El fiscal Anticorrupción, Pedro Horrach
El fiscal Anticorrupción, Pedro Horrach - EFE

Caso NóosPalma no alteró su pulso habitual

Pedro Horrach llegó a la Audiencia custodiado por cuatro policías

Palma de Mallorca Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los palmesanos están ya acostumbrados a las vicisitudes del caso Nóos, que viven con una cierta distancia. Ayer los periodistas y los policías superaban con creces a los curiosos que se dejaron ver por la Audiencia de Baleares, en pleno centro de una ciudad que no alteró el pulso por el acontecimiento.

Las más madrugadoras fueron las magistradas, Samantha Romero, Rocío Martín y Eleonor Moyá, que prefirieron llegar pronto para evitar el engorro de los flashes y las cámaras de televisión. Quitando las juezas, los más tempraneros fueron Diego Torres y su abogado, Manuel González Peeters, quienes a las diez menos veinticinco de la mañana, casi una hora antes del comienzo de la vistilla, llegaban a bordo de un taxi.

El condenado mantenía el mismo rictus que se le vio a lo largo del juicio; al letrado se le notaba algo más tenso por unas molestias en la espalda.

El fiscal Horrach decidió ir a pie hasta la Audiencia desde la Fiscalía, junto a su compañera Ana Lamas, que tuvo un papel muy importante en el juicio. Ambos recorrieron la antigua Rambla de los Duques de Palma escoltados por cuatro policías de uniforme para evitar incidentes desagradables como los que ya ha tenido que sufrir el primero por su postura acerca de la imputación de Doña Cristina. A las diez menos veinte ya se encontraban en el edificio judicial.

Poco después llegaba la defensa de Urdangarin, el abogado Mario Pascual Vives, y veinte minutos más tarde, a las diez y diez de la mañana, su cliente, que había viajado directamente desde Suiza.

Las cadenas de televisión siguieron minuto a minuto los acontecimientos. A las once ya se conocía la petición del fiscal, celosamente guardada en secreto por éste, y el comienzo de la deliberación. Horrach fue insultado por algunos de los presentes por su supuesta falta de celo en la acusación, sin que ni siquiera supieran que había sido él quien había solicitado las cautelares más graves. Pero en este caso los «chillones de plató» han conseguido crear un estado de ánimo en la opinión pública que ya es irreversible, como reconocía el domingo el propio fiscal en una entrevista concedida a ABC.

A la una de la tarde se conocía el desenlace. Primero, porque Diego Torres y Urdangarin salían de la Audiencia, el primero en taxi y el segundo en el vehículo oscuro en el que había llegado. Se reprodujeron los insultos entre los escasos asistentes, sin mayores consecuencias. Luego se hizo público el auto de la Sala. Ahora es el turno del Supremo.