Alberto Varela - CRÓNICAS ATLÁNTICAS

Justos por pecadores

Esperemos que el pulso del independentismo catalán no acabe afectando a la organización territorial de España. Que la conducta imprudente de los hermanos rebeldes no condicione las libertades de los que han demostrado responsabilidad

Nadie puede negar que la descentralización política que iniciamos en España en el 78 ha sido un éxito en Galicia. Frente a las tensiones que ha generado ese proceso en otros territorios— no creo que sea necesario dar nombres— hemos sabido manejar con sentido común las competencias y el autogobierno. Hemos entendido que la autonomía tiene que estar al servicio de los ciudadanos y hemos evitado dar demasiado poder a políticos egocéntricos —que también los hay por aquí— que piensan más en cómo van a pasar a la historia que en administrar correctamente los asuntos públicos.

Por primera vez en la Historia— y gracias al régimen autonómico— estamos normalizando el idioma propio y dignificando la cultura gallega. Qué problemático resultaba eso en otros tiempos y con qué naturalidad se hace hoy. La amabilidad a la hora de reivindicar lo propio ha neutralizado el discurso de los sectores nacionalistas, y aunque aún quedan cosas por hacer mayoritariamente la sociedad entiende que vamos por el buen camino.

Hemos diseñado un sistema educativo mejorable pero moderno y se decide desde aquí qué infraestructuras son prioritarias o cómo debe ser el sistema sanitario, atendiendo a las especificidades de cada zona. Eso es autonomía bien entendida, que corrige los errores del centralismo pero que a la vez está lejos de las aventuras megalómanas basadas en interpretaciones muy cuestionables de la historia, y que a lo único que llevan es a que los detractores de la descentralización tengan argumentos para decir: «Yo ya lo advertí, esto no podría llevar a buen puerto».

Se avecinan tiempos complicados en los que el Gobierno va a tener que tomar medidas drásticas para garantizar el mantenimiento del régimen democrático. Esperemos que el pulso del independentismo catalán no acabe afectando a la organización territorial de España. Que la conducta imprudente de los hermanos rebeldes no condicione las libertades de los que han demostrado responsabilidad. Que no acaben pagando justos por pecadores, como desafortunadamente suele ocurrir.

Desde Galicia vemos con preocupación lo que ocurre en Cataluña, y no es para menos. Está en cuestión todo el sistema.

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