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Pablo Iglesias junto a los líderes regionales de Podemos. - efe

La candidatura de Pablo Iglesias a las generales, cuestionada internamente a cuenta de la unidad popular

El efecto Carmena y Colau agreden directamente al modelo de liderazgo impuesto por el líder de Podemos y a su estructura de partido

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Madrid, Barcelona, Zaragoza, La Coruña, Santiago de Compostela, Cádiz, Alicante y Oviedo. «Las grandes ciudades son el motor del cambio», celebraba el líder de Podemos, Pablo Iglesias, tras las elecciones. Pero en ninguna de estas ciudades el triunfo fue para el partido. Podemos renunció a presentarse como tal en la contienda municipal y, de hecho, solo dos de los cabeza de lista de estas ocho ciudades son afiliados al partido. Los resultados de los comicios dejaron una lectura que en Podemos no gusta: los mayores éxitos no son para su marca, sino para las candidaturas de unidad popular en las que estuvo más o menos presente y en las que sus siglas quedaron diluidas.

La división interna que quedó constatada en la asamblea fundacional del partido de Vistalegre, el pasado octubre —en la que el aparato de Pablo Iglesias, con Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y el entonces número tres Juan Carlos Monedero como adalides, se enfrentó al sector crítico liderado por Pablo Echenique, de la mano de Teresa Rodríguez y Miguel Urbán, cofundador de Podemos, entre otros— es una herida mal curada que ha vuelto a abrirse tras los comicios.

A las candidaturas de unidad popular se llegó sin mucho entusiasmo. En Vistalegre se impuso la hoja de ruta de Iglesias con mano férrea y se acordó que Podemos no lucharía por entrar en ayuntamientos con su marca, porque ésta «tiene un prestigio que no puede arriesgarse en contiendas y contextos difícilmente evaluables caso por caso» y que había que salvaguardar. Además, en un documento de la Asamblea Ciudadana se recordaba que «la prioridad máxima de Podemos son los procesos autonómicos y las elecciones generales, a los que sí nos presentamos como partido». Proteger las siglas ante todo. Pero toda vez que no son las siglas las que han dado los mejores frutos, son esas candidaturas que se apoyaron con recelo las que se arroga Podemos como suyas.

La crisis sobrevino al partido con la dimisión de Monedero, que arremetió duramente contra las tesis defendidas por Errejón, que pretendía hacer de Podemos una máquina electoral diseñada para lograr poder incluso dejando atrás principios fundacionales del partido. Monedero acusó a Podemos de empezar a «parecerse» a la casta que combatía, y apeló a una pérdida de la «frescura del 15-M», que ahora parece haber sido reconocida por los votantes en estas candidaturas populares. Dentro de parte de las bases del partido rápidamente consideraron los triunfos municipalistas como la constatación de que el modelo de Errejón y Bescansa, refrendado por Iglesias, había perdido.

Fuentes de la dirección del partido señalaban a ABC días después de los comicios que los resultados autonómicos habían sido «suficientemente buenos para articular el cambio» y que la marca salía «reforzada» de los comicios, una idea que los dirigentes de la formación morada han mantenido en cada comparecencia pública. El propio Iglesias apeló a que Podemos debía ser «el paraguas del cambio» y avisaba: «Nuestra hoja de ruta está clara». Pero el debate saltó a las bases, que inundaron los foros de opinión del partido. Pedían «tomar nota» de los resultados e incluso defendían un «frente popular» para las generales, una candidatura de convergencia al estilo de las apoyadas en las municipales.

Para acallar las voces internas que amenazan la posición en la que Iglesias permanece enrocado, la secretaría política elaboró un documento interno, al que tuvo acceso ABC, en el que se pretendía dejar «claras» las cifras de los resultados entre Podemos y las candidaturas de unidad popular. «Podemos ha estado presente en veintiséis de las cincuenta capitales de provincia. De entre todas ellas, únicamente las plataformas de protagonismo ciudadano de Madrid, Burgos, Alicante, Guadalajara y Zaragoza han obtenido un mejor resultado que Podemos al presentarse este de forma independiente». Olvidaba señalar que en el resto, como apuntan a este diario varios miembros del partido, no hubo convergencia total y se presentaron por separado las candidaturas avaladas por Podemos, IU y otras fuerzas minoritarias de izquierdas; o simplemente no podía establecerse comparativa por no celebrarse autonómicas en esas regiones.

El documento pretendía poner freno al sector crítico, venido arriba por los resultados. «Entendemos que a algunos les resulta sumamente útil ubicarnos en una posición de debilidad o estancamiento, donde pareciera que nuestra marca afeara al conjunto», y a continuación advierte: «La alternativa al bipartidismo es Podemos».

El propio Iglesias trató de contener a las bases publicando en el foro interno su balance de las elecciones, que algunos entendieron como una llamada a la convergencia. «Debemos tomar nota de la importancia de los liderazgos y los estilos que sirven para ir más allá de una identidad de partido. Podemos no puede ser en las generales un partido más sino un instrumento abierto a la participación y al protagonismo de todos aquellos que apuesten por el cambio». Pero nada más lejos de la realidad. Fuentes del partido consultadas por ABC insisten en que ya se acordó cómo concurrir a las generales y que intentar cambiar el modelo supondría un proceso largo y ahora hay que centrarse en la contienda electoral. « Más que por una cuestión de tiempo, es que no creemos que tengamos que hacerlo», indican.

