Mercadillo de venta de libros en la Barcelona de los 60
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«Barcelona és bona»... o no

Eduardo Mendoza, Ignacio Martínez de Pisón, Carlos Zanón y Marina Espasa radiografían la ciudad literaria

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Nada se crea ni se destruye, todo se transforma. En el caso barcelonés nos preguntamos si la transformación supone la destrucción del alma de la ciudad. El periodista Álvaro Colomer abrió el debate en la Casa del Llibre con Eduardo Mendoza, Ignacio Martínez de Pisón, Carlos Zanón y Marina Espasa. ¿Cómo plasma la literatura esa transformación? «Sí, la ciudad se ha vuelto una mierda, pero vivimos la ciudad que hemos heredado y no reconocemos la que hemos contribuido a crear», respondió Mendoza. ¿Y qué Barcelona hemos creado?: «Nuestra Revolución industrial es vender camisetas del Barça». El autor de «La ciudad de los prodigios» recordó la Trinidad icónica barcelonesa cómo el Salón del Libro de París: Sagrada Familia, Ferran Adrià y Messi: «Y tú has de vender libros...», sonrió: «Barcelona es Denominación de Origen y mis novelas se venden porque pasan aquí: es como el western».

El aragonés Ignacio Martínez de Pisón arribó a Barcelona en el 82: «Solo conocía la cafetería del Corte Inglés y los delfines del Zoo». Acarreando diccionarios y una máquina Olivetti halló refugio literario en la discoteca Bikini: «Echo de menos la Barcelona de los ochenta porque éramos más jóvenes». Su Barcelona predilecta es la del Ensanche, modelo de urbanidad ordenada.

Vecino del Guinardó, Carlos Zanón siempre observó la ciudad desde la distancia de siete paradas de metro y de aquella frase de las madres y abuelas cuando decían que bajaban a Barcelona. Al autor de «Yo fui Johnny Thunders» la Ciudad Condal nunca le cayó bien: “Ni antes ni ahora, no le tengo especial cariño”. Al fin y al cabo, añadió, «una ciudad es lo que los turistas quieren que sea. Todos tenemos nuestro París, nuestra Roma...». A la hora de vender, le ocurre lo mismo que a Mendoza: «A veces me confunden con Ruiz Zafón y compran mis novelas porque sale Barcelona».

Voluntaria en los Juegos del 92, Marina Espasa es la actual comisaria de la Barcelona Ciudad Literaria que promueve la Unesco. En «El dia del cérvol» conjugó la mítica luminosidad de la flecha olímpica con las sombras del documental “Ciutat morta”.

Como en todo debate barcelonés, el moderador dejó caer la cuestión inevitable: la gran novela de Barcelona. ¿Tenemos un Ulises, una Colmena?: «Si pones de listón el Ulises creo que no, pero si el listón es 'La Colmena' sí que hay muchas novelas», espetó Mendoza. Pisón se decantó por «Vida privada» de Josep Maria de Sagarra, las novelas de Gracia de Rodoreda y el Guinardó que retrata Marsé. Zanón reivindicó «El día del Watusi» de Casavella y «La felicitat» de Baulenas. Espasa juzgó el debate artificial: «Barcelona no tiene un Ulises, pero sí relatos muy diversos». Las grandes ciudades no tienen una gran novela, matizó Mendoza: “Hablar de la gran novela de París es muy discutible porque hay muchas novelas de París: solo las ciudades desconocidas tienen gran novela porque solo pueden tener una».

«Barcelona ja no és bona», tituló Gil de Biedma uno de sus mejores poemas con Montjuïc como desvencijado anfiteatro. «Nadie siente amor por una ciudad, yo no estoy preocupado por Barcelona», remachó Mendoza.

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