Ada Colau, durante un pleno municiipal
Ada Colau, durante un pleno municiipal - INÉS BAUCELLS

Ada, ¿adónde vas?

El periodista Joaquim Roglan retrata a la alcaldesa de Barcelona en «Excelentísima activista»

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Por sus hechos la conoceréis. La cita evangélica define «Excelentísima activista» (Península), crónica «algo sentimental» en la que Joaquim Roglan deja retratada a la primera alcaldesa de nuestra Historia. Irónico y sólidamente documentado, Roglan (Barcelona, 1952) se conoce todos los recovecos de la intrahistoria barcelonesa. Con la arqueología municipal de antaño y el municipalismo populista de hogaño compone un «trencadís» de palabras: «Con la conciencia de que la palabra “trencadís” significa también quebradizo, frágil y rompedizo». Si pasado y presente están presentes en el futuro –Eliot dixit–, «el relato sobre Colau se entremezcla con el de la ciudad y los correlatos de los barceloneses».

¿De dónde viene Ada Colau? «De profesión, activista», apunta Roglan. Su universidad fue el Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Barcelona (DESC) de Jordi Borja, psuquero camaleónico.

Como todos los psuqueros de nuestra gauche caviar, Borja transitó de la comunista Bandera Roja a la burocracia socialdemócrata: «Ahora, Ada Colau, su pareja y personas afines y amigas que contrata en el Ayuntamiento provienen de ese Observatorio subvencionado por el propio Ayuntamiento desde mucho antes de ser alcaldesa», señala Roglan. Hablamos de Gerardo Pisarello, Jaume Asens, Gala Pin, Vanesa Valiño y Águeda Bañón.

Aunque se revelara como la Pasionaria de los deshauciados, nuestra «excelentísima activista», prosigue el cronista, es hija del Estado del Bienestar: «La generación de los viajes de bajo coste que jamás soñaron ni han vivido sus padres, de las becas Erasmus, del turismo a cargo de ONG’s que, a escala global, removían millones de dólares y euros. Generación que no supo de penurias hasta pronto hará casi una década. Unas promociones más educadas en derechos que en deberes».

¿Y ha hecho los deberes Ada Colau? Roglan parafrasea el título histórico del antiporciolismo que rubricaron en 1974 Eduardo Moreno y Francisco Martí. De «Barcelona, ¿adónde vas?» a «Ada, ¿adónde vas?». El pragmatismo de la gestión y el utópico ADN del activismo... problemático maridaje para conducir una ciudad con un PIB comparable a algunos pequeños estados europeos: «Si Barcelona va bien, Cataluña, España y parte del Mediterráneo va bien. Si Barcelona va mal, el resto irá a peor», remacha Roglan. De momento, Colau «ordena y manda» –mucho carisma, poca experiencia– con una «minoría absoluta» de once concejales.

«Las maneras no son el punto fuerte de Colau y su equipo», advierte el periodista. Quienes querían conocerla por sus hechos, ya han constatado que no le gustan los deportes «pijos». Nada de Fórmula 1, ni Ryder Cup golfista... y los Juegos de Invierno en el alero. Con la gimnasia revolucionaria okupa tomando Gràcia y el Metro en huelga permanente, Colau y adláteres prefieren evocar la Rosa de Foc y convertir la Navidad en un Solsticio de Invierno de inquietantes resonancias años 30: «El aroma anticlerical del equipo de Colau es el de una izquierda tan desfasada como lo que critica. Un tufo anticatólico y ajado que dice respetar todas las expresiones religiosas... que no sean católicas», añade el cronista.

Impunidad y desconcierto

El consistorio que prohíbe una misa por –todos– los caídos en la guerra civil que se celebraba en Montjuïc desde 1940 sin ningún problema político retira el busto del rey que trajo la democracia, y pasa lista –negra– del nomenclátor borbónico barcelonés, iniciativa que Roglan atribuye a la ignorancia histórica. El patrimonio arquitectónico y urbanístico que dejaron los Borbones en Barcelona es equiparable al del Madrid de los Austrias, subraya: «Sin los ingenieros barceloneses borbónicos no existirían ni las Ramblas, ni la Barceloneta...» La cultura tampoco brilla en el territorio Colau: Dolors Miquel holló el Saló de Cent con su «Mare nostra» parodia salaz del Padrenuestro. Puestos a transgredir, subraya Roglan, «la pregunta de porqué no satirizó al profeta Mahoma aún no ha sido respondida».

Con el documental «Ciutat morta» en el frontispicio – en opinión de Roglan, «sesgado, sectario y manipulado»–, la alcaldesa sigue varada, al año de su mandato, entre el orden público y el activismo: «La sensación de impunidad en algunos asuntos, de desconcierto en otros, de polémicas más o menos inútiles, de desorden y cierta lentitud en la toma de decisiones crea una impresión de falta de libertad. El resultado es que, en realidad, nadie sabe hacia dónde va o irá Ada Colau. A ciudad paradójica, alcaldesa paradójica».

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