Antón Pazos, en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento
Antón Pazos, en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento - MUÑIZ

Otro puente entre Santiago y Roma

El Papa ha llamado al investigador del CSIC Antón Pazos a las filas del Pontificio Comité de Ciencias Históricas. Mantiene una rica charla con ABC en su despacho

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La mañana es fría y la charla cálida en el antiguo hospital de San Roque en Santiago. Es la sede del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, un centro compartido entre el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y la Xunta donde desarrolla su actividad el coruñés Antón Pazos, de 65 años, cuyo currículum está salpicado de muchos títulos interesantes sobre los que preguntarle. Cualquier momento es bueno para escucharle. Su reciente nombramiento como miembro del Pontificio Comité de Ciencias Históricas por parte del Papa Francisco ofrece una nueva oportunidad para hacerlo. La madurez intelectual de una vida entre libros se combina con el sentido del humor y la cercanía en una sabrosa charla a la que se podría añadir un «continuará».

Lo primero, claro, es traducir en qué consiste convertirse en uno de los 26 historiadores —dos españoles— del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, en el Vaticano. «Tiene la misión de colaborar con la Santa Sede en aquellos asuntos relacionados con la Historia. Hacer informes técnicos o estudios históricos, dar opiniones especializadas, colaborar con organismos como la Biblioteca Vaticana o el Archivo Secreto Vaticano...». No es un desconocido en este organismo. Pazos fue presidente de la Comisión Internacional de Estudios del Cristianismo, desde donde ya ha colaborado con su nueva casa. Cuando le comentamos que su designación «crea un puente más entre Roma y Santiago», asiente con una sonrisa.

Iglesia y Guerra Civil

Tras la introducción, abrimos el primer capítulo de la entrevista. En la estantería están los trece volúmenes de uno de sus trabajos más ambiciosos:el análisis de la documentación del archivo del cardenal Isidro Gomá. «Solo su publicación costó una década. Cuando se produce la Guerra Civil, Gomá era el representante oficioso del Vaticano ante Franco y en su documentación confluyen informes y un epistolario muy variado e interesante. Se entrelazan datos necesarios para entender la postura de la Iglesia de entonces. Se ven los roces que existen. Hay diferencias, aunque hacia fuera se transmitiera una apariencia de unanimidad». Y los detalla: «Había conflictos por los sacerdotes vascos fusilados por el ejército franquista, la expulsión del obispo de Vitoria, la situación de Cataluña, las relaciones con la Falange, con los alemanes, que son muy mal vistos... Él solo pensaba en la defensa de la Iglesia. No tenía ningún interés en un régimen fascista al que era contrario». Y una enseñanza para el hoy:«Todo archivo contribuye a desmitificar. En gran medida, lo que vemos es la superficie de la historia. La realidad muchas veces es distinta de como se nos presenta».

—¿Es difícil hacer historia de un periodo como la Guerra Civil, tan debatido, ideologizado y usado por los partidos políticos como arma arrojadiza?

«Hoy es difícil acercarse a la Guerra Civil y a la II República. Se ha contaminado con el uso ideológico»

—El problema es ese. Ahora mismo se puede hacer buena historia de periodos que hayan decantado, que la gente los vea como una etapa histórica. Es difícil acercarse a la Guerra Civil y a la II República porque se han contaminado con el uso ideológico que se le da. Sería deseable que esa contaminación pueda ir desapareciendo poco a poco y pueda estudiarse de la manera más desapasionada posible. Hay muchos buenos historiadores que trabajan la Guerra Civil, pero ese uso y lo correctamente político se han metido tanto en el trabajo histórico que resulta difícil entender lo que ocurría en aquel momento con la mentalidad de esa época.

¿España menos católica?

Si pasamos a un segundo capítulo, nos interesamos por la realidad que Pazos constató desde la presidencia de la Comisión Internacional de Estudios del Cristianismo:«Es enormemente distinto lo que está sucediendo en diferentes partes del mundo. A veces tenemos la visión del cristianismo solo desde Europa o desde España. Lo que aquí da la sensación de que está moribundo, en otras partes del mundo como África o Chica está en expansión salvaje».

—¿España es hoy menos católica que hace una generación o resulta demasiado categórica esta afirmación?

«Desde un punto de vista sociológico, nadie puede negar que España sigue siendo aún un país católico»

—Desde un punto de vista sociológico, nadie puede negar que España sigue siendo un país católico. No hay más que ver las personas que van a misa los domingos. Más que al cine. No tiene nada que ver con Francia. Aquí hay enseñanza oficial con un porcentaje altísimo de alumnos, mucha publicidad hace referencia a aspectos o frases relacionadas con el catolicismo, los museos, las grandes fiestas... Todo eso ha aumentado.

El desconcertante Camino

La respuesta da paso irremediablemente al tercer capítulo: el Camino de Santiago. «Su crecimiento exponencial es desconcertante. Se ha convertido en un fenómeno en el que coinciden católicos, agnósticos, gente que se busca a sí misma, protestantes... Era algo inesperado hace cincuenta años».

—¿Cómo se explica? Cuesta creer que sea solo promoción turística.

«El Camino de Santiago es uno de los pocos lugares seguros donde uno puede vivir desprotegido»

—Hay parte de promoción turística, y también influencia de los medios de comunicación, con películas y libros que generan mimetismo social. Y luego que el Camino se está convirtiendo en un lugar donde uno puede desconectar de la presión a la que está sometido constantemente... Es un lugar donde las personas pueden encontrarse consigo mismas. Mucha gente hace el Camino como si fuera una terapia. Es, además, uno de los pocos lugares seguros donde uno puede vivir desprotegido, enfrentarse con la naturaleza, aguantar la lluvia, el frío, soportar eso que se ha hecho tan famoso de «no hay victoria sin dolor». Es un reto que ha entrado en la popularización del Camino de Santiago. Es como volver al hombre primitivo.

La lucha entre la grabadora y el papel deja reflexiones por el camino, pero el desenlace lo sirve Sofía Casanova, coruñesa que ejerció como corresponsal de ABC en la I Guerra Mundial y que ha sido estudiada por Pazos:«Es una mujer que cuantos se acercan a conocerla quedan enganchados a ella. Sin embargo, es un personaje infravalorado tanto en España como en Galicia». Para saber más de su figura, «Vida e tempo de Sofía Casanova (1861-1958)».

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