Sede del PP en la madrileña calle Génova, inmueble que comparten PP nacional y PP de Madrid
Sede del PP en la madrileña calle Génova, inmueble que comparten PP nacional y PP de Madrid - afp
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El día que la primera planta de Génova incendió la séptima

«¿Es Paco Granados, no? Pues que Esperanza lo explique. A mí que me cuentas...» Así despachaba un alto cargo del PP el primer twitt sobre la Operación Púnica

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Era «lo que nos faltaba», resoplan en Génova. En una semana, el PP ha presenciado cómo salía del partido alguien que lo ha sido todo en el número 13 de esa calle: Rodrigo Rato; cómo imputaban a su exsecretario general y ministro Ángel Acebes; y cómo se elevaba a 1,7 millones el dinero –se investiga si negro– empleado para reformar su sede madrileña. Ahora, de buena mañana, es lunes de resaca del Madrid-Barça, y estalla la operación Púnica, contra una red de corrupción, constituida como organización criminal, según concluirá el juez Eloy Velasco, que dirige la investigación.

Como el fruto del árbol que da nombre a la operación, las primeras noticias empiezan a desgranar el nombre de los detenidos. Hasta 51 implicados en un entramado de cargos públicos municipales del PP (y de otras formaciones, como el PSOE) para llenarse los bolsillos de dinero de empresarios agradecidos por los pelotazos públicos.

Pero entre col y col aparece una lechuga que incendia la planta séptima. Es «Paco» Granados, estrecho colaborador de Esperanza Aguirre de 2004 a 2011. Es detenido en su casa de Valdemoro. Aunque era un secreto a voces desde que el pasado febrero se descubrió su primera cuenta en Suiza (ahora todo apunta a que tiene dos), el presidente Rajoy parece no saberlo cuando 24 horas antes, en Murcia, habla de «unas pocas cosas» en referencia a los escándalos económicos que tienen en vilo a la opinión pública. «Nadie entiende cómo el presidente no sabía lo que iba a ocurrir cuando muchos en el partido conocían que desde el 24 de diciembre del año pasado, cuando llega a España un informe de la banca helvética, empezó la cuenta atrás para descubrir el pastel de Granados», asegura un dirigente popular.

Whatsapp y SMS

Cuando llega la noticia al equipo de María Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, la que fuera «jefa» del detenido, agota la batería de su teléfono. Aficionada a los sms y whatsapp engrasa sus dedos contestando «condolencias» de compañeros y periodistas. Enseguida pone en marcha su estrategia comunicativa: atiende a los periodistas al teléfono para mostrarse «abochornada». Dice no dar crédito. Como ocurrió cuando en 2009 otro juez, Pablo Ruz, descubrió que Alberto López Viejo, su consejero de Deportes, se lucraba de otra trama delictiva, esta vez bautizada con la traducción al alemán de cinturón, el sinónimo del apellido de su cabecilla, Francisco Correa (Gürtel).

Pero si en la planta primera, donde Aguirre dirige con mano férrea una organización que cuenta con 90.000 afiliados, el desconcierto es grande, en la séptima de Rajoy y Cospedal, la conmoción es sideral. De nuevo, Madrid es el epicentro. Solo quedan seis meses para las elecciones municipales y autonómicas. La sangría de votos, bien aprovechada por los populistas como demostrará el CIS de esta semana, empieza a provocar fallos multiorgánicos en la formación. Por eso, y porque las dos direcciones viven de espaldas, el lunes de mañana, uno de los miembros de la cúpula nacional sentencia: «¿Es Paco Granados, no? Pues que Esperanza lo explique. A mí que me cuentas...» El partido acaba de pasar de puntillas sobre las acusaciones del juez Ruz sobre su sede.

La «obsesión» de Ruz

Es más, sus dirigentes lo explican en privado con un discurso repetido:se trata de la «obsesión» del magistrado por el partido del Gobierno. Bastante tienen ya. Y además la secretaria general, como demostró en el caso Bárcenas, es partidaria de que «cada palo aguante su vela». Y en el barco que pilota Aguirre, solo manda ella. «Que se lo digan a Rajoy, que recibe las dagas», ironiza un diputado. No obstante, a la presidenta madrileña le costará dar el paso de comparecer ante la opinión pública. Tiene que ser su sucesor en la Comunidad, Ignacio González, quien le convenza de «dar la cara». Su delfín cree que la situación es tan grave que hay que dar un paso al frente. Curioso: González y Granados protagonizaron uno de los enfrentamientos políticos más descarnados en el círculo de poder de Aguirre, con acusaciones de espionaje al hoy presidente. La jefa madrileña convoca de forma urgente a la Prensa a las siete de la tarde. Viste, otra curiosidad, el mismo modelo color topo e idéntico broche con círculos entrelazados en beige, blanco y morado que cuando visitó el 20 de febrero pasado el plató de Antena 3 para lamentar las noticias sobre el dinero suizo de Granados. Solo cambia sus pendientes y su cabello, ahora ligeramente más largo.

La reforma de Génova 13

En su comparecencia, vuelve a marcar distancias con Rajoy. Primero con los gestos: ella «sí da explicaciones» y Rajoy, no; pero además, envía un mensaje con carga de mortero:recuerda, a preguntas de los periodistas, que lo que investiga Ruz de la reforma en la sede del partido afecta a la planta baja, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima de Génova 13. Donde está el PP nacional. Ella ocupa la planta primera: «Aquí no se hizo ninguna obra», concluye. La frase no pasa inadvertida entre quienes sofocan su enfado unos pisos más arriba. Por eso, los rumores (o deseos) de que Rajoy intervenga e imponga una gestora en Madrid se disparan.

La presidenta lo sabe. Quizá es la razón por la que en la entrevista que le hace Carlos Herrera la mañana del jueves se niega a dar todo su apoyo a Rajoy. Al ser preguntada si el presidente debe repetir, contesta con ambigüedad: «Vamos a ver qué se plantea, no avancemos las cosas». La tensión sigue creciendo hasta que Rajoy decide templar, va en su adn. «Aguirre se ha equivocado –sostiene tras recibir a la presidenta de Chile–, como yo y como todos. Pero es un activo importante y cuenta con mi apoyo». No obstante, las voces que piden una catarsis no descansan.

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