Salud&Sociedad

Proyecto Hombre: cuando se cree en la persona

La delegación de la ONG en Valladolid ha atendido durante sus dos décadas de vida a más de 30.000 personas relacionadas con las adicciones

Parte del equipo de Proyecto Hombre en Valladolid F. HERAS

DIANA G. ARRANZ

Fundación Aldaba - Proyecto Hombre es una organización sin ánimo de lucro que trabaja desde 1996 para la sensibilización, prevención y tratamiento de las drogodependencias y otras conductas adictivas. En sus veinte años de trabajo en la provincia de Valladolid ha ayudado a más de 30.000 personas en su apuesta por la calidad de vida y el bienestar.

Son 30.000 proyectos vitales a los que esta entidad ha ofrecido la información y herramientas necesarias que nunca habían tenido para afrontar la realidad de convivir con la drogodependencia.

En 20 años de existencia conviven los casos de Yola y Pablo (nombre ficticios). La primera como participante en el programa joven de la entidad; el segundo, hace 19 años, casi estrenando esta iniciativa pionera en Valladolid. Dos ejemplos que personalizan la propia evolución de las adicciones y los perfiles de las personas implicadas, así como del trabajo de la propia institución.

Proyecto Hombre Valladolid recoge el testigo en 1996 de su homóloga en Burgos, «con una aceptación por parte del barrio y una integración absoluta», explica su directora, María Paz de la Puente.

El recorrido de la Iglesia Católica en la atención a la población más marginal y necesitada hace que la problemática de las drogas no les pase desapercibida. «La sociedad vallisoletana de los 90 detecta la necesidad de atender a personas con problemas de adicción y por ello se pone en marcha la entidad con su propia identidad local, pero bajo la metodología común a la propia Fundación Aldaba», comenta su presidente, Francisco Fernández Cilleruelo.

Recogió el testigo de su homóloga en burgos en 1996 con una aceptación e integración absoluta

Tanto Francisco como María Paz reconocen que la sociedad actual sigue teniendo un cierto concepto culpabilizador sobre las personas que viven sometidas a una adicción, «pero también es cierto que estar integrados en mitad de este barrio, unido al trabajo de instituciones y de las administraciones públicas y, por desgracia, la democratización del consumo de drogas ha desmarginalizado esta realidad social», afirma el presidente de la Fundación.

Del caso de Pablo, allá por los años 80, a la realidad de la joven Yola, de 16 años, tanto tratamientos como consumos han variado y necesitan de respuestas diferenciadas.

Nuevas realidades

«Nuestro equipo profesional, de cerca de una veintena de técnicos, precisa de un continuo reciclaje y actualización en las más modernas terapias, porque las realidades son terriblemente cambiantes», explica de la Puente, y pone como ejemplo la atención en el «uso abusivo de los dispositivos digitales y los nuevos canales de comunicación, que nos preocupa, y a lo que ya dedicamos proyectos de prevención entre la población más joven».

Pablo recuerda la humanización y el afecto como la base de su tratamiento hace casi 20 años, «algo que me cambió la vida de forma importante, pero del que no haría uso actualmente, a pesar de que conmigo funcionó». Este hombre de mediana edad que abandonó el instituto debido a su adicción ahora cuenta con una titulación universitaria, junto a un Máster en Sexualidad y amplios conocimiento en Psicología. Hoy, Pablo trabaja como técnico en Proyecto Hombre Valladolid.

Él es un ejemplo y referente para muchas de las personas con las que lleva trabajando durante 18 años en esta entidad, «a la que regresé por azar, por apuesta de la actual directora y porque quizás, desde siempre, se me dieron bien las personas», afirma Pablo. Este profesional basa el trabajo de la entidad en la apuesta por la persona, «en creer en ellos mismos y trasladarles esa idea, aunque ahora tengamos que basarnos en terapias más funcionales y menos psicoanalistas».

Casos complejos

El trabajo que esta entidad realiza les lleva a tener que afrontar realidades muy complejas, «como el abordaje y tratamiento con hombres con cargos de maltrato machista, lo que nos sitúan entre los colectivos más complejos y con menor popularidad del plano social», recuerda su directora.

En su día a día ponen mucho esfuerzo, «principalmente para garantizar la solvencia económica de los proyectos y de la propia entidad», detalla María Paz, quien insiste en que «necesitan de mayor apoyo por parte de las instituciones públicas para recuperar aquello que se perdió con la crisis y que es absolutamente necesario para seguir trabajando».

Tan necesario como lo que supone ser el referente en la recuperación de la vida de Yola. «Acudí a Proyecto Hombre por saber qué hacían allí, y un mes después me hicieron ver lo necesario que era para mi proyecto de vida que dejara de fumar porros», cuenta esta joven.

Una primera calada cuando no había cumplido aún los 14 años detonó una historia de casi dos años de consumo, «donde fui testigo en primera persona de efectos nocivos en mi personalidad, mi físico y mi capacidad de decidir si podía o no fumar».

Relata Yola cómo empezaba a ponerse nerviosa si no conseguía un porro, y de lo cansada que se sentía, sin ganas de hacer otra cosa que no fuera fumar y dormir.

Después de un primer intento con recaída a los dos meses, «conseguí mis seis meses sin fumar y recuperar mi memoria y motivación por estudiar Peluquería y Estética, hacer otras cosas y planes y, sobre todo, mejorar la relación que tenía con mi madre», explica con orgullo.

Deben afrontar realidades complejas, como el tratamiento con hombres con cargos de maltrato

Yola nos muestra una nueva realidad de consumo de drogas a edades de incluso ocho años; de hábitos adictivos públicos y compartidos en las redes sociales y de una escasa conciencia hacia los peligros de las drogas. «Sabemos que podemos desarrollar una enfermedad mental pero como el fumador que puede tener un cáncer», cuenta Yola, quien reconoce que varios de sus conocidos también consumidores han sido diagnosticados de esquizofrenia. «Pensamos que eso no nos va a pasar a nosotros».

Yola no sintió nunca la presión de grupo a la hora de fumar, nadie la forzó ni la aisló por no hacerlo, «y he tenido la suerte de que mis amigos me han ayudado a dejarlo, incluso algunos también han abandonado este consumo».

En cuanto al acceso a las drogas, «los entornos en los que te mueves suelen proveerte de ello, y si tú no tienes el dinero serán tus amigos, en mi caso incluso mi hermano mayor, quienes compartan contigo el porro».

Accesible y socialmente permitido podrían ser dos de los conceptos que hoy en día definen las drogas y su consumo entre la población más joven.

Después de un trabajo de seis meses de la mano de Fundación Aldaba, esta joven de 16 años que decidió personal y voluntariamente hablar de su problema con su madre, ha aprendido a reconocer en sí «la falta de control a la hora de consumir; yo no puedo fumar absolutamente nada». Agradece a la entidad Proyecto Hombre Valladolid todo lo que han hecho por ella y reconoce que nada sería igual en su vida sin ellos.

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