos, que viven permanentemente en el asentamiento a cambio de una dosis que vale cinco euros. Sigue abasteciendo a provincias limítrofes.

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