Felipe González, junto a Pedro Sánchez
Felipe González, junto a Pedro Sánchez - ÓSCAR DEL POZO
ESPAÑA

El PSOE ya no mira a su «jarrón chino» como veinte años atrás

González sabe que su petición de apoyo al PP concita máximo rechazo de los dirigentes y, sobre todo, de la militancia socialista

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El PSOE asiste de un tiempo a esta parte a las apariciones de Felipe González con una mezcla de trámite y resignación. Más si de antemano se sabe que lo que va a decir no gusta al 90 por ciento de los dirigentes y militantes. Eso es lo que ha ocurrido esta semana.

Durante días había circulado el rumor de un inminente artículo suyo en prensa para poner a Pedro Sánchez los puntos sobre las íes. Por eso, su irrupción en una entrevista con «El País» para criticar un posible pacto con Podemos, y avisar de que PSOE y PP están condenados a entenderse, al final ha sonado internamente a trámite; por parte de todos. Del expresidente del Gobierno diciendo en público lo que muchos le habían escuchado en privado, y de Ferraz y los barones expresando su protocolario «respeto» antes del «no, gracias».

«Veinte años fuera de juego»

Se respeta al «jarrón chino» –como él mismo definió a los expresidentes–, pero «lleva veinte años fuera de la primera línea, que es lo mismo que decir fuera de juego, y ya no es lo mismo», opina para ABC un diputado afín a Pedro Sánchez. González sabe que cualquiera de las dos salidas que tiene su partido va a ser mala (Podemos o el PP) y por eso no quería hablar pese a las presiones de barones críticos con Sánchez y de la «vieja guardia» para que diera el paso adelante. Lo ha hecho solo tras filtrarse una cena suya con embajadores de la UE, el lunes, en la residencia del embajador francés. De esa cita trascendió el mantra habitual: que quiere una gran coalición. Y no es eso, viene a decir en la entrevista aclaratoria; que una cosa es que él defienda que el PSOE debe dejar gobernar al PP, pero situarse en la oposición desde el día siguiente de la investidura, y otra entregarse de pies y manos.

En Ferraz no ha hecho mucha gracia que diga que el potencial socio de los socialistas, Podemos, es «puro leninismo 3.0», pero, al fin y al cabo, se dicen, tampoco ha hecho el caldo gordo a los críticos encabezados por Susana Díaz –«a veces sufro porque estoy en desacuerdo con unos o con otros»–. Es González en estado puro; ni con unos ni con otros. Después de él, el caos.

Ya le tuvo que sufrir quien él nombró sucesor en 1997, Joaquín Almunia, cuando, en un mitin de campaña para las elecciones generales del año 2000, con el Palau Sant Jordi repleto de decenas de miles de militantes, el expresidente del Gobierno va y le suelta «date a conocer, Joaquín, date a conocer». En cualquier otra circunstancia de la vida eso hubiese sido un elogio a la bonhomía del aludido, pero allí y en la tesitura en la que estaba Almunia, diez puntos abajo en todas las encuestas, sonó a reproche. Y no andaba desencaminado González, porque una semana más tarde su apadrinado perdía ante José María Aznar por más de un millón de votos.

Con el siguiente, José Luis Rodríguez Zapatero, ocurrió respecto a González algo parecido. El leonés llegó a la Secretaría General del PSOE en julio de aquel año sin la aquiescencia de González. Y todavía dos años después lo recordaba. Fue en la presentación del libro «El relevo», del entonces cronista de ABC Gonzalo López Alba, el 7 de mayo de 2002.

Reveló que no había votado a Zapatero en el 35 Congreso, sino a José Bono, y dejaba caer una crítica demoledora: «Mi estado de ánimo me dice que puede ser verdad que hay un segundo Suresnes, pero está por demostrar que haya nuevo proyecto con contenido e ideas».

Desde entonces ha pasado mucha agua bajo los puentes y al PSOE le ha costado sacudirse la sombra del González asesor y consejero de empresas. Es más, Sánchez marcó distancias al principio a cuenta de su rechazo a las «puertas giratorias». Hasta que tuvo que acudir a los brazos del todopoderoso exdirigente para refugiarse de las embestidas de Susana Díaz y los críticos. Sánchez suele ir a almorzar a su domicilio de la calle Velázquez estos días. Quizá por eso, y aunque discrepe de él, González no quiere hacer «sangre».El PSOE ya no mira a su «jarrón chino» como 20 años atrás

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