En el Congreso, en abril de este año
En el Congreso, en abril de este año - jaime garcia

Irene Lozano, la «renovadora» de UPyD... y ahora del PSOE

Encarnó el ADN magenta, pero lo deja para echarse en brazos del mismo partido del que huyó su jefa, Rosa Díez, con la que no se habla. El salto le garantiza un plan cuatrienal en el escaño.

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Quién ha visto a Irene Lozano y quién la ve advirtiendo a su otrora compañero Francisco Sosa de que difícilmente alguien le podría igualar en «mezquindad» por apenas sugerir una confluencia con Ciudadanos, cuando ahora es ella quien se baja de UPyD y se mete de lleno en las filas del PSOE, ese partido al que tanto denostó...

Lozano llegó al Parlamento en noviembre de 2011, de la mano del éxito de la formación magenta entonces en su mejor momento y de Rosa Díez, de la que se pensó que llegaría a ser sucesora. No en vano, la diputada por Madrid, periodista y escritora encarnó de tal forma el ADN del partido -la defensa de la regeneración, la condena de la corrupción y de la insalubridad del bipartidismo-, que llegó a superar en rotundidad y arrebato incluso a su jefa, que ahora deberá estar pellizcándose para dar crédito a la pirueta pseoudo tránsfuga que ha dado su ya excompañera.

O no. Curiosidades del destino, Lozano se lanza al mismo partido, el PSOE, del que Rosa Díez salió corriendo. Vueltas que da la política.

Pero conviene no olvidar que Lozano arremetió contra Sosa Wagner aquel agosto de 2014 que empezó la cuenta atrás de UpyD en nombre de la pureza de esas siglas a las que ambos pertenecían, del programa, de los militantes, de la supremacía moral magenta, que no se mezcla con impuros, no se mancha las manos con las corruptelas miserias de otros. Ni mucho menos a cambio de poder. Tal y como siempre predicó Rosa Díez, que en los meses posteriores protagonizaría, forzada por las circunstancias, un simulacro de acercamiento a Ciudadanos durante el que, al menos públicamente, Irene Lozano siempre fue junto a Carlos Martínez-Gorriarán fiel guardia pretoriana.

Aquel fracaso táctico con Albert Rivera por medio llevaría a una debacle de UpyD en las primeras elecciones que hubo en el horizonte, las andaluzas de marzo de 2015, y luego al estallido interno del partido. Y la mecha la encendió por sorpresa la propia Irene Lozano, pidiendo directamente por los malos resultados la cabeza de la líder, a la que trató de suceder en vano -no como delfín, sino ya como su opositora- el pasado mes de julio.

En aquellos tres meses y medio de profunda convulsión magenta, la diputada por Madrid que ahora quiere serlo por el PSOE, se autoidentificó como la verdad revelada de UpyD, que para ella se había convertido ya en un partido intransigente y cerrado, incapaz de abrirse a otros partidos para impulsar el cambio en España. Perdió frente al continuismo de Andrés Herzog y lo hizo con un discurso “renovador” que chirrió por ser contrario al que había sido el suyo. Por cierto, un discurso peligrosamente parecido en su fondo a aquel por el que ajustició en público a Sosa Wagner, como peligrosamente parecidas han sido las irregularidades en las formas. Las del ex eurodiputado, por lanzar en un periódico lo que tenía que haber expuesto en la dirección de UpyD en la que estaba sentado. Las de ella, por aceptar puesto en las listas socialistas y contarlo siendo todavía militante magenta hasta la mañana del viernes, cuando ha entregado el acta.

Que Irene Lozano acabara siendo un cero a la izquierda en el partido por defender lo mismo que previamente había atacado es casi tan marciano como que a estas horas esté pendiente de saber cuál va a ser su puesto en las listas del PSOE, después de haber sido su azote impenitente durante cuatro años. Ella ha dado una explicación, según la cual se va a renovar el socialismo, que gracias a ella empieza a cambiar. Los que no comparten este argumento dan otro, que pasaría por certificar el temor de la exdiputada a quedarse descolgada esta legislatura. Sin escaño, sin escaparate, sin sueldo. Quienes hayan seguido su trayectoria política todo este tiempo deben estar frotándose los ojos todavía.

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