Complacencia cultural

Otro año la consejera de Cultura, acompañada por el sempiterno secretario general, han presentado los logros de la Consejería. Más de lo mismo, con tono autocomplaciente y sin atisbo de autocrítica: la Cultura de Castilla y León va bien, aunque ningún grupo de la oposición lo comparta, sin que realicen propuesta alguna durante el año. No solo va bien, camina hacia la excelencia y se llenan de orgullo al presentar el incremento del 4,8 por ciento en los Presupuestos generales de la Comunidad, aunque callen que representa en el cómputo presupuestario general algo más de un uno por ciento, solo superada a la baja por Presidencia. Una insignificancia.

Figurar como cenicienta presupuestaria debería sonrojar a cualquier responsable político, en una región que respira cultura y que debería fundamentar en esta un pilar del crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), de la mejora social y económica de sus ciudadanos, del arraigo rural y para poner en valor unas señas de identidad que le pertenecen por derecho propio (la industria del español, entre otras), pero que se ceden en beneficio de terceros. Ejemplos de invisibilidad de Castilla y León en el panorama nacional e internacional sobran, como no falta la presencia de los de aquí que hacen la guerra por su cuenta y son renombrados fuera.

No es tiempo para recordar la potencialidad, basta el desdén, por ejemplo, con el Festival Olmedo Clásico, la política de museos y monumentos, o el agostamiento de la Fundación Patrimonio. Sin embargo, sí es el momento para que los programas que se cuecen para las elecciones autonómicas de 2019, la consideren como factor de progreso y apuesten por ella con un cambio radical.