Esperanza Aguirre, junto a Mariano Rajoy en un acto de campaña
Esperanza Aguirre, junto a Mariano Rajoy en un acto de campaña - reuters

Por qué Rajoy quiere atar en corto a Aguirre

Sus constantes retos públicos a la dirección nacional debilitan el liderazgo del presidente, que además ve cómo se apropia de las «esencias» del PP

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Aguirre es para Rajoy como ese mosquito que en plena noche oímos rondar a nuestro alrededor, con su molesto zumbido y amenazando continuamente con picarte. Hay muchas expresiones en castellano para definir esa continuo dolor que no cesa, esa preocupación constante. En el caso de Aguirre, Rajoy cree llegado el momento de acabar con ello. Estas son sus razones.

Por un lado, el Partido Popular de Madrid, que preside Esperanza Aguirre desde 2004, es el más potente de los aparatos regionales del PP. Y su número de militantes -cerca de 100.000- supone un auténtico ejército de cara a la movilización electoral. Pues bien, todo ese campo es el «reino» de Esperanza Aguirre, absolutamente diferenciado de la sede nacional, pese a compartir el mismo edificio.

Y ella no es, precisamente, el prototipo de persona obediente; tiene su propio criterio y lo impone siempre que puede.

Desde muchos años antes, el PP de Madrid, centro de poder donde los haya, lo había presidido una persona «neutral», precisamente para evitar esa concentración de potencia política. Hasta que llegó Esperanza a la Comunidad Autónoma de Madrid, y razonó y argumentó en público y en privado que no pasaba en ningún otro sitio que el presidente autonómico no fuera a la vez presidente del partido. Tanto porfió, que en el congreso siguiente su candidatura barrió -la que Ruiz-Gallardón presentaba a través de Manuel Cobo tuvo que retirarse antes de las votaciones ante la falta de apoyos-. Aguirre se convirtió entonces en bi-presidenta, del Ejecutivo regional y del partido en Madrid. Y en una amenaza para la dirección nacional: ella ha demostrado ser el auténtico «verso suelto» dentro del PP.

A partir de ahí, fue ganando peso, y ocupando cada vez más espacio mediático y político. Hasta que decidió que podía competir por el liderazgo nacional del partido con Mariano Rajoy. Algo que se dio en el Congreso Nacional de Valencia, en el año 2008. Su discurso sobre la deriva del partido, y su coletilla, «no me resigno», debieron ser un duro trago para Rajoy, que llegaba a ese congreso con la «vieja guardia» popular en contra y más solo de lo que deseaba. Finalmente, la «lideresa no presentó su candidatura, con la que había amagado, y Rajoy logró alzarse con el control del partido. Pero sabía que Aguirre sólo había realizado una retirada estratégica, nunca una rendición.

Un motivo más para que ahora quiera atarla en corto. Aunque no es el único: Esperanza Aguirre siempre ha querido distinguirse, también ideológicamente, y lo ha hecho «copando» lo que algunos consideran «las esencias» del PP: ella es la voz pública que, mucho más alto de lo que Rajoy querría, defiende conceptos clásicos de los conservadores como la bajada de impuestos, el apoyo a las víctimas del terrorismo, o un discurso de «derecha sin complejos» que lleva incluso a detalles como colocar en su página web del PP de Madrid, visible nada más abrirla, una vistosa bandera de España. Algo de lo que carece la página web del PP nacional. Esos detalles, para algunos populistas, y muchas de sus declaraciones públicas en torno a temas polémicos, suponen cargas de profundidad que desestabilizan a un líder al que no le gustan las alharacas ni el ruido, y que prefiere dar un paso atrás a exhibir públicamente los trapos sucios.

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