El divino Encuentro inunda de pasión la plaza de la Villa en Madrid

Miles de fieles salen a la calle para arropar a La Soledad, la última estación de penitencia

Encuentro entre ambos pasos, en la plaza de la Villa ISABEL PERMUY
Aitor Santos Moya

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La procesión de La Soledad , la última de la Semana Santa en Madrid, inundó esta tarde de pasión y fe el casco antiguo de la capital. El divino Encuentro entre el Cristo Yacente y su Madre , que por segundo año consecutivo tuvo lugar en la plaza de la Villa, volvió a ser el momento más emotivo. Bajo un sonoro aplauso y con gritos de «¡Viva la Virgen de la Soledad!», los dos pasos confluyeron ante la emoción de los allí presentes.

Cientos de fieles esperaron pacientes la salida de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo, en el exterior de la iglesia de la Concepción Real de Calatrava. Elegir un buen lugar y, sobre todo, las conversaciones acerca del recorrido , amenizaron una previa rebosante de ilusión. «Vengo siempre a ver la salida y a seguir a la Virgen, aunque acortaré un poco para llegar antes a la plaza de la Villa», explicaba una devota, sabedora de la magnitud de personas concentradas en dicho enclave: «El año pasado había gente desde las 3 de la tarde».

Pese al sol primaveral que acompañó la marcha, las miradas tornaron al cielo primero con la esperanza de que la lluvia no hiciera acto de presencia. «Ojalá que el tiempo siga así», incidía una mujer, casi en tono de súplica. Al filo de las 17 horas, treinta minutos después de la hora prevista, la fuerza y la fe de los anderos , ataviados con túnica negra y cordón blanco, elevaron al cielo de la capital a Nuestra Señora de la Soledad. Fue entonces cuando el silencio casi sepulcral de los asistentes inundó de emoción el ambiente.

Al otro lado del viejo Madrid, junto al Palacio Real, el Cristo Yacente hizo lo propio acompañado de los numerosos fieles que se arremolinaron a las puertas del Monasterio de la Encarnación. El sonido del llamador marcó el principio del peregrinar de ambos pasos: la talla dieciochesca de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo, obra de Juan Pascual de Mena, y su Hijo, de los talleres Olot.

El tronar de tambores de la Sección de Instrumentos de la Cofradía de Cristo a la Cruz y de la Verónica, situado en la Cruz de Guía, marcó el instante previo a la salida del templo de Nuestra Señora de la Soledad. Tras el himno nacional , interpretado por la Banda San Fernando Rey, de Burgos, los anderos llevaron a cabo la primera «levantá» antes de poner rumbo a la Puerta del Sol. Por su parte, la travesía del Cristo Yacente, sostenido por su cuadrilla de anderos, con túnica y capucha roja, estuvo acompañada por la banda de Ntra. Sra. de la Soledad de Madrid.

Entre alborozos y lágrimas de emoción, los dos pasos entraron a una abarrotada plaza de la Villa , donde tuvo lugar el momento más aclamado. Pasadas las 19 horas, el gentío recibió a Nuestra Señora de la Soledad, por la calle del Codo, y al Cristo Yacente, por Señores de Luzón. Tras el divino Encuentro, Madre e Hijo regresaron juntos a la iglesia de la Concepción de Calatrava. La Plaza Mayor acoge mañana la tradicional tamborrada del Domingo de Resurrección.

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