Santi Rodríguez - Tribuna Abierta

Sin sentido del ridículo

Leer a Pugidemont afirmar que está dispuesto a ir a la cárcel si no puede hacer lo que a él le viene en gana contribuye a generar una imagen de la política catalana un tanto «friki»

Desde que hace cinco años Artur Mas decidiera sumarse a los radicales que rodeaban el Parlamento de Catalunya, y empezara este «procés» inacabable, es muy cierto que una cosa han conseguido: llamar la atención internacional. Desde aquel momento, han sido muchos los medios de comunicación, pero también los diplomáticos de numerosos países los que se han interesado por la situación que vive la política catalana, y digo la política, porque es bastante diferente a la situación que viven los catalanes.

Ya recientemente, cuando los independentistas pretendían modificar el reglamento de la cámara, para aprobar de forma exprés sus leyes de desconexión, algunas delegaciones diplomáticas ponían en duda el carácter democrático del «procés», y es de prever que durante la pasada semana, con la aprobación de la modificación del reglamento, sí, pero también viendo en el Parlamento como parte de los independentistas esgrimían panfletos chavistas, se despejaran dudas acerca de las intenciones nada democráticas de estos.

Por si esto fuera poco, leer a Pugidemont afirmar por el mundo, aquel en el que no le recibe ningún político serio, que no aceptará las decisiones de los tribunales (las que no le convengan, se entiende), o que está «democráticamente» dispuesto a ir a la cárcel si no puede hacer lo que a él le viene en gana, contribuye a generar una imagen de la política catalana un tanto «friki», al menos, en el mundo civilizado.

Pero, sin duda alguna, los límites del ridículo son desconocidos por muchos (después de los nombramientos, ya no sé si todos) los miembros del Govern, y el que se lleva la palma es el encargado de los asuntos exteriores, «Minister» según él. Cualquier persona con un mínimo de sentido común, se avergonzaría, desde el punto de vista democrático, del texto de la Ley del Referéndum de Autodeterminación, del cual no se salva ni el preámbulo, por la sarta de falsedades que contiene.

Evidentemente, como el sentido del ridículo no es lo suyo, le ha faltado tiempo al «Honorable Minister» de enviar el texto de la inmoral proposición de ley a los gobiernos de Europa entera, y quien sabe si incluso más allá, supongo que para explicarles que sus propias constituciones, y leyes fundamentales, e incluso sus sistemas jurídicos son papel mojado ante los derechos de los independentistas, que están por encima de cualquier otra ley que se oponga a sus intereses (sigo hablando de Cataluña, aunque el lector pueda pensar en Venezuela).

El problema no está en el derecho a hacer el ridículo por el mundo de los independentistas, sino que el mundo nos vea ridículos a los catalanes.

Santi Rodríguez es portavoz del PP catalán

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