Manuel Marín

La «trampa catalana»

«El PP ha logrado que afloren las contradicciones del PSOE. Rivera también está rebañando voto socialista»

Manuel Marín
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Aún no se dice en público, pero no tardará mucho en reconocerse desde sectores del PSOE que Pedro Sánchez ha caído en la «trampa catalana» de Mariano Rajoy para que el PP recupere crédito electoral liderando la estrategia contra el chantaje secesionista.

Por un lado, los socialistas no podían sustraerse al pacto moral -«Pacto por España», planteó Albert Rivera en el Foro ABC- sellado de forma virtual con una fotografía de portada en defensa de la unidad de la nación. Pero por otro, el PP consigue en el momento idóneo de la legislatura poner en evidencia el colapso emocional que convulsiona al PSOE cada vez que emerge su conflictivo criterio sobre el modelo de Estado. Confusión, ambigüedad, bloqueo, ambivalencia, indefinición… Plantear como remedio la reforma constitucional para una España federal es ya un juego infantil, un «quimicefa» irrelevante de fórmulas imposibles.

Como presidente del Gobierno, Rajoy tiene la obligación institucional de combatir la amenaza independentista y liderar una respuesta contundente frente al golpe de mano de Artur Mas. Pero si de paso aprovecha la conflictividad interna en el PSOE que ha dejado al descubierto a Pedro Sánchez... La vieja guardia, tan crítica como oportunista, reprocha a Sánchez con tono de desdén barbilampiño que llega tarde a todo.

En Cataluña, el PSC actúa por libre y sin consultar. Iceta despreció a Ciudadanos y al PP cuando impugnó la resolución independentista del Parlamento catalán en el mismo instante que Rajoy y Sánchez conversaban por teléfono para sellar un acuerdo. Un error táctico que debilita al socialismo.

Desde Valencia, Ximo Puig vetó una iniciativa de PP y Ciudadanos para defender la unidad de España, y Susana Díaz se lo recriminó. A renglón seguido, Carme Chacón se solidarizó con Puig e Iceta, y no con la presidenta andaluza, que a su vez exige más claridad a su partido y no la indefinición que supone repetir como un mantra estéril «¡ley y diálogo!», «¡ley y diálogo!», sin concreción alguna. Pero Puig depende de escaños favorables a reconocer la «nación catalana». Un lío. Y desde la Ejecutiva Federal, Patxi López proclama una paz imposible con equilibrios inverosímiles y una retórica sin traducción posible al lenguaje de los mortales. El PSOE no se hace entender.

Sánchez actúa con responsabilidad porque lo contrario le sería recriminado. Es un actor generoso, pero secundario. Y para parte del PSOE, aquella que rompía pactos de Estado como el antiterrorista o el de la justicia, es un ingenuo. Hace un mes quedó asentada la tesis de que Ciudadanos solo se alimenta del voto desangrado del PP. Hoy, Ciudadanos rebaña también de las contradicciones del PSOE. A Sánchez lo esperan con cuchillos largos.

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