Ferran Brunet - Tribuna Abierta

Espectáculo catalán

En incendiar Cataluña se ha invertido en propaganda 20.000 millones de euros en dos décadas

Cataluña es un espectáculo. Mejor dicho, nos hemos habituado a contemplar Cataluña como si fuera un espectáculo. Los atrevidos lo ven como un juego y los indiferentes como un divertimento. De hecho, en Cataluña hay un incendio político dantesco que pasta en forma de folletín embrutecedor, todo ello con consecuencias catastróficas para la democracia española y para los catalanes.

Empieza otro otoño caliente. En la serie catalana, cada temporada es la última. Y el espectáculo montado por los pirómanos-bomberos independentistas es cada vez peor. Esta serie tiene sus fans, muchos, por su explosiva materia y por la extraordinaria producción, aunque el hastío ya afecta incluso a los voyeurs más empedernidos. Para la democracia, el desafío separatista al Estado de Derecho es abominable. Para los catalanes, el supuesto espectáculo separatista es inadmisible: ha destruido Cataluña.

El procés independentista se ha hecho para los medios de comunicación y con ellos. En incendiar Cataluña se ha invertido en propaganda 20.000 millones de euros en dos décadas. Durante lustros, se han vulnerado impunemente la Constitución española, el Código Penal, toda clase de leyes y sentencias judiciales, y se ha malversado, prevaricado y conspirado a placer contra el Estado. Para los independentistas, el espectáculo catalán ha sido un gran éxito y una grandísima diversión.

En el supuesto espectáculo catalán, se han practicado todos los géneros literarios, en particular, los teatrales. Sin duda, hubo, hay y habrá farsa. Gradualmente, la comedia devino en sainete, ópera bufa y desemboca en tragedia. Cambiando de género, la banda musical es un popurrí, aunque los independentistas y revolucionarios desearían una balada y aún un poema épico. En fin, se trata de vender el cielo en la tierra.

Cada temporada, el 11 de septiembre cargan las pilas con el desfile de 500.000 uniformados. Este año, tras los atentados yihadistas de agosto, hubo el anticipo de la manifestación del 26 de septiembre. Durante el curso político separatista se producen varias otras performances (en la calle, en las puertas de los juzgados, en cualquier lugar dónde se puedan plantar cámaras de televisión) y se generan múltiples lances contra el derecho, y regodeos contra las personas. Por ejemplo, contra los padres que se atreven a pedir su derecho legal a una educación bilingüe para sus hijos (no ya en su lengua materna, que es el español para el 52% de los catalanes) y contra los catalanes no separatistas, que son la gran mayoría. El espectáculo-comunicación es la principal política de la Generalitat, y tiene consecuencias en el número de personas que odia a España, y en la confrontación social y en el caos actuales. A golpe de años, de euros y de impunidad, los separatistas y la actual Generalitat son maestros de la imagen y de la ingeniería social. No en balde llevan tres décadas en el gobierno regional.

El espectáculo catalán es, ciertamente, espectacular, porque es aparatoso, masivo, surrealista, extravagante, insólito, inusitado, infrecuente… y porque quedaba impune, salía gratis y tenía premio. Bien, los actores de esta farsa no lo hacen exactamente por amor al arte: se llevan una pasta gansa. Pero, más allá de su efectiva espectacularidad y de su real capacidad para destruir una sociedad y tumbar una democracia, el espectáculo secesionista catalán es completamente huero. Su contenido se limita a conjugar consignas nacionalistas, supremacistas, racistas, victimistas, populistas y milenaristas («Espanya-ens-roba, no-ens-entenen, ens-volen-aixafar, som-collonuts, un-poble-un-país-una-llengua, la-voluntat-d’un-poble, dret-a-decidir-volem-votar, república-catalana, un-nou-país-d’Europa…») e insultos (no-són-catalans, colons, invasors, opresors, explotadors, feixistes, franquistes, assassins…).

El argumentario separatista es ridículo. De ahí el mérito de los guionistas y de las empresas de comunicación que han creado un prodigioso engendro de la quimera. En la tragicomedia catalana la verdad no importa. El parque temático independentista catalán tiene su neo-lengua, como todo régimen totalitario. ¿Conseguirán los golpistas catalanes convertir su ficción, su realidad virtual paralela y su posverdad en realidad verdadera? ¿Conseguirán torcer el brazo de la mayoría de los catalanes, del Estado de Derecho y de la democracia?

Ferran Brunet, Sociedad Civil Catalana

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