Alfonso González-Calero - Opinión

La Real Academia, una institución necesaria

Crítica del libro Historia de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo 1916-1966. Ediciones Puertollano, 2017 192 páginas

Alfonso González-Calero
TOLEDO Actualizado: Guardar
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Acabo de leer el libro que Ramón Sánchez González ha escrito sobre los primeros 50 años de la RABACHT. El libro se titula «Historia de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo», y fue presentado hace pocas semanas en Toledo, en un acto al que asistió el presidente de la Junta, Emiliano García Page. El autor, historiador y profesor en la Facultad de la Educación de la UCLM, había sido además durante cinco años (2010-15) director de la Academia, por lo que conoce bien la docta casa, la aprecia, y tenía todos los elementos para ofrecernos este libro en el que rastrea la historia de la institución desde su fundación, en 1916, hasta 1966, aproximadamente, si bien aparecen varias incursiones en fechas (y sobre todo imágenes) posteriores.

Al margen de información muy valiosa sobre la vida cultural y educativa de Toledo en ese periodo, el autor destaca el «papel sobresaliente» que la RABACHT ha desempeñado en la ciudad (y en menor medida en la provincia) de Toledo, sobre todo en lo relativo a la conservación y difusión de su rico patrimonio histórico-artístico, e intenta desmontar algunos tópicos que —fruto de la desinformación, en su criterio—existen sobre la misma.

El tema al que dedica más espacio el libro es este de la protección, conservación y difusión del patrimonio histórico-artístico de Toledo, porque como señala el autor en la etapa aquí abordada (1916-66) no eran tantas como ahora las instituciones dedicadas a esta finalidad.

Esa labor se manifestó en forma de estudios e informes; visitas de inspección, escritos a diferentes organismos competentes, informes de arbitraje ante determinadas actuaciones públicas, o en previsión de las mismas, cooperación con otras instituciones (aquí cita el autor especialmente a la Iglesia y al Ayuntamiento) con esta misma finalidad,

En otro orden de cosas el libro se detiene en las conmemoraciones y homenajes promovidos por la Academia para honrar a determinados personajes, toledanos o no (Cisneros, Amador de los Ríos, Alfonso X el sabio, santa Teresa, Luis Tristán, etc.). Así como en premios que impulsó la entidad para estimular la creación artística o literaria. Habla también de la tarea expositiva de la RABACHT que se vio limitada por las escasas posibilidades que ofrecía su sede, la Casa de Mesa.

Y dedica finalmente un último capítulo a analizar las vinculaciones entre la Academia y el resto de la sociedad toledana, rastreada, como en el resto del libro, tras una paciente labor de búsqueda en los archivos de la institución, y aquí menciona tanto casos de halago mutuo y colaboración como situaciones —que las hubo—de desencuentro, cuando la Academia entendía que no se tomaban en consideración sus planteamientos. También analiza Sánchez González algunos casos de fricciones entre académicos, así como las relaciones mantenidas con la prensa toledana.

La toma de postura del autor en su valoración global de la labor de la Academia es claramente positiva, pero eso no le impide ver que «en determinados momentos la ciudadanía toledana pudo pensar que la Academia no estuvo a la altura de lo esperado». Es decir, que admite un posible juicio crítico en determinadas ocasiones a la labor de la RABACHT aunque defienda siempre su misión protectora y la orientación de la docta casa en este sentido. El balance del libro es netamente esperanzador y defiende el trabajo de una Academia volcada «en el hoy y en el mañana» interesada y preocupada por «la realidad presente y por la que pueda venir». El libro ha sido publicado, pulcramente, por Ediciones Puertollano.

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