Manuel Marín

Una moción para debilitar a Sánchez

A Iglesias, las primarias del PSOE le rompen los esquemas. Díaz era el enemigo natural

Manuel Marín
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La victoria de Pedro Sánchez parece haber descolocado a Pablo Iglesias y al entramado de partidos de la izquierda parlamentaria. Rebobinar hasta enero de 2016, resetear la memoria interna para ponerla a cero, y reproducir ahora, como si nada hubiese ocurrido entre medias, la sesión de investidura de Sánchez para que en esta ocasión triunfe, es una tentación para esa «mayoría social de progreso» que oculta un frente popular de diseño. Pero nada parece igual. Sánchez e Iglesias se conocen demasiado y el grado de fiabilidad mutua es inexistente.

Podemos arrastra cierto desgaste, incluso mediático. Nada es novedoso y sorprendente en su sobreactuación. Incluso, empieza a sufrir una soledad estratégica que estigmatiza a Iglesias. La moción de censura diseñada para debilitar al PSOE, no a Mariano Rajoy, ya se concibe entre parte de la izquierda parlamentaria más radical como el enésimo circo.

Hasta parte del independentismo empieza a ver en los excesos de Podemos y en su política espectáculo su tumba a medio plazo.

Una vez que Sánchez ha arrasado a Susana Díaz, el objetivo de la moción de censura cambia de protagonistas, pero no de objetivo. Ahora, se trata de retratar a Sánchez. «¿Tú también Pedro? ¿Tú también vas a reafirmar a Rajoy?», que tantos réditos dio a Iglesias. Es la enésima trampa, pero Sánchez está en otros menesteres más lógicos. Sobre bases erróneas o acertadas –el tiempo y las urnas lo dirán–, Sánchez está obligado a refundar el PSOE, y no a hacer el trenecito a Podemos.

A Iglesias, la elección de Sánchez le rompe muchos planes, proyectos y esquemas. Susana Díaz era identificada como una socialista conservadora y un enemigo natural. Sánchez, no. Cuando el renovado secretario general del PSOE admitió que ha aprendido «mucho» desde aquel febrero de 2016 en que Iglesias le escupió a la cara la cal viva de la historia negra del PSOE, es porque sabe a ciencia cierta que fue Iglesias personalmente quien le vetó como presidente del Gobierno. Hoy Podemos sigue inmerso en un proceso de ebullición interna que no concluyó en la asamblea de Vistalegre con la depuración del «errejonismo». El nuevo PSOE ya no piensa tanto en humillarse ante Iglesias como en dividir a Podemos, generando una estrategia de atracción pragmática sobre Errejón y su tropa de defenestrados en vez de alentar el frente-populismo del miedo. Sencillamente, porque eso reafirmará al PP y a Ciudadanos.

Pablo Iglesias ha quedado descolocado, y la imagen de Irene Montero y él solos frente al Parlamento en un nuevo ejercicio de egolatría política sin que Rajoy se digne si quiera a replicar puede ser demoledora dentro de Podemos. Es una moción táctica contra el PSOE para que se retrate como cómplice de la derecha con Pedro Sánchez al frente, y no una iniciativa contra el PP, cuya corrupción es la munición que sigue dando juego y razón de ser a la existencia de Podemos.

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