El budismo sale de los monasterios de Asia para abrirse a Europa desde San Amaro

La comunidad de Chu Sup Tsang impulsa un proyecto de universidad en la aldea de Ventoselo

Tenzing Palmo y Tenzing Ngeyung, las dos monjas budistas gallegas, en Ventoselo MIGUEL MUÑIZ

ROCÍO LIZCANO

«Vais al monasterio budista ¿verdad? Está a pocos metros al final de ese camino, pero el coche no pasa. Tenéis que coger el siguiente desvío a la izquierda. Está señalizado». Quien habla es el propietario de una de las viviendas colindantes con el recinto del monasterio Chu Sup Tsang, en el municipio orensano de San Amaro. «Cada vez son más las visitas. Los GPS marcan este camino, pero en realidad no se puede llegar por aquí. Así que siempre que veo un coche salgo para indicarles el camino», explica solícito. «Da gusto con ellos, no hacen mucha vida en el pueblo, sí algunas compras, pero son tremendamente amables» , añade el propietario.

Chu Sup Tsang («fuente inagotable de sabiduría» en lengua tibetana) no es un templo de grandes proporciones. En su recinto se organizan una casa principal, de hechura tradicional gallega, que alberga el comedor y las habitaciones, varias casetas de servicios y una pequeña gompa (sala de meditación), construida a partir de contenedores de camión y con capacidad para menos de cien personas. Pero su principal valor no está en las construcciones: en este ayuntamiento orensano de poco más de un millar de habitantes se ubica el único monasterio budista tibetano de la escuela Gelugpa —linaje tradicional de los Dalai Lama— en el que, por primera vez en Europa, se imparten las llamadas cinco grandes áreas de conocimiento de la filosofía budista, reservadas hasta la fecha a comunidades monásticas de India y Tíbet y vetadas a personas laicas. «Mucha gente que ha leído que es el monasterio budista más grande de Europa llega aquí y se decepciona al ver una casa tan pequeña... Alguno se ha marchado, comenta entre risas Tenzing Palmo.

Esta coruñesa es una de las dos monjas gallegas de Chu Sup Tsang , una comunidad liderada por el gueshe (maestro) Tenzing Tamding, director de varios centros budistas en España, Bulgaria, Japón, Estados Unidos, Taiwan o América Latina. Para ubicar el nacimiento de este espacio levantado en la aldea de Ventoselo al que los lamas se desplazan tres veces en el año, hay que remontarse veinte años atrás, cuando Kyabye Khen Rimpoche, siguiendo las indicaciones del Dalai Lama, inició la divulgación de la filosofía budista tibetana en España. A su muerte, en 2002, su discípulo Tenzing Tamding asumió la tarea de impulsar un monasterio en la Península desde el que promover el estudio del dharma (las enseñanzas de Buda). Y apareció la propuesta de San Amaro. «Tenzing Tamding vino a verlo. Hizo una meditación en el interior de la casa, meditó fuera también, y dijo que era el sitio», relata Tenzing Ngeyung, monja orensana en Chu Sup Tsang. Las comunicaciones también jugaron a favor de la aldea de San Amaro y un último detalle confirmó lo acertado del enclave: «Al terminar la meditación oyó cantar al cuco. Dijo que no lo había oído desde que, siguiendo la ruta emprendida por el mismo Dalai Lama y por tantos miles de refugiados tibetanos, salió del Tíbet a los 12 años. Era un signo auspicioso» , cuenta la religiosa.

Diez años de estudios

El monasterio empezó a funcionar en 2009, iniciando un programa piloto de estudios que, en las tres citas anuales de convivencia con los lamas, reúne a una media de 80 personas en Ventoselo. Cumplidos casi diez, la Fundación Chu Sup Tsang impulsa ahora un proyecto mayor, encaminado a consolidar el centro orensano como primer monasterio universidad en Europa. Una iniciativa de formación que se acompaña de una ampliación de infraestructura para dar respuesta a una atención creciente. Una nueva gompa con capacidad para 500 personas, una biblioteca de investigación preparada para alojar unos 30.000 volúmenes y un edificio adicional de alojamiento constituyen los elementos principales del proyecto registrado en los últimos días ante la administración local. Los plazos, afirman Tenzing Palmo y Tenzing Ngeyung, serán amplios, pero el tiempo será clave también para reunir la financiación: «Lo cierto es que aunque nos dieran ahora los permisos no podríamos hacerlo; la fundación se mantiene al 100% con donaciones privadas, además de las cuotas de estudiantes, pero cosas tan grandes como esta requieren préstamos, hipotecas...», apuntan.

Todos los viernes reciben visitas, y los sábados y domingos realizan charlas de introducción a la filosofía budista. El interés es creciente. «Hace mucho que la madre Teresa de Calcuta dijo que la pobreza en Occidente era espiritual y no material; si el desarrollo material estuviese relacionado directamente con la felicidad en esta parte del planeta tendríamos que ser mucho más felices. El budismo aborda las causas del sufrimiento y ayuda a alcanzar estados más pacificados a través del desarrollo de actitudes mentales más positivas. Y es abierto, flexible, no obliga, no juzga. Aquí llega mucha gente para la que el sufrimiento es un despertar que supone la búsqueda de la espiritualidad, y el budismo está ahí, como un enorme bufet que invita a cada uno a tomar lo que necesite », señala Tenzing Ngeyung.

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