Detalle de un cráneo de homo rulfensis que se puede ver en la exposición «La cuna de la humanidad»
Detalle de un cráneo de homo rulfensis que se puede ver en la exposición «La cuna de la humanidad» - EFE

Viaje a los orígenes de la humanidad en Cosmocaixa

Una exposición muestra los hallazgos los yacimientos de Olduvai en Tanzania

BARCELONA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El pelorovis oldowayensis, algo así como el antepasado tamaño jumbo de los búfalos, podía llegar a pesar una tonelada, pero nada de eso intimidaba al Homo Erectus a la hora de darse un buen festín. El Homo Habilis, que apenas había comenzado a emplear herramientas de piedra, lo hubiese tenido un poco más complicado, pero para cuando la evolución alumbró «el amanecer de la inteligencia», la megafauna se convirtió en parte del menú y tanto el pelorovis como los sivaterios, parientes gigantescos de las jirafas, sirvieron para enriquecer la dieta de lo que más tarde sería el Homo Sapiens.

Todo esto lo sabemos ahora gracias a los hallazgos arqueológicos y paleontológicos de los yacimientos de la garganta de Olduvai, en la reserva del Ngorongoro (Tanzania), descubrimientos que se instalan hasta enero de 2017 en Cosmocaixa

para reflexionar sobre el origen de la humanidad en tierras africanas. Se trata de una vasta colección de 200 piezas del Museo Nacional de Tanzania que viaja 4 millones de atrás para explicar el tránsito del Australopithecus al Homo Sapiens pasando por el «Homo Habilis» y el «Homo Erectus». O, lo que es lo mismo, para explicar con fósiles, recreaciones en 3D e ilustraciones el momento en que los primeros homínidos se alzaron sobre sus cuartos traseros y empezaron a andar por la sabana.

Vista de un cráneo completo, cuernos y mandíbula de pelorovis oldowayensis
Vista de un cráneo completo, cuernos y mandíbula de pelorovis oldowayensis - EFE

«Es el momento clave en la historia de la humanidad, ya que si hoy tuviéramos delante a una de estas criaturas no sabríamos si llevarla a casa o a un zoo», apunta el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, comisario junto a Enrique Baquedano de una exposición que arranca con una recreación del esqueleto de Lucy, la primera australopithecus descubierta en 1974 por Donald Johanson, y sigue el rastro (literalmente) de los primeros homínidos africanos con una reproducción de las huellas de Laetoli.

En la exposición, reflejo de los trabajos que han permitido dar por buenas las teorías de Darwin que apuntaban al continente africano como cuna de la humanidad, se pueden observar valiosos fósiles como el chico de Turkana y el niño de Taung, así como herramientas de piedra y restos de antílopes, gacelas, rinocerontes y otros animales ya extinguidos, como el gigantesco cráneo de ese pelorovis que preside la muestra.

Los platos estrella, sin embargo, son la tibia de un Homo Habilis en perfecto estado de conversación y la reconstrucción del esqueleto del primer Paranthropus Boisei, un homínido de 1,3 millones de años de antigüedad que, según Domínguez-Rodrigo, forma parte de «los últimos representantes de los antepasados que trepaban a los árboles».

Las ilustraciones científicas de Mauricio Antón recreando el hábitat de los homínidos y un documental de Javier Trueba sobre las excavaciones completan una muestra que, tras pasar por Barcelona, se instalará de forma permanente en el Museo Nacional de Tanzania,

Ver los comentarios