Las bases critican la incoherencia de Iglesias y cuestionan su liderazgo

El anticapitalista «Kichi» recupera el discurso de «la casta» y advierte de que Podemos es «el compromiso de vivir como la gente corriente»

Vídeo: Kichi: Podemos «no es una formalidad, es el compromiso de vivir como la gente corriente» / Foto: Pablo Iglesias y «Kichi» en Cádiz en julio del pasado año EFE / ABC
Alexis Romero

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Es algo más que un chalet de 615.000 euros y es algo más que la incoherencia de un líder político. El diagnóstico de un sector de las bases de Podemos a raíz de la compra de la nueva vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero es claro. Es complejo elaborar conclusiones sobre las preferencias de un electorado o de los militantes de un partido sin un estudio demoscópico, pero no lo es tanto pulsar un estado de ánimo, y entre las filas de Podemos hay decepción y dudas con el liderazgo de Iglesias

Pero antes de que se ponga en peligro a Podemos, ya han surgido voces internas que han podido encontrar en la crítica al secretario general y a la portavzo en el Congreso la manera de canalizar ese liderazgo. Ayer, el alcalde de Cádiz, José María González, «Kichi» , uno de los líderes de la corriente anticapitalista, sin mencionar a los dirigentes estatales de Podemos, advirtió de que el código ético de la formación «no es una formalidad, es el compromiso de vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones y supone renunciar a privilegios como el exceso de sueldo».

En una nota difundida por el partido para anunciar que donaba una parte de su sueldo a una asociación, «Kichi» dejó claro que no quiere «dejar de vivir y criar a mis hijos en un piso de currante en el barrio de La Viña con mi compañera, que ya es bastante privilegio vivir en la Viña, en Cádiz y con Teresa Rodríguez , por eso no recibo otros ingresos y por eso no genero más ahorro que el que dono cada mes».

González utilizó en el comunicado el discurso de «la casta», abandonado por la dirección estatal. «El objetivo de la donación no es la donación en sí misma, es no parecernos a la casta , es no ser como ellos porque vinimos a desalojarlos a ellos después de que hubieran estado desahuciando por miles a nuestra gente, es no vivir como ellos, es parecernos al pueblo que nos eligió y al que seguimos siendo leales».

El comunicado llega en uno de los momentos más complicados en las relaciones entre el pablismo y los anticapitalistas. Después de que se negaran a formar parte de la lista encabezada por Errejón en la Comunidad de Madrid, por considerarla fruto de «un acuerdo de despacho» entre él e Iglesias, la líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, se encuentra en plena pugna con la dirección estatal por el tema de las siglas .

Las bases de Podemos aprobaron hace unos meses que el partido se presentaría con sus siglas a las elecciones del próximo año, pero Rodríguez, antes de la aprobación de esta norma, creó una plataforma con otras formaciones y organizaciones denominada «Marea Andaluza», apuntada en el registro de partidos del Ministerio del Interior desde el 11 de enero.

Vacío de poder

El contexto en el que «Kichi» y Rodríguez pueden aprovecharse de la compra del chalet para salir reforzados es complejo. La creación de la formación y su rápido crecimiento beben de dos fuentes principales, estrechamente interconectadas. La primera es la creación de un marco dualista que pretendía dividir a la sociedad en dos ejes: «nosotros y ellos», «la casta y la gente corriente». Cada grupo social, según el relato del partido, respondía a unas características, y mientras uno representaba a la gran mayoría de la « gente corriente » maltratada por la crisis económica, la otra facción se correspondía con «los poderosos y sus mayordomos», los poderes económicos y los poderes políticos que protegían sus intereses. El discurso colocaba cada elemento en su sitio, y los políticos que vivían en «chalets, aislados de la gente» representaban un peligro, y los que compraban áticos por 600.000 euros no podían dirigir la política económica de un país.

La segunda fuente es la creación de un liderazgo fuerte que ejemplificara y escenificara lo que era «la gente corriente», que materializara un discurso complejo y abstracto en la cotidianidad. Vivir en un pequeño piso en Vallecas y renunciar a parte del sueldo que se cobra por ser un cargo público son ejemplos que llenaban de contenido el día a día. Así se construyó Podemos –más allá de sus cambios con el paso del tiempo– y así convergió con la figura de Pablo Iglesias. Por eso, para un sector de las bases la compra del chalet va más allá de la incoherencia de un líder político entre su prédica y sus actos. Ataca directamente a los fundamentos del partido y a su relato. La coherencia de Iglesias y su «mimetización» con el partido, explican algunos militantes de Podemos, fue su «principal baza» en el enfrentamiento con Errejón y también lo que hacía infranqueable su liderazgo ante situaciones como las críticas mediáticas o los malos resultados en las encuestas. Ahora ese liderazgo, dicen fuentes del partido, corre riesgo, aunque admiten que todavía hay mucha gente que defiende que Iglesias y Montero son víctimas de críticas sobredimensionadas. Habrá que esperar para ver cómo influye la compra del chalet en esta pugna de liderazgos y si al final pesan más las siglas o la ejemplaridad.

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