En medio de las voces internas, Miguel Urbán, cofundador del partido procedente de la antigua Izquierda Anticapitalista —ahora asociación integrada en Podemos—, publicaba un balance tras las elecciones en el que avisa de que Podemos no puede ser el «sujeto de sujetos» y apuesta por que su labor para las generales sea «la de impulsor, animador, de una candidatura-movimiento más amplio que vaya más allá de sus fronteras como partido». David G. Marcos, asistente de Teresa Rodríguez en el Parlamento Europeo, se suma a las voces críticas y recuerda que «quienes renunciaron a la batalla municipal para preservar el prestigio de una marca insuficiente, hoy se aferran a los buenos resultados como propios».

Críticas también desde el 15-M

Movimientos nacidos tras el 15-M, como Xnet, han elaborado una «carta abierta» en la que critican que Podemos se «intente atribuir a ellos solos un trabajo colectivo» e insisten al secretario general en que «por sí solo no puede ni debe representar todo». Además, critica la actitud que Podemos ha tenido hasta ahora con los grupos organizados de la sociedad civil, «a los que ha pedido insistentemente unirse a sus filas y diluirse en ellas». «Pensamos que si Podemos quiere ser realmente un instrumento de la voluntad popular, del espíritu del 15M, debería alegrarse del éxito de otros», continúa. También recuerda que el «grupo fundador ha estado en muy poca medida en el 15M y no ha compartido sus ideas fundacionales», aunque ahora se empeñe en situar sus raíces y representar al movimiento indignado.

Una cuestión de liderazgo

Entre las bases más activas del partido no sólo se cuestiona la estrategia política en la que sigue enrocada la dirección. También el propio liderazgo de Pablo Iglesias. Miembros de Podemos indican a ABC que la figura de Iglesias causa incluso recelo en algunos votantes, algo que el propio dirigente ha querido paliar reconociendo entrevista tras entrevista que su ceño fruncido no siempre gusta y que pretendía sonreír o moderar su tono. El efecto Carmena, de perfil muy diferente al de Iglesias y que ha sido capaz de aglutinar muchos votos, siembra dudas sobre la capacidad del secretario general de atraer al electorado. «No sé si podría parecerme a Manuela en imagen, pero es una maestra», señalaba un evasivo Iglesias en rueda de prensa preguntado sobre esta cuestión. En Vistalegre fue el equipo de Iglesias el que apostó por un liderazgo único. Y en un partido cuya seña de identidad era el empoderamiento ciudadano, algunos ven ya un «hiperliderazgo» en Iglesias que no gusta.

Fuentes de la militancia señalan que más allá de las siglas, el problema es que «el votante identifica a Podemos como el partido de Iglesias o Errejón», y que la solución pasaría por atraer caras nuevas que se sumen al mismo. «Hace falta un perfil de candidato más sereno, más independiente, y esa es la voz que se escucha ahora en el partido», insisten las mismas fuentes.

Desde Plaza Podemos, también se suman los comentarios de usuarios apuntando a esta cuestión: «Pablo fue perfecto para que Podemos subiera como la espuma, pero para ganar el gobierno hace falta alguien como Manuela», que rompa la imagen de Venezuela o de la izquierda más radical. «El tiempo apremia y las dificultades están arraigadas en los egos y los lastres de etiquetas», señalan. Algunos incluso van más allá: «El cementerio está lleno de hombres imprescindibles».

Xulio Ferreiro, futuro alcalde de La Coruña y miembro de la Marea Atlántica, tampoco está afiliado a ningún partido. Sostiene que Podemos es un actor muy importante, «pero tal vez solo no tenga la misma potencia». Recuerda que cada ecosistema político y cada territorio es diferente, pero no duda de que «la suma multiplica». «Si el proceso de la Marea Atlántica salía bien, esa filosofía debía servir para inspirar otros procesos», indica. Y recuerda: «El liderazgo tiene que ser ciudadano».

Los minoritarios piden convergencia

Es también reconocido entre las bases que en este discurso por la confluencia puede haber intereses partidistas de quienes por sí mismos pueden no obtener buenos resultados electorales y quieren «subirse al carro» de Podemos. Desde Equo, por ejemplo, se defienden señalando que no actúan desde «la estrategia política» y aseguran que continuarán trabajando «por la confluencia en las generales». «Nos gusta más el modelo de Ahora Madrid que otras alternativas que priorizan las siglas», señala su coportavoz, Juantxo López, si bien reconocen que renunciar a las suyas o no al final no es lo prioritario.

Alejandro Sánchez, de Equo, será diputado en la Asamblea de Madrid tras incluirse en la lista de Podemos. Cree que es pronto para asegurar que Podemos vaya a mantenerse en su postura de conservar sus siglas para las generales: «Reconoce la virtud de las CUP en toda España y dijeron que examinarían la situación, para incorporar a otras fuerzas sin que pierdan su identidad, una expresión un poco ambigua», reconoce. «Comprendemos la posición de Podemos porque su marca y líderes funcionan y hay que tenerlo en total consideración», indica, pero tiene toda la «esperanza» de que el partido sabrá «reposar los resultados» y asegura que Podemos no es sólo su dirección ejecutiva. «Por lo que he vivido en el Grupo de Podemos, tienen claro que la cosa funciona mejor juntos que por separado». Allí ya se han iniciado contactos, aunque no oficiales, para presionar en este sentido, según señala.

El último en lanzar el guante de la confluencia a Podemos fue el candidato de IU a la presidencia del Gobierno, Alberto Garzón, que pidió una candidatura única de la que Podemos no fuera el paraguas. Como respuesta, la dirección se aferra a que sus siglas ya representan la unidad popular y cualquiera está invitado a participar; eso sí, bajo las mismas. Podemos saca pecho e insiste en que son el único partido que está demostrando ser capaz de «hacer posible el cambio».Y manda un mensaje a IU: «No habrá acuerdos de partidos ni balsas de salvamento para nadie».

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