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El portavoz parlamentario del PSOE, José Luis Ábalos - JOSÉ LUIS ÁBALOS

Iglesias ofrece al PSOE negociar otra moción de censura este verano

El líder de Podemos naufraga en su intento de ser presidente y busca un nuevo asidero entre los socialistas

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«Día y medio de trabajo perdido». Éste era el lamento más repetido ayer entre los diputados de PP y PSOE cuando la presidenta del Congreso, Ana Pastor, levantó la sesión tras constatar que la moción de censura impulsada por Podemos quedaba rechazada por 170 votos. Ni felicitaciones, ni palmadas en la espalda pese al sonoro fracaso cosechado por Pablo Iglesias en la tercera moción de censura de la democracia. Solo la sensación baldía de quien ha perdido, completamente, el tiempo.

Tras casi 17 horas de debate y votación, la Cámara Baja contestaba con un rotundo «no» a la propuesta de Pablo Iglesias para convertirse en presidente del Gobierno. Una candidatura que solo atrajo los votos de los partidos independentistas más radicales, ERC y Bildu, y que dejó fría al resto de la oposición.

PSOE, PDECat y PNV optaron por una abstención que se reveló muy crítica con el candidato, mientras que PP y Ciudadanos volvieron a demostrar que su escueta mayoría funciona frente a una izquierda que no se pone de acuerdo.

«Nunca será»

Ni siquiera consiguió el líder de Podemos el único objetivo al que podía aspirar: la imagen de presidenciable. Desde el martes, todos los grupos menos ERC cuestionaron su capacidad para gobernar. «Nunca será presidente», llegó a decir en los pasillos el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, tras apodarle en el Pleno «Demoliciones Iglesias». Un día antes se lo había dicho el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

La otra lectura de la sesión no es mejor para Iglesias. Es el refuerzo evidente del jefe del Ejecutivo en un momento político especialmente delicado por los últimos casos de corrupción que afectan al PP. El nuevo portavoz parlamentario socialista, José Luis Ábalos, se lo reprochó a Iglesias. «Lo único que va a conseguir es que esta bancada (la del PP) se levante a aplaudir como si hubiera superado un ataque feroz, como si hubiera superado una prueba dificilísima. Y al final, lo vamos a consolidar un poquito más. Esa es la foto que va a quedar. Vamos a fortalecer a aquel que queríamos censurar», espetó.

Sin «cal viva»

Ante este completo naufragio, no menor por anticipado, el líder de Podemos intentó buscar un nuevo asidero en el PSOE. Alimentó la esperanza de sus filas con el dibujo de una nueva entente de izquierdas capaz de expulsar, no hoy, pero sí en el futuro, al PP de La Moncloa. «Esta moción va a revelar que si hay voluntad política podemos construir una mayoría alternativa. Por el bien de España estamos dispuestos a construir cambios con ustedes», ofreció al portavoz socialista.

Para que no pareciera una expectativa lejana marcó, incluso, una fecha. «Nos comprometemos a trabajar por esa mayoría alternativa, a trabajar en verano en una nueva moción de censura para sacar al PP del gobierno».

Lejanos parecían los tiempos en los que el líder morado aludía a la «cal viva» para recriminar al PSOE su implicación en los GAL. Ayer, Iglesias estrenaba un tono completamente nuevo, casi amable, para dirigirse a un partido por el que dijo sentir, ahora, un «profundo respeto».

Ábalos le escuchaba con la misma cara de quien recibe un órdago pero no tiene la jugada mínima para aceptarlo. «Nos interesa mirar al futuro. Y en ese futuro nos importan las reformas que podamos emprender. Las reformas que podamos impulsar desde las mayorías alternativas en este Congreso. Y por eso le recojo el guante», contestó. Su intervención estuvo centrada en la censura al Gobierno, compartiendo gran parte de los argumentos de Podemos.

Cataluña, escollo

Pero tras este baile aparentemente acompasado no tardaron en aparecer los pasos que ya antes rompieron el ritmo entre ambas formaciones. El más importante, que juntos no tienen mayoría suficiente. Iglesias lo reconoció y señaló a ERC como aliado en un posible tripartito de gobierno. Una opción que incluiría la celebración de un referéndum en Cataluña que nunca aceptará el PSOE andaluz. «No entendemos España sin Cataluña y Cataluña sin España y lo reafirmaremos las veces que haga falta», le reprochó Ábalos. A cambio, Iglesias volvió a vetar la opción de sumar con Ciudadanos. Y el portavoz socialista acabó exhibiendo las dudas de su grupo sobre la «intencionalidad» real de Iglesias, haciéndose eco de un argumentario interno donde Podemos apuesta por «tensionar» al PSOE.

Los egos también amenazan cualquier posible sintonía entre ambos. El portavoz socialista reivindicó el liderazgo de la oposición para su partido, como segunda fuerza más votada. Pero Iglesias replicó exigiendo una relación basada en el «respeto y de igual a igual». Todas estas claves son las mismas que ya impidieron en 2016 un acuerdo entre las dos formaciones para aupar al líder de los socialistas, Pedro Sánchez, a la presidencia del Gobierno. Iglesias intentó hacer borrón y cuenta nueva con continuas alusiones al «nuevo PSOE» con el que una y otra vez dijo »imaginar un entendimiento». Pero quién hoy lidera Ferraz es el mismo que lo hacía en 2016 y el desengaño sufrido entonces sigue sangrando en la bancada socialista. Con todo, el duelo entre Iglesias y Ábalos fue el más conciliador de la sesión. Nada que ver con la diálectica encarnizada que Iglesias se cruzó con Rivera y con el portavoz del PP. Rajoy no volvió a pedir la palabra.

Los cantos de sirena de Iglesias no hacen temer a La Moncloa la pérdida del Gobierno en esta legislatura. El partido mayoritario tiene claro que si PSOE y Podemos sumaran una mayoría suficiente ya habrían encontrado la forma de ponerse de acuerdo. Sí presumen que el regreso de Pedro Sánchez al primer sillón de Ferraz complicará los pactos que venían alcanzando con los socialistas. Pero tampoco eso tampoco lo habrá logrado Iglesias.

